'La ley de Comey' - O conmigo, o contra mí
Desde hace unos cinco o seis años que la vida en Estados Unidos está claramente marcada por la controvertida figura de Donald Trump. Sobran las presentaciones. Nadie como él (o lo que pensemos y/o creamos que sea él) para representar en qué se ha convertido la política no sólo en Estados Unidos, algo capaz de hacer que tengamos más miedo de un político que de un virus... aunque sólo sea por una mera cuestión de lógica: El virus no tiene elección.
"Yo no soy mala... Es que me han dibujado así", decía Jessica Rabbit. Un político sí tiene elección, y de hecho se supone que es elegido. Nos guste o no, Donald Trump fue elegido. La democracia, la llamada democracia casi exige un bidé en el salón: Por si la mayoría está a favor de meterte un palo por el culo. Las razones para hacerlo son lo de menos: Los palmeros de turno ya se encargarán de que la cantinela no deje de sonar en sus 40 Principales.
Trump. Donald Trump.
No, no me estoy desviando... aunque lo parezca, 'La ley de Comey' no es un alegato contra Donald Trump, aunque sí contra lo que representa: Al fin y al cabo Trump no es malo, es que le han dibujado así. Y así saca tajada de un sistema que permite que alguien como él sea Presidente de los Estados Unidos. Y un sistema que en España a su vez permite que tengamos lo que tenemos... y no diré más, salvo que "cada pueblo tiene los gobiernos que se merece".
Alguien como él. Elegir. 'La ley de Comey' se centra en estas dos cuestiones, y en lo difícil que resulta a menudo manejarse en la vida en cuanto empiezas a subir de nivel. Todos somos como somos, y todos tenemos elección. Pero a su vez, no tenemos ningún control sobre todo lo demás... ni sobre los demás. Al menos, la mayor parte de la humanidad, no así unos pocos elegidos que pueden afrontar la vida como si estuvieran jugando a un juego de mesa.
Servida en dos mitades bien diferenciadas, 'La ley de Comey' relata lo que pasó antes y después de las elecciones norteamericanas de 2016 desde el punto de vista de James Comey, el director del FBI en aquella época. Un hombre "íntegro" y "honesto" al que la vida le puso al frente de la investigación de "los email de Hillary Clinton". Daba igual lo que pasase o hiciera, que en un mundo como el nuestro, tan ciego, sordo e interesado, siempre lo tendrás jodido...
... si te consideras una persona, claro está, y no un estómago desalmado.
Como si fuera un cruce entre 'The Report' y 'Todos los hombres del presidente', 'La ley de Comey' es ante todo una crónica con vocación periodística. Un informe algo estilizado (por el bien de la audiencia) de un suceso real tan conocido como a su vez, desconocido. Una crónica de porte tan marcial como elegante que va al grano, donde cada gesto, palabra y personaje están cronometrados para servir como peones a un propósito sobre todo y ante todo, narrativo.
Que Donald Trump se presente como una especie de villano es lo de menos: Tanto él como Comey, así como todos los demás no dejan de ser engranajes de un mecanismo mucho mayor que no entiende de personas, sino de números. Un sistema que se nutre por igual de los cadáveres de la buena y mala voluntad. Una imagen sucinta para nada reñida con la complejidad de quiénes somos ante lo que de verdad importa: Las decisiones que afrontamos y tomamos.
La valentía se mide entrando en el edificio en llamas, no diciendo que lo haríamos. 'La ley de Comey' es una obra política aún a su pesar, o no, del mismo modo que las decisiones del propio Comey tuvieron un valor político... aún a su pesar, o no. Una obra densa y compleja pero a la vez estilizada y adecuada al gran público que hay que seguir con la debida atención si uno no se quiere perder dentro de una dialéctica y un contexto, además, muy americanos.
'La ley de Comey' es un "falso thriller político" de vago aire setentero muy interesante a diferentes niveles. De manera especial, y al igual que 'Antidisturbios', por incitarnos a pensar en el mundo que nos rodea: Un mundo "en llamas" sin una guerra de por medio que haya prendido la mecha. 'La ley de Comey' es estimulante en la medida que no apela al sentimentalismo, sino a lo difícil que es ser uno, o incluso uno mismo cuando todo se reduce a "o conmigo o contra mí".
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
Comentarios