Carlos Álvarez, un detective aferrado a su vieja gabardina y a anticuados códigos de comportamiento, recibe el encargo de vigilar a la mujer de un empresario. Las presuntas y evidentes infidelidades se complican con una muerte. Pronto entran en juego nuevos protagonistas: la hija del empresario, una joven con muchos encantos y escasos reparos, el abogado de la familia y el socio millonario con negocios reconocidamente ilegales.

El detective se convierte en el blanco de golpes, balazos e interrogatorios policiales, mientras trata de esclarecer la muerte de su cliente y cerrar un caso por el que ha cobrado sólo la mitad. Carlos es un superviviente nato y se mueve con soltura en las turbulentas aguas de un caso que cada minuto que pasa se complica más con giros totalmente inesperados.

Un punto crucial de la trama se produce cuando irrumpe en la Gloria, una vieja historia de amor que Carlos nunca había logrado cicatrizar y que ahora se reabre con toda su crudeza. Los viejos fantasmas del pasado se mezclan con los mafiosos, asesinos y perdedores del presente. Gloria es la esposa de Pedro Zamora, una de las grandes fortunas del país y un individuo con el que es preferible no tener problemas. Pero Carlos ha decidido llegar hasta el final.

Pero los malos y los buenos no son siempre lo que aparentan y Carlos se verá sumergido en un juego de intereses, venganzas, celos y ajustes de cuentas, en el que el detective es la parte aparentemente más débil. Acostumbrado a perder apuesta su futuro en la solución del caso y en la búsqueda de una particular justicia, un orden natural en las cosas. Pero en esta historia las cosas nunca son lo que parecen y ni siquiera te puedes fiar de los muertos.

Al final, Carlos regresa a su mundo de rutina y crucigramas, sólo, mucho más sólo que cuando comenzó el asunto; un asunto del que ni siquiera ha sacado el dinero esperado. Lo único que logrado ha sido acariciar de nuevo un sueño y saber porque para emprender un viaje siempre hacen falta dos billetes.