¿No has creído, ni que fuera una sola vez; ni que fuera en lo más hondo de tu alma, que el tristón, anodino y grisáceo mundo en el que vives coexiste en realidad con otro mucho más divertido, apasionante... en definitiva, atractivo? Vale, puede que nuestros ojos, por razones que ahora mismo no vienen al caso, no sean capaces de percibirlo. Puede que hayan perdido la habilidad para hacerlo. Puede que, inconscientemente, hayamos aprendido a no verlo. La travesía por el mar de posibilidades corre el riesgo de hacerse eterna... quizás por esto no está de más recordar que no porque no alcancemos a ver significa esto que no exista. En otras palabras, y citando al genio,
''Ver es creer''... ¿o era ''Creer es ver''? Ni idea. De hecho, ¿qué diablos significará eso? A saber, lo has oído tantas veces que ya ha perdido todo el significado que en su día pudo llegar a tener.
Lo importante aquí es que el niño que llevas dentro, cuando permites que se exprese, te dice, con tono cada vez más desesperado, que tus sueños pueden hacerse realidad... porque tal vez ya sean reales. Te dice que aquella vez que tu cabeza se interpuso en la trayectoria de caída libre de aquella piña y acto seguido empezaste a ver seres diminutos que iban de un lado al otro del bosque por el que te paseabas, no estabas delirando por el cortocircuito que debía estar entorpeciendo tu actividad cerebral, sino que, al contrario, te hallabas bajo los influjos de una extraordinaria potenciación de tus sentidos. Créetelo, vivirás más feliz.
''Y si sigues sin creer... acércate; mira mejor'' todo lo que te rodea y las evidencias, cual hongos, brotarán literalmente del suelo. 'Epic: El mundo secreto', empieza precisamente así, haciendo un
llamamiento al bonachón e ingenuo (e indulgente) ser que precisamente guardamos en secreto en nuestro interior. No importa cuántas veces tus prospecciones terminasen en una aplastante decepción; concédele una última oportunidad a la magia (¿por qué no?) y verás por fin cómo la fe obtiene su merecida recompensa.
Blue Sky, ese pequeño-gran estudio empeñado en competir cara a cara con los demás gigantes de la animación -digital-, vuelve a la carga dirigiéndose, una vez más, a
los de más corta estatura, que como es sabido, son los que poseen la más grande de las imaginaciones. El
juego constante con la escala se erige, en su nuevo trabajo, como argumento principal a la hora de alcanzar el objetivo final en la vida de este tipo de productos, esto es, proporcionar excusas suficientes para que detrás de él vengan las secuelas, precuelas y reeboots que haga falta. Para abrir la lata (es decir, para las presentaciones; para la venta del producto) nadie mejor que Chris Wedge, encargado en su día (junto a Carlos Saldanha) de introducirnos en el mundo de 'Robots', pero sobre todo en el de la a posteriori híper-exprimible franquicia 'Ice Age'. Como en estos momentos su socio habitual está ocupado dándole más vida a la saga 'Rio' (en lo que será la segunda película dedicada a los simpáticos pajarracos azules), parece que ha llegado la hora de que Wedge pruebe suerte en solitario...
... Y que de paso demuestre, sin quererlo, que contrariamente a lo que ha venido demostrando, por ejemplo, la todavía todopoderosa Pixar, en Blue Sky lo de ''divide y vencerás'' no acaba de surtir el efecto deseado. 'Epic: El mundo secreto', a pesar de que su esperanzador título quiera indicar lo contrario, no deja de ser, a fin de cuentas,
otra constatación de que la animación por ordenador quizás está permitiendo en exceso ser víctima de su propia naturaleza. Por partes. Incluso en los momentos de máxima inspiración (que los ha habido, véanse las divertidísimas apariciones slapstickeras de la ardilla dientes de sable Scrat), Blue Sky jamás ha logrado dar la impresión de querer ir más allá de la estela marcada por los líderes de su categoría. Cuando tocaba subirse al alocado tren del referencialismo pop, ahí estaban. Cuando la receta del éxito consistía en mostrarse ingenioso (por encima de todo y costara lo que costara), así se la aplicó... ¿y ahora?
A tenor de lo mostrado por los principales referentes, todo apunta a que la creatividad y el ingenio en la concepción se han tomado un breve -esperemos- descanso para ceder espacio a
un camino-a la perfección técnica que definitivamente está acaparando demasiado protagonismo. ¿Y dónde está Blue Sky? Para bien o para mal, exactamente donde se la esperaba. La última película de Chris Wedge, a lo largo de su hora y media larga de metraje, no da síntomas de querer desvincularse de esta tendencia actual (incluso parece estar la mar de cómoda a la sombre de primas hermanas con más personalidad, como podrían serlo 'Arrietty y el mundo de los diminutos' o 'Arthur y los Minimoys'). El ritmo de esta little-big-adventure es el adecuado, las dosis de bufonadas están correctamente dosificadas, el guión basado en el libro de William Joyce tiene el atrevimiento de adentrarse en temas peliagudos (más allá de la retórica ecologista y del inagotable enfrentamiento entre el bien y el mal, son de agradecer los apuntes sobre las siempre complicadas, y por definición disfuncionales relaciones paterno filiales)... Dicho esto, ninguna de las temáticas es desarrollada ni que sea con un mínimo de valentía, la amplia mayoría de payasadas, que son
simpáticas y poco más, huelen a déjà vu y pocas -poquísimas- piezas de acción consiguen sobrevivir en la memoria durante más de cinco minutos.
La prometida épica se queda en poco más que epiquilla.
Mientras,
la inventiva, demasiado escondida, se destina allá donde marcan los cánones más actuales: a la enésima pirueta que por el ojo entra... y en el ojo permanece. Se mira pero no se toca. Claro,
siempre nos quedará el apartado visual. Qué menos. Como era de esperar, la ingeniería informática de esta odisea en miniatura funciona a pleno rendimiento para ofrecer (sobre todo a aquellos que no sintonizan con el ''Ver es creer'' y viceversa) un portentoso espectáculo lumínico que, poniéndonos puntillosos (y una vez recuperada la retina del deslumbrante impacto), lo único que consigue es dejarnos claro que los ordenadores de este año son más potentes que los del anterior (y dicho sea de paso, menos que los del que está por llegar) ¿Es grave este balance? Teniendo en cuenta que al target se le da todo masticadito para que ningún hueso estorbe la digestión, no. En absoluto... aunque tampoco está fuera de lugar recordar que,
hasta no hace tanto, el adulto estaba en igualdad de condiciones (con respecto al renacuajo) a la hora de pasárselo bomba con una de ''dibus''.
Nota:
5,5 / 10
por Víctor Esquirol Molinas