Mia es una adolescente de quince años que no para de meterse en problemas. No pronuncia una frase sin que contenga una palabrota, cada encuentro que mantiene con sus amigas acaba con un cruce de amenazas o directamente con el uso de la violencia, la han expulsado del colegio, la relación que mantiene con su familia es igual de conflictiva... la lista no parece tener fin. Esta vida gris condenada al fracaso y carente de toda perspectiva optimista de futuro da un vuelco el día en que aparece Connor, el nuevo novio de su madre, que despertará en Mia unos sentimientos que parecían irreconciliables con su personalidad.
Con su segundo y aclamado largometraje, la realizadora británica Andrea Arnold ha demostrado que más que ser una digna sucesora de Ken Loach, quizás este honor, si sigue con esta trayectoria, le viene pequeño. Con ‘Red Road’ ya mostró que tiene un ojo único para retratar ambientes sórdidos y marginales, y con ‘Fish Tank’ sigue en la misma línea. Pero lo mejor es que la dureza de los entornos, que conlleva el casi obligatorio desfile de problemas sociales, de momento no ha privado nunca a la directora de exponer la belleza inherente de estos mundos olvidados. Un discreto encanto que hay saber buscarlo, pero que al mismo tiempo sale a relucir con naturalidad, sin ningún tipo de artificio, lo cual se traduce en un cine sincero, a veces duro de asimilar, pero también agradable a la vista.
Una faceta amable -en lo que a respeto al espectador se refiere- que se apoya no sólo en el hipnotismo de sus imágenes, sino también en una narrativa alejada de convencionalismos, pero no por ello menos atractiva. En efecto, los puntos en común entre las dos películas firmadas hasta la fecha por Arnold demuestran que estamos ante una cineasta que no tiene ningún interés en que las historias que ella misma escribe se desarrollen de forma rápida. Así, con un pulso magistral y un control envidiable del tempo, dejando claro que estamos permanentemente a su merced, va desnudando sin prisa pero sin pausa a sus protagonistas, para que poco a poco vayamos entendiendo las razones que les impulsan a actuar de una forma tan brutal y a priori incomprensible.
Si en el año 2006 nos sorprendió con la desgarradora historia de una “Gran Hermana” que en una Glasgow a simple vista deprimente buscaba venganza con tal de acallar las voces de los fantasmas de su pasado, ahora hace lo propio con otro universo suburbial británico. En él deambula una serie de personajes en permanente deriva, que no hablan de tiempos pretéritos por no despertar malos recuerdos y que no contemplan expectativas futuras bien por miedo a topar con otro desengaño, bien porque sencillamente la mentalidad del largo plazo no es más que una quimera. Es un sitio en el que la juventud está en un estado no muy alejado del descrito por William Golding en su novela más celebrada. La ausencia o el abandono de figuras paternales hacen que los críos (si es que realmente puede emplearse el término en este caso) cambien la coca-cola por la cerveza, las golosinas por los porros, la escuela por los Realities de la factoría MTV, y los valores éticos tradicionales por una actitud violenta que constituye su única defensa ante un mundo cargado de hostilidades.
Estos pequeños monstruos creados por el propio sistema encuentran en Andrea Arnold a una excelente retratista. El sentido de la justicia a la hora de filmar la geografía lo aplica también a las personas, encontrando un equilibrio casi perfecto entre frialdad y calidez, mostrando ternura sin caer en la condescendencia. Un juego brillante de matices detrás de las cámaras que, también hay que decirlo, hubiera caído en saco rato de no ser por unos actores totalmente entregados a la causa (especialmente la pareja protagonista, en la que descubrimos a una prometedora Katie Jarvis y en la que Michael Fassbender se consolida como uno de los valores interpretativos más al alza en la actualidad) y que dotan de credibilidad a esas singulares criaturas extrarradio.
Así, este drama aparentemente sencillo, con tintes de Nabokov, continuas metáforas fabulescas que pueden ser consideradas ya como marca de la casa, y con una duración un poco excesiva (una de las únicas quejas que pueden hacérsele al filme), ha dejado claro que lo mejor de la temporada dentro del cine independiente y/o británico se resume en dos palabras: ‘Fish Tank’. Un trabajo admirable, que sin ser tan destacable en el apartado técnico como ‘An Education’, deslumbra más, y sin recurrir al tremendismo de ‘Precious’, estremece y emociona de una forma mucho más honrada y satisfactoria. Es por ello que no alcanzo a entender que el brain drain norteamericano no haya cautivado todavía a esta talentosa directora para exprimirle hasta la última gota del buen cine que fluye por sus venas.
Nota:
7 / 10
por Víctor Esquirol Molinas
Ha nacido una estrella. Katie Jarvis.
7,5/10
A algunos la historia les provoca desesperanza y a mi esto me lo causó más que la historia, su ritmo y su duración. Es muy larga, tediosa y para mi no cuenta nada interesante (toda la película y sus detalles se puede resumir en menos de un minuto) ni lo hace de forma atrayente.
Soy consciente de que a nivel particular también afecte la especial animadversión que siento por los canis (también llamados kinkis, chonis, ect) y es que no me da pena por muy chunga que sea su madre, por muy ruinoso que sea su barrio una cría problemática, caprichosa, repelente, bocazas (y un largo ect de calificativos nada alagadores) y su triste vida.
Film que nos narra de forma lenta y hasta agonizante las aventuras y desventuras de una "chunga" por su barrio, su música hip hop y lo inaguantable que es. No me interesa.
La salva de una quema mayor sus destacables actuaciones. Uno por uno están geniales y la protagonista por rabia que de su papel lo borda y habrá que tenerla en cuenta para el futuro.
Un 4.4