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'Drive': La soledad del asfalto

Vía El Séptimo Arte por 27 de diciembre de 2011

Driver es un conductor especialista de cine por el día y un conductor para fugas por la noche. Pero no importa el trabajo que tenga que hacer porque Driver se siente siempre a gusto detrás del volante. Shannon es mentor de Driver a la vez que su jefe. Desde que se dio cuenta del talento de Driver al volante, le busca directores de cine y televisión del mundo del entretenimiento o a ladrones que necesitan el mejor conductor para sus fugas, pero llevándose una comisión en ambos casos. Shannon siempre está planeando la forma de hacer dinero y ahora quiere encontrar un coche de carreras que pueda competir en el circuito profesional.

Quien haya tenido la suerte (o la mala pata, según como se mire) de pasar como mínimo un día en Los Angeles, se habrá dado cuenta que la vida en esta ciudad requiere de un elemento fundamental para la supervivencia: un vehículo motorizado. Para ir a comprar el pan, para ir al cine, para darse un baño en playa... no importa lo que se quiera hacer, pues para llegar a ello es siempre necesario un coche. La razón es genuinamente americana, al ser esta urbe californiana uno de los mayores exponentes de uno de los mayores activos de la nación estadounidense: el espacio, o mejor dicho, la flagrante abundancia de espacio. Así, más allá del downtown de rigor, los rascacielos desaparecen del mapa, convirtiéndose la ciudad en una interminable sucesión de edificios de no más de tres pisos, atravesada por una autopista inmensa, y cuyo final no alcanza la vista.

Es decir, sea cual sea el destino, la carretera es el único camino hacia él. Quien quiera pasar por Los Angeles, debe pasar por el asfalto. James Sallis lo comprendió a la perfección a la hora de escribir la novela 'Drive', y lo mismo puede decirse de Nicolas Winding Refn a la hora de adaptarla. El director danés da por fin uno de los saltos más esperados hacia la meca del cine. Tras una primera parada/coqueteo en Inglaterra, donde firmó la interesante pero demasiado irregular 'Bronson' (una de las principales causas de la gran popularidad que sigue ahora a Tom Hardy), el pupilo ahora renegado de Lars Von Trier salta el charco para filmar el que desde su presentación en sociedad en el Festival de Cannes, ya vino con la estela de título de culto del año.

Hablando del certamen, y haciendo caso a las malas lenguas, puede que el Premio a la Mejor Dirección obtenido deba agradecerse a la tozudez de Johnnie To, pero esto para nada debe borrar el mérito de un cineasta que ante una peligrosísima prueba de fuego, no solo no se arrugó sino que además aprovechó la ocasión para justificar la confianza puesta en él, con este título que consigue aquello que parece imposible: conciliar las inquietudes artísticas con las del show businsess. Esta sería la mejor manera de presentar 'Drive', una película que en efecto logra contentar tanto al público amante del entretenimiento más universal, como del que desea alejarse del mainstream. Eso es, cine comercial -valga la redundancia- con alma.

Para la ocasión, y en parte siguiendo la estela de Quentin Tarantino y su delirante villano de 'Death Proof', nos habla de un conductor especialista en escenas de acción que al caer la noche pone toda su pericia al volante para que pueda llevarse a cabo la parte final de todo buen atraco: la fuga. Se trata de un hombre que, por circunstancias varias, la mayoría de las cuales totalmente ajenas a su voluntad, se verá cada vez más implicado en negocios criminales. Callado y solitario, no obstante dará una oportunidad a su parte más sensible después de conocer a su atractiva vecina, de la que se enamorará perdidamente desde el primer encuentro.

Notables actores de diversas generaciones se unen al talento de Refn en su aventura americana para concebir un thriller de gángsters deliberadamente emblemático de la era post-GTA, con un estilo visual electrizante y un muy buen aprovechamiento del sonido, así como de sus geniales temas musicales. Es un filme cuyo resultado final es un claro reflejo de lo que viene siendo hasta ahora la sin duda interesante carrera del director nacido en Copenhagen: imprevisibilidad al poder. La secuencia con la que abre la cinta es sencillamente magistral: una huida del lugar del crimen sin persecución tradicional, pero con altas dosis de tensión, en la que se compagina la acción sobre el asfalto con la del parquet baloncestístico del Staples Center (ocupado de forma no casual por los Clippers, en vez de los archiconocidos Lakers), llegando ésta última a través de la radio del coche.

Una pequeña pieza para enmarcar que da paso a hora y media de balada moderna de inspiración ochentena (de hecho, uno de los malos de la función, brillante Albert Brooks, afirma que en dicha época se concentraron sus mayores días de gloria), mezcla de drama romántico, cine negro e historieta de superhéroes (elementos magistralmente condensados en la escena del ascensor, que desde el principio hasta su sangriento desenlace, se sitúa entre lo más maravilloso filmado este año), siendo muy visible este último elemento en el dibujo de su protagonista, que se las arregla para mantener siempre su anonimato, ya sea a través del uso de máscaras, o en un sentido más metafórico, esculpiendo su rostro en piedra quebradiza. Pero no estamos ante el clásico héroe americano, de intachable conducta, sino ante un ser ambiguo, que al igual que el escorpión de la fábula, lucha por no caer presa de su naturaleza violenta.

No hay sin embargo debates internos en la mente de Nicolas Winding Refn, que siempre tiene claro por dónde guiar a sus actores (excelente labor la de todo el reparto, desde el sutilísimo Ryan Gosling hasta el citado Brooks, pasando por un auto-paródico Ron Perlman, un entrañable Bryan Cranston y una encantadora Carey Mulligan). Sabe también por dónde llevar una trama que sabe desviarse lo suficiente del marco propuesto por James Sallis para así adaptarse mejor a su voluntad, que visto el resultado, hace gala de un afinadísimo instinto, fruto sin lugar a dudas de años de experiencia dedicados a hacer madurar un cine tan personal como brutal (véase la trilogía 'Pusher' o aquel injustamente maltratado poema violento que era 'Valhalla Rising'). Un cine que conduce con pasmosa habilidad entre el estilo y el alma.

Nota: 7,5 / 10

Por Víctor Esquirol Molinas

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