Buscador

Twitter Facebook RSS

'Blancanieves': ¡Y olé!

Vía El Séptimo Arte por 27 de septiembre de 2012

Ahora sí que sí. Este viernes va a celebrarse la última clase de esa asignatura a la que el cine nos ha sometido, sin que nosotros lo acabáramos de pedir. El título: "Blancanieves 2012 I" (siempre hay más partes en toda fábrica de créditos universitarios que se precie). Quien haya hecho los deberes a lo largo del año, recibirá el título prometido de Doctor en el cuento de los hermanos Grimm -faltaría más- y podrá contestar, a modo de cuestionario, a una pregunta que obviamente estará planteada tipo test, por aquello de ahorrarle tiempo al pobre corrector. Dirá así: "¿Cuál ha sido la película de Blancanieves estrenada en el año 2012 que más le ha gustado? a)- 'Blancanieves (Mirror, Mirror)', de Tarsem Singh. b)- 'Blancanieves y la leyenda del cazador', de Rupert Sanders. c)'Blancanies', de Pablo Berger. d)- Ninguna de las anteriores."

A sabiendas que para gustos, los colores, la concesión del certificado no estará condicionada a la respuesta del encuestado. Pero ya que estamos analizando, servidor tiene clarísima su preferencia. No la de Tarsem Singh. No la de de Rupert Sanders. La de Pablo Berger. La mejor. De largo. Antes de ir a la sala de cine, dos handicaps de los más fuertes. Injustos -e injustificables dirán otros-, sí, pero innegables. El primero, la estela de premios y aplausos que "un tal" Michel Hazanavicius conquistó hará poco menos de un año con una propuesta estéticamente (en negrita mejor) muy similar. Lo nuevo, aunque en realidad sea tan viejo como el cinematógrafo, gusta. Lo viejo, aunque sea tan "nuevo" como, por ejemplo, el 3D, gusta. Lo viejo, si tiene apariencia de antiguo, echa para atrás. Hasta aquí la pelota mental.

Segundo prejuicio: a estas alturas el mítico relato de los Grimm, ya de por sí imprimido a fuego en la cultura popular, sin necesidad de película alguna, ya está más sobado que las excusas económicas de nuestro gobierno. Una vez más, con las historias que ya sabemos, preferimos no tener que pasar por el peaje para que nos las cuenten. Con las historias nuevas sucede justamente lo contrario: nos matamos los unos a los otros si hace falta con tal de descubrir nuevas fórmulas; nuevas sensaciones. Es mentira podrida. Pero a base de mentiras funcionamos... no hay que mirar el Congreso de los Diputados. Ya lo dejo. El caso es que si consigue sacarse de encima todos estos absurdos y contraproducentes prejuicios, el espectador (de cualquier edad; con cualquier gusto) descubrirá un prodigio. Una maravilla.

Una razón para seguir creyendo en ese séptimo arte que tantos palos nos da... pero que de vez en cuando sabe recompensar nuestra fe. Y ahí está. La pobre huérfana (atentos a Macarena García), la madrastra (estupenda Maribel Verdú), el castillo, los siete enanitos, la manzana, el cazador (de talentos)... todos estos elementos desde hace siglos instaurados en el imaginario colectivo se trasladan a la Andalucía de principios del siglo XX. Se nos presentan todos los factores en un blanco y negro que quita el hipo, y tan mudos como el presidente de nuestro gobierno cuando realmente se necesita que dé la cara. Ésta ha sido la última, lo prometo. La pantalla del cine vuelve a los orígenes, adoptando su forma cuadrada original, para narrarnos por enésima vez una historia fundamental a la hora de originar nuestra cultura. En este marco tan fundamental; tan original, si se permite, todo es posible.

Es posible que el toreo sirva para presentar a la familia de la heroína. Es posible que el flamenco se use como fondo dramático. Es posible que la provocación sexual se encarne en la villana de la función. Es posible que el legendario castillo se convierta en un mausoleo dedicado a tiempos pasados, y símbolo del muy nuestro latifundismo. Dicho esto, el factor pereza ante estas características no debería existir, sobre todo gracias a (ya ahora es cuando el inconveniente debería transformarse en incentivo) aquella joya titulada 'The Artist' que cautivó a medio mundo. Por si todavía persistiera, servidor se ve con la obligación moral de hacerse pesado, e insistir en que los rumores que nos llegaron del Festival de Cine de Toronto hace unos días (y que posteriormente se harían más fuertes en San Sebastián) no eran falsos.

'Blancanieves' realmente es el prodigio que nos han vendido. Es la enésima muestra de que no hay nada más universal que el cine silente bien hecho. No hay nada más disfrutable que reconocer en la misma proyección a genios de la talla de Fritz lang, F.W. Murnau, Tod Browning, Charles Chaplin... y sí, incluso al Billy Wilder de 'El crepúsculo de los dioses'. Pablo Berger, un loco -bendita locura- que después de filmar la deliciosa 'Torremolinos 73' (también muy nuestra... y muy exportable), decidió embarcarse en una misión imposible que, tras mucho sudor y muchas más carambolas -así se dan los milagros-, se convirtió no sólo en una de las mejores cintas recientes de nuestra filmografía, sino también de todo el mundo. 'Blancanieves', que pasa por ser seguramente la mejor interpretación del clásico de los hermanos Grimm de todos los tiempos, son toneladas de cine en estado puro concentradas poco más de hora y media de metraje. Es una mezcla (solamente posible cuando se celebra el arte llevado a su máxima esencia), de comicidad, tristeza, terror y mucho, mucho duende. Una obra inmensa, que huele a premios a la legua. Ojalá. Una película tan perenne como el cine original. ¡Olé!

Nota: 8,4 / 10

Por Víctor Esquirol Molinas

< Anterior
Siguiente >