La joven Joana Prats, hija de un afamado empresario de la Barcelona del siglo XIX, sufre una misteriosa enfermedad a la que nadie ha sabido encontrar una cura y que afecta a la percepción que tiene de la realidad. Sus sentidos parecen estar en perfecto estado, no obstante, todos los estímulos que recibe a través de ellos están tan distorsionados que le es imposible llevar una vida normal más allá de los muros de su casa. A pesar de su incapacidad, Joana está en el punto de mira de diversos grupos empresariales, al ser la única conocedora de una fórmula revolucionaria que puede cambiar la industria armamentística para siempre.
Agnosia, dícese de la pérdida de la facultad, por parte del cerebro, de reconocer los estímulos que le llegan. ¿Padeciendo una incapacitación permanente que, en cierto modo, aísla al sujeto por completo de todo aquello que le rodea, puede llevarse una vida normal? Muy complicado. Pero quizás es más difícil salir abucheado de Sitges... y a fe que Eugenio Mira lo consiguió. En muchas ocasiones se ha comentado la entrega con la que los espectadores asisten a cualquier sesión de nuestro festival de cine fantástico favorito. La gente va allí a pasárselo bien... pongan lo que pongan. La disposición con la que acude el respetable es casi la misma con la que se acude a cualquier fiesta, por esto es casi imposible que una proyección no termine en aplausos. No fue el caso de 'Agnosia', cuyos títulos de crédito finales fueron acompañados por los silbidos de la sala.
Y eso que Euegnio Mira a priori gozaba del favor del público desde el año 2004, en el que presentó su ópera prima, 'The Birthday', thriller paranoide español rodado en inglés protagonizado por un desacertado Corey "Bocazas" Feldman. Se trataba de una película llena de detalles interesantes, en la que se sucedían los giros surrealistas durante una fiesta de cumpleaños celebrada en un hotel decadente que resultaba estar tomado por una peligrosa secta. Una propuesta en esencia no muy alejada del universo David Lynch, que consiguió hacerse con el Premio a la Mejor Dirección Artística. El mimo por el apartado visual le valió al director alicantino en aquella ocasión los aplausos de más de uno y el ya mencionado reconocimiento en el palmarés sitgetano del año 2004. En esta ocasión esta cura estética supone casi la única virtud de 'Agnosia', filme de brillante factura técnica pero de cargante y a veces exasperante contenido. Un acabado visual espectacular que igualmente también se las ingenia para hundir en el aburrimiento un argumento que para nada pintaba mal.
Si hacemos un poco la vista gorda con la comparación, nadie podría tildarnos de locos si dijéramos que 'Agnosia' es un intento -muy sui géneris- de 'Origen' a la española (¡qué poco tardan en aparecerle rivales directos a Christopher Nolan!). En esta ocasión no hay sueños de por medio, pero sí la alteración de la percepción que proponía aquel fantástico thriller de ciencia-ficción y acción. El mundo de lo onírico se ve aquí reemplazado por una agudización extrema de los sentidos que da título a la cinta y que impide a la guapísima Bárbara Goenaga interactuar normalmente con sus seres queridos. El blanco vuelve a marcarlo la descendencia sanguínea de un adinerado empresario y el botín no es ningún objeto, sino una idea, un concepto. De modo que los ladrones deben jugar con la mente de su víctima. Como en el siglo XIX no existían -que yo sepa- maletines de inspiración cyberpunk que permitieran la infiltración en los pensamientos ajenos, los malhechores se verán obligados a jugar con la invalidez de la protagonista, construyendo un ingenioso engaño a su alrededor.
Vuelven pues los grandes complots que tanto parecen gustar a Eugenio Mira... y si nosotros compartiéramos esa devoción aunque sólo fuera la mitad, la experiencia habría sido bastante buena. Lástima que no fuera así. El entramado para hacerse con el valiosísimo secreto que esconde Joana va perdiendo peso en pos de un retrato de la Barcelona industrial más caótica y de un triángulo amoroso que, por mal narrado, no convence ni engancha en ningún momento. Cuando parece que la acción se centra de nuevo en el "robo", éste también ha perdido todo su interés. Eso sí, los estímulos sensoriales de Mira son impecables. Demasiado. El constante juego con la distorsión de la imagen y el sonido se hace agotador, lo mismo que la planificación y ejecución de las escenas más relevantes, que por buscar tan desesperadamente el lucimiento detrás de las cámaras acaban siendo ridículas (el más claro ejemplo lo encontramos en la escena final de las escalinatas, mezcla forzadísima de desenlaces realmente memorables, como lo eran los de la tercera entrega de 'El Padrino' de Coppola o el de 'Hierro 3' de Kim Ki-duk). Un caso de lirismo formal fastidioso, demasiado parecido al de la también hinchadísima 'Hierro', de Gabe Ibáñez, por ejemplo. La pompa... que por definición, cansa.
Nota:
4 / 10
por Víctor Esquirol Molinas