Frank Martin, el famoso y súper-eficiente repartidor de paquetes de alto riesgo, disfruta de un agradable retiro en las costas francesas. Pero la calma va a terminar a partir de que reciba bajo serias amenazas su nuevo encargo. Esta vez deberá transportar de Marsella a Odessa a Valentina, una joven y misteriosa ucraniana y dos voluminosas bolsas cuyo contenido permanece en el más absoluto secreto. Mientras Frank trata de sobreponerse a los incontables contratiempos que va encontrando por el camino, irán saliendo a la luz las verdaderas intenciones de las personas que le han contratado.
Hay gente que sólo con mirarla ya nos cae bien o mal. Con Jason Statham me pasa lo primero. No sé por qué pero siento mucha simpatía hacia este ex-saltador de trampolín con pinta de regentar cualquier taberna de mala muerte. Por su cara de palo, por sus frías expresiones, por sus movimientos más dignos de un campeón de claqué que de un maestro de las artes marciales… por todo ello no he podido evitar cogerle cierto cariño. Digo esto para dejar bien claros los ánimos con los que fui a ver ‘Transporter 3’; para que conste que a veces no importa quién aparezca en una película, porque cuando ésta es mala, el remedio no es un actor, si no más bien un milagro.
La verdad es que no hay por dónde coger el nuevo filme de Olivier Megaton. El guión (co-escrito por Luc Besson, al igual que en las dos anteriores entregas de la saga) parece ser un refrito de aquellas míticas series de los ochenta como lo fueron ‘MacGyver’ o ‘El coche fantástico’. Dos productos que triunfaron claramente en su época pero que ahora han quedado totalmente desfasados. Y es que parece que los “cerebros” detrás de esta película no se hayan enterado que los esquemas narrativos y los gustos y exigencias del público han evolucionado en estos años. Lejos de preocuparse por ello, se nos ofrece un desarrollo de la trama que podría haber sido confeccionado por un discotequero recién salido de un after. Por ello no es de extrañar que la mayoría de diálogos culminen con insustanciales referencias gastronómicas y que la supuestamente apasionada relación amorosa entre los protagonistas surja de una pastilla de éxtasis.
Pero este no es el verdadero inconveniente de ‘Transporter 3’. Al fin y al cabo, mientras el espectáculo esté servido, no hay por qué preocuparse por las “tonterías” del contenido. El problema es que Megaton no consigue en ningún momento las dosis de adrenalina mínimamente exigibles en este tipo de cintas. A las luchas se les ve demasiado el truco y las coreografías son tan tramposas que desafían constantemente el continuo espacio-tiempo sólo para que el bueno de Statham pueda arrearle una soberana patada al esbirro de turno. No hay emoción y mucho menos innovación. Sólo cabría rescatar una escena de impacto -la del coche comiéndose el tren- que de ningún modo justifica hora y media de interminable aburrimiento. Otra vez será, Jason. Piensa que siempre nos quedará Guy Ritchie...
por reporter
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