'El silencio de la ciudad blanca' - Poner la cámara y a correr
Si la semana pasada era 'El asesino de los caprichos', en esta es 'El silencio de la ciudad blanca' la que pone de manifiesto que el cine español tiene un serio problema con el thriller. Un género que producido en nuestro país da la sensación, justa o injusta, merecida o inmerecida, que rara vez da la talla como es debido. Con o sin Aura Garrido de por medio. Y salvo honrosas excepciones, claro está, alguna de ellas dirigidas, quién lo diría, por los mismos responsables de las dos cintas mencionadas.
Curioso que uno de los mejores thrillers del año sea español, 'Hierro', la excepción (en este caso televisiva) que bien nos sirve para confirmar esta frustrante regla con la que la adaptación de la novela de Eva García Sáenz de Urturi tiene algo en común, tan sólo "algo en común" cuando debería de tener más, mucho más en común. Para empezar, que poner a correr a sus protagonistas como pollos sin cabeza no es una forma de narrativa; tampoco, llevárselos a la cama a la mínima ocasión.
Da igual que hablemos de 'El asesino de los caprichos', que da lo mismo que lo hagamos de 'El silencio de la ciudad blanca': En ambos casos podemos referirnos en los mismos términos. Los mismos problemas, el mismo mal. Llámese Gerardo Herrero, llámese Daniel Calparsoro. Dos directores con nombre (y pasado) que no tienen problemas para seguir sumando aunque sus últimas películas no sumen ni media juntas. Poner la cámara y a correr, como si con dinero de por medio fuera tan sencillo como tan simple parece.
Ambas, sendas producciones perezosas y anquilosadas en un modelo cinematográfico del que exponen sus vergüenzas, sin mayor intencionalidad que la transcripción críptica y funcional de unos hechos que dan a entender que la Tierra, el mundo y sus quehaceres son planos. O cuando uno más uno son dos porque así son las matemáticas son así. El thriller, como tal, es una cuestión de atmósfera, de estilo. Un envoltorio más o menos sensacionalista al que por lo general, da fuerza, sentido y/o encanto lo que late por debajo de lo evidente.
Lo que la verdad sugiere.
No se trata de un enfrentamiento entre Herrero y Calparsoro. Pero si lo fuera al menos este último, a los puntos, muestra un mayor respeto por el escenario y un mejor aprovechamiento de los recursos, por más que elegante falta de osadía siga cediendo toda la responsabilidad a ese cacho de papel llamado guión. Un guión que traza el camino con la frialdad de un Tom Tom sin que Calparsoro insufle vida al viaje. O fuerza, o sentido, o encanto. Y así a sus protagonistas les gusta correr aunque no sepan, o no sepamos para qué.
O por qué.
Una serie de lugares más o menos comunes enlazados, así, sin más. Porque uno más uno son dos. Y porque todo sucede así, sin más, porque lo pone en el guión. Como si fuera por compromiso: Poner la cámara y a correr. La película de 'El silencio de la ciudad blanca' es un telefilme, elegante pero convencional telefilme donde las cosas ocurren por el mero hecho de ocurrir. Incapaz, a diferencia de 'Hierro', de jugar con los muertos de sus personajes para convertirlos en los muertos de los espectadores. Y así sólo nos queda muerte.
La del espectador, por pena y aburrimiento.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex
He leído algún comentario diciendo que simplifica mucho la novela, incluso hasta el punto de que si no la has leído hay cosas que son difíciles de entender. Lo doy por cierto, porque la verdad es que la película en líneas generales se explica entre poco y fatal.
Un 5 le doy porque la historia en sí me gusta pero no está muy bien planteada en la película