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'Contra lo imposible' - A medio gas

Vía El Séptimo Arte por 14 de noviembre de 2019
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Estar en la sala de proyecciones de The Walt Disney Company, que se apaguen las luces y aparezca el logo de 20th Century Fox, acompañado de su característica fanfarria, es una de las cosas más extrañas y desconcertantes que he vivido en mi carrera como espectador. Es en apariencia una relativa gilipollez que a más de uno le traerá sin cuidado, lo sé, pero que al igual que 'Ford v Ferrari' encierra un subtexto de lo más... incómodo, por llamarlo de alguna manera.

Pero 'Ford v Ferrari' no es una película incómoda, precisamente. Y también, por desgracia. Viene a ser como un recordatorio de lo que entendíamos que era el cine de Hollywood en otra época, antes de que las grandes corporaciones hicieran de ella un restaurante de comida rápida (aunque no necesariamente basura, ojo). Un emocionante relato de determinación, una emotiva historia de aceptación; una solvente mezcla entre película, respeto, orgullo y espectáculo.

'Ford v Ferrari' es una de esas películas americanas, muy americanas con aroma a clásico que no importa cuanto sepamos de ellas de antemano, que tampoco nos sorprenderán. Una película sólida, bien hecha, elegante, bonita, impecablemente empaquetada. Una película con dos protagonistas carismáticos, una historia con gancho, un estudio a su servicio. Una baza ganadora: 'Ford v Ferrari' es una película que es fácil disfrutar, porque está hecha para disfrutar.

Y en las distancias cortas, funciona. James Mangold siempre cumple, y a Matt Damon y Christian Bale siempre es un placer verles. La producción posee ese halo de calidad hollywoodiense, con buena presencia y muchas caras conocidas. Y se trata de una historia en la que los americanos siempre son más que cualquier otro ser del universo... aunque sin embargo la dignidad, al final, muy al final, la aporte un respetuoso cruce de miradas entre un británico y un italiano.

Este simple gesto, breve y sencillo pero enormemente elocuente, resume a la perfección el por qué 'Ford V Ferrari' funciona en las distancias cortas, pero no tanto en las distancias largas: Porque es un utilitario con la apariencia de un deportivo. Una bonita carrocería con un motor en realidad, más ruidoso que potente. Este gesto, como otros muchos son apenas unos destellos a lo largo de una historia que sirve a la corporación, por más que aparente defender al individuo.

Al igual que en 'Cars 3', los hacedores de 'Ford v Ferrari' dejan que la auténtica historia desfallezca en las cunetas de un trazado demasiado familiar. En uno de esos circuitos TAN americanos en los que sólo tienes que girar cuatro veces a la izquierda. En una de ESAS carreras algo manipuladoras, y algo artificiosas que no pueden evitar amoldar la realidad a su verdad y apoyarse en detalles superfluos e innecesarios, como que el rival a batir en apariencia parezca un capullo.

En apariencia. Y es que ahí está el tema: 'Ford v Ferrari' es en apariencia esta gran historia americana de superación hasta la victoria que hemos visto muchas veces. En apariencia, pero no en esencia. En esencia, la historia y con ella la película ofrecen los suficientes gestos, breves y sencillos pero enormemente elocuentes, como para vislumbrar por debajo una película mucho más interesante de la que se muestra. Una película más incómoda, menos condescendiente.

No es tanto un problema como esa frustrante sensación, la de cuando tu equipo marca un gol y se echa para atrás en lugar de ir a buscar el segundo. De la seguridad de un vehículo monovolumen frente a un todoterreno, de transitar por asfalto o por el campo. La evidencia, manifiesta, especialmente, en sus últimos coletazos, de que se trata de una producción netamente hollywoodiense, en la que la realidad viene adornada con un bonito y cómodo papel de regalo.

'Ford v Ferrari' es muy superior a producciones como 'Driven', por descontado, pero a su vez, es claramente inferior a producciones como 'Rush'. Hace carrera con lo común pero gana cuando se aleja de ello. Dos horas y media que se hacen cortas, porque el relato, siempre por debajo de los 100 km/h, se queda corto. En cierta manera, se conforma con una victoria cómoda, sin riesgo. Sin forzar el motor, no vaya a ser que su preciosa carrocería sufra algún daño.

Con ladrarle a un (nuevo) dueño al que no se atreve a morder.


Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex

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