'El jugador de ajedrez' - La regla de los cincuenta movimientos
Empiezo a pensarlo tantas veces que ya no sé si se trata de algo mío. Si el hecho de ver tantas y tantas películas me está insensibilizando ante su capacidad y/o potencial para emocionarnos de alguna manera. O si es cosa de la edad, en un amargamiento progresivo acompasado al ritmo de las canas y las arrugas. O si es cosa de esta época de abundancia en dónde no tenemos ni cinco minutos que perder aunque no tengamos nada que hacer. O si en realidad no es nada más que paja con la que soltar los dedos para que el papel no esté en blanco.
Todo esto dicho sea en relación a 'El jugador de ajedrez', entretenida y eficiente adaptación de la novela de Julio Castedo cuya carencia principal se resume en una frase: "le falta vida". Esa "vida" que un servidor empieza a encontrar le falta a muchas películas, hechas en apariencia como hay que hacerlas según el manual del buen artesano, con escuadrón y cartabón, pero a las que cuesta ver como algo más que una aplicación del manual más o menos apañada, más o menos servicial para con su público como podría ser 'El secreto de Puente Viejo'.
El común de los entendidos mal avenidos consideraría a 'El jugador de ajedrez' como lo que es, una cinta muy correcta en todos sus frentes. Tan correcta que por echarle algo en cara, algo que realmente no sea tan correcto, tan solo le vamos a echar en cara la elección de la poco emocionante Melina Matthews. Mientras, los no tan entendidos o no tan mal avenidos la medio abrazaran con moderado entusiasmo y/o condescendencia, más que por las maneras por una historia que tiene "su aquel"... aunque Luis Oliveros no le haya sabido hacer "apasionante".
Y aquí es dónde volvemos al principio, a ese "le falta vida" que no sabemos del todo en qué medida no es cosa nuestra. Y quién diga que no es así con pelos en los huevos y una poca de conciencia miente... y lo sabe. 'El jugador de ajedrez' tampoco supone plantearse esa duda, aunque sí alimenta la desapasionada realidad que surge de un porcentaje cada vez menor de títulos que a uno le alegran el día. De películas que son algo más que una estadística de IMDb que aún sin haber roto un solo plato, pasan por nuestras vidas sin pena ni gloria.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex