Un artista pinta un membrillero plantado en su jardín. Aunque ha trabajado sobre el mismo tema en otras ocasiones, nunca ha introducido entre las hojas del árbol los rayos del sol. Capturar ese efecto de luz posee una gran dificultad. En esta ocasión decide afrontarla. Pero lo hace como es habitual en él, con una tensión razonable, sin perseguir el acabado del cuadro, sin otro afán que permanecer unas semanas del otoño junto al árbol. Cuando el invierno se anuncia, los mebrillos maduros, al caer de las ramas, ponen punto final a su labor, iniciando el tierra el proceso de su descomposición. Es entonces cuando, en la noche, el artista nos cuenta un sueño.

- Festival de Cannes 1992: Premio FIPRESCI y Premio del Jurado.