El pasado verano, El Bulli cerró sus puertas para siempre, después de haber sido durante muchos años referente de la gastronomía mundial y haber encumbrado a Ferran Adrià como el chef más innovador del mundo. Poco antes, el director alemán Gereon Wetzel y su equipo pasaron meses encerrados en la cocina-laboratorio de Ferran Adrià en Barcelona, para poder mostrar cada uno de los pasos de la creación de los platos que más tarde, unos afortunados comensales degustarían en el restaurante de 3 estrellas Michelin en la cala Montjoi de Roses. La creación, la inspiración, las técnicas y todos los secretos de la ''cocina molecular'' de Ferran Adrià, se muestran por primera vez en la gran pantalla en 'El Bulli: Cooking in Progress'.
Abierto en el año 1962, El Bulli acabó convirtiéndose en uno de los principales motivos de alegría y orgullo que ha tenido nuestra gastronomía en los últimos tiempos. El que llegara a ser considerado como el mejor restaurante del mundo (con las estrellas Michelin saliéndole de las orejas, bien entendu), no solo se erigió en uno de los puntales de nuestra cocina, sino que hizo lo propio con la mediterránea, con la experimental... con la que ha acabado denominándose (como muchos otros movimientos) ''nouvelle''. Sí, hablamos de aquellos platos que poco o nada tienen que ver con aquellos en los que nuestra querida abuela volcaba todo su amor hacia unos nietos siempre hambrientos; siempre deseosos de hincarle el diente a la última de sus creaciones.
¿Quién necesita un horno? ¿Quién es el depravado que hace un segundo plato a base de, pongamos, cordero? ¿Para qué usar esas chorradas de teletienda cuando acaba de salir al mercado el centrifugator 3000, el preferido de las industrias farmacéuticas? ¿Por qué molestarse en ir a buscar un vulgar (pronúnciese el adjetivo como si se estuviera escupiendo) trozo de carne cuando estamos en plena temporada del semen de bacalao? ¿Por qué gastarse dinero en una nevera (de nuevo, escupiendo mejor) cuando el precio del nitrógeno líquido está por los suelos? Un segundo, ¿esto último no debería guardarse en caso de que llegue del futuro un robot asesino hecho de metal líquido? Mejor no pensar en esto ahora, que todavía tienen que confeccionarse las delicias para la nueva temporada.
Y no una temporada cualquiera, sino la última. La ultimísima. En la costa de Roses se acabó lo que se daba, pues el bueno de Ferran Adrià decidió colgar el delantal... de cara al público. La niña de sus ojos, su máxima creación cerraría las puertas para mutar en fundación dedicada a la investigación en creación e innovación de la ciencia gastronómica. Con un poco de suerte, en el año 2014 los mortales podrán volver a entrar en el templo particular de Adrià dedicado a la ''exploración de los límites de la creatividad''. Mientras, tenemos permiso para tratar de descifrar este batiburrillo conceptual, y cómo no, visionar 'El Bulli: Cooking in Progress', documental de Gereon Wetzel que nos lleva a conocer el funcionamiento de este fenómeno gastronómico a nivel mundial.
Esta es la premisa del filme: mostrarnos las entrañas de la bestia, convirtiéndose así en testigo de primera mano de la colocación / mantenimiento / funcionamiento de los engranajes que hacen avanzar a la gran maquinaria. Esto es, un filme con el mismo espíritu que los trabajos del maestro documentalista norteamericano Frederick Wiseman. No hay voz en off, el uso de la música es neutro y en ningún momento se desprende cualquier tipo de discurso o comentario de la jugada. Simplemente hay una cámara que está en el sitio adecuado para captar un gesto, una frase, una mirada... todos ellos igualmente reveladores. Una objetividad palpable que aunque no oculte cierta admiración del autor hacia su estrella, sí consigue imponerse y reivindicarse como utensilio indispensable para un acercamiento veraz al material de estudio.
El resultado en esta ocasión es un viaje hacia un laboratorio aparentemente propiedad de un científico loco, donde resulta que un grupo de los mejores investigadores del mundo en la materia, ponen toda la carne en el asador para conseguir la excelencia en el sabor y en la estética. Un micro-universo inquieto y en continua mutación (véase la cronología del propio Bulli) no exento de las cotas de surrealismo y locura que ciertamente parecen indispensables para alcanzar la genialidad. Un genio aderezado con demencia (véase por ejemplo al "Doctor Chiflado" probando su última ocurrencia... agua con aceite; delirio preludio de las grandes ideas) que se queda en los fogones, y que no mancha a un documental que al menos se muestra transparente. Quizás la cámara de Wetzel no sea ni tan incisiva ni tan estimulante como la de Wiseman, pero esto no impide que en 'El Bulli: Cooking in Progress' se aprecie con claridad el escurridizo pero latente factor humano de una institución que ha adquirido la categoría de divinidad.
Nota:
5 / 10
Por Víctor Esquirol Molinas