Algo huele a podrido en Taiji, aparentemente una sencilla y agradable localidad costera japonesa. No hace falta recorrer muchos metros de sus calles para darse cuenta del amor que profesan sus habitantes hacia las ballenas y los delfines, pues cada esquina del pueblecito está adornada con motivos que homenajean a sus queridos cetáceos. Pero la verdad es que detrás de una fachada tan amigable se esconde un acto atroz e injustificable a nuestros ojos. Cada septiembre la comunidad pesquera encierra en su bahía a decenas de miles de delfines para venderlos a zoológicos... y para destinarlos a otros propósitos que no todo el mundo podrá digerir.
Hace poco la genial -y todavía a día de hoy injustamente infravalorada- serie South Park nos deleitó con un capítulo titulado “Whale Whores”. Su punto de partida era una visita de los chiquillos protagonistas a un acuario, que se veía arruinada por la irrupción de unos japoneses que, armados con arpones y lanzas, mataban a todo bicho marino que se cruzaba en su camino. Esta experiencia traumática llevaba al pequeño Stan a enrolarse en un programa televisivo -que realmente existe- cuyo objetivo era, aparte de liderar los índices de audiencia, el de surcar los mares para salvar a las ballenas de ser masacradas por las despiadados tropas de pescadores. Como casi siempre, el guión del episodio no estaba exento de acidez, y todas las aventurillas de ultramar iban con segundas intenciones (lo cual es una de las muchas señas de identidad del dúo Trey Parker & Matt Stone). En este caso se hacía más que evidente la denuncia hacia ciertas maneras de afrontar retos ecologistas, que primaban más el sensacionalismo que no el propósito que originalmente perseguían.
Algo similar podría achacársele a ‘The Cove’, oscarizado documental del ex-fotógrafo de National Geographic, Louie Psihoyos. Con el objetivo de desenmascarar la brutal masacre de aproximadamente veinte mil delfines que cada año tiene lugar en la costa de Taiji, un grupo de aventureros sin miedo al peligro nos propone una película que como thriller policíaco funciona a las mil maravillas... pero que como muestra de no-ficción hay que cogerla con sumo cuidado. Por partes. El ágil ritmo narrativo y el planteamiento de la problemática, como si de una trama de espionaje sofisticado se tratara, ayudan a configurar un producto ágil, muy fácil de seguir, que engancha y que por eso se hace endiabladamente entretenido. Pero no hay que olvidar que todas estas virtudes se juntan para crear un “simple” entretenimiento, y esto es algo -y ahí es donde querían llegar los responsables de South Park- por lo menos reprobable desde un punto de vista ético. Dicho de otra manera, ¿es compatible el espectáculo con el compromiso? He aquí el dilema.
Siguiendo con el repaso de las controversias que despierta ‘The Cove’ encontramos la visión ofrecida de las barbaries cometidas sobre los indefensos delfines. El tono descaradamente conmovedor y maniqueo del filme (nunca desaparece la división simplista entre los buenos buenísimos y los malos malísimos... sólo hace falta que suenen las estridentes notas de la escena de la ducha de ‘Psicosis’ cuando las cámaras enfocan a los japoneses) es el tipo de perspectiva que tanto gusta en territorio americano, y que tanto ayuda a que el mundo siga girando para algunos. No obstante, esta obsesión permanente por hacernos llegar un enfoque subjetiva, firmado por personas que por razones obvias están emocionalmente implicadas con las matanzas que motivan este proyecto -no lo olvidemos- empaña el espíritu original objetivista al que deben obedecer los documentales de este tipo. Es este encajonamiento; esta comidilla ya triturada la que hace que se revaloricen filmes como ‘Océanos’, de temática y espíritu similares, cuyas poderosas imágenes y el poco abuso del narrador abrían un vasto espacio en el que el público tenía la oportunidad de reflexionar y sacar sus propias conclusiones.
Además, la exaltación adoptada para defender las tesis de Psihoyos y compañía desemboca en cierto desenfreno, que lleva a la cinta a tratar quizás demasiado temas, aunque también es cierto que bajo las ensangrentadas aguas de Taiji se esconden muchos personajes... y muchos intereses. Es de lamentar pues el poco desarrollo que adquieren ciertas subtramas, pero al menos por el camino nos encontramos con imágenes y detalles interesantes, como el del escalofriante pueblo en el que todo el mundo está conchabado para encubrir lo que realmente sucede en “la cueva”, al más puro estilo Robin Hardy, o el de la red de artimañas político-financieras que han tejido las autoridades niponas para perpetuar sus fechorías, o el de los efectos secundarios de la a veces devastadora industria del espectáculo, perfectamente sintetizados en la voluntad expiatoria de la figura de Richard O'Barry, o el del escalofriante caso de Minamata y la intoxicación masiva por mercurio que sufrió su población. Todo esto y mucho más por el precio de una sola entrada.
Cogiendo este último punto, es innegable que ‘The Cove’ no se caracteriza precisamente por sus reparos a la hora de mostrar imágenes explícitamente hirientes (almas sensibles, no olviden traer pañuelo a la sala de cine). Punzante es también el discurso general del documental, al que tampoco le tiembla el pulso para lapidar públicamente a los villanos de esta función. Esta actitud incendiaria a la que no le faltan razones de ser, hace no obstante que las mentes pensantes del proyecto se adentren en aguas demasiado movidas, atreviéndose incluso a arremeter contra las altas autoridades... sin presentar a veces las pruebas para tan graves acusaciones. En esta insensatez; en esta rabia justamente reside lo más impactante de la película, ya que hay que interpretarla como el fruto de la desesperación por no poder hallar sentido alguno a lo que sucede cada año en Taiji. Al fin y al cabo, la maldad no siempre puede explicarse, simplemente existe.
Nota:
6,4 / 10
por Víctor Esquirol Molinas
Algo huele a podrido en Taiji, aparentemente una sencilla y agradable localidad costera japonesa. No hace falta recorrer muchos metros de sus calles para darse cuenta del amor que profesan sus habitantes hacia las ballenas y los delfines, pues cada esquina del pueblecito está adornada con motivos que homenajean a sus queridos cetáceos. Pero la verdad es que detrás de una fachada tan amigable se esconde un acto atroz e injustificable a nuestros ojos. Cada septiembre la comunidad pesquera encierra en su bahía a decenas de miles de delfines para venderlos a zoológicos... y para destinarlos a otros propósitos que no todo el mundo podrá digerir.
Hace poco la genial -y todavía a día de hoy injustamente infravalorada- serie South Park nos deleitó con un capítulo titulado "Whale Whores". Su punto de partida era una visita de los chiquillos protagonistas a un acuario, que se veía arruinada por la irrupción de unos japoneses que, armados con arpones y lanzas, mataban a todo bicho marino que se cruzaba en su camino. Esta experiencia traumática llevaba al pequeño Stan a enrolarse en un programa televisivo -que realmente existe- cuyo objetivo era, aparte de liderar los índices de audiencia, el de surcar los mares para salvar a las ballenas de ser masacradas por las despiadados tropas de pescadores. Como casi siempre, el guión del episodio no estaba exento de acidez, y todas las aventurillas de ultramar iban con segundas intenciones (lo cual es una de las muchas señas de identidad del dúo Trey Parker & Matt Stone). En este caso se hacía más que evidente la denuncia hacia ciertas maneras de afrontar retos ecologistas, que primaban más el sensacionalismo que no el propósito que originalmente perseguían.
Algo similar podría achacársele a 'The Cove', oscarizado documental del ex-fotógrafo de National Geographic, Louie Psihoyos. Con el objetivo de desenmascarar la brutal masacre de aproximadamente veinte mil delfines que cada año tiene lugar en la costa de Taiji, un grupo de aventureros sin miedo al peligro nos propone una película que como thriller policíaco funciona a las mil maravillas... pero que como muestra de no-ficción hay que cogerla con sumo cuidado. Por partes. El ágil ritmo narrativo y el planteamiento de la problemática, como si de una trama de espionaje sofisticado se tratara, ayudan a configurar un producto ágil, muy fácil de seguir, que engancha y que por eso se hace endiabladamente entretenido. Pero no hay que olvidar que todas estas virtudes se juntan para crear un "simple" entretenimiento, y esto es algo -y ahí es donde querían llegar los responsables de South Park- por lo menos reprobable desde un punto de vista ético. Dicho de otra manera, ¿es compatible el espectáculo con el compromiso? He aquí el dilema.
Siguiendo con el repaso de las controversias que despierta 'The Cove' encontramos la visión ofrecida de las barbaries cometidas sobre los indefensos delfines. El tono descaradamente conmovedor y maniqueo del filme (nunca desaparece la división simplista entre los buenos buenísimos y los malos malísimos... sólo hace falta que suenen las estridentes notas de la escena de la ducha de 'Psicosis' cuando las cámaras enfocan a los japoneses) es el tipo de perspectiva que tanto gusta en territorio americano, y que tanto ayuda a que el mundo siga girando para algunos. No obstante, esta obsesión permanente por hacernos llegar un enfoque subjetiva, firmado por personas que por razones obvias están emocionalmente implicadas con las matanzas que motivan este proyecto -no lo olvidemos- empaña el espíritu original objetivista al que deben obedecer los documentales de este tipo. Es este encajonamiento; esta comidilla ya triturada la que hace que se revaloricen filmes como 'Océanos', de temática y espíritu similares, cuyas poderosas imágenes y el poco abuso del narrador abrían un vasto espacio en el que el público tenía la oportunidad de reflexionar y sacar sus propias conclusiones.
Además, la exaltación adoptada para defender las tesis de Psihoyos y compañía desemboca en cierto desenfreno, que lleva a la cinta a tratar quizás demasiado temas, aunque también es cierto que bajo las ensangrentadas aguas de Taiji se esconden muchos personajes... y muchos intereses. Es de lamentar pues el poco desarrollo que adquieren ciertas subtramas, pero al menos por el camino nos encontramos con imágenes y detalles interesantes, como el del escalofriante pueblo en el que todo el mundo está conchabado para encubrir lo que realmente sucede en "la cueva", al más puro estilo Robin Hardy, o el de la red de artimañas político-financieras que han tejido las autoridades niponas para perpetuar sus fechorías, o el de los efectos secundarios de la a veces devastadora industria del espectáculo, perfectamente sintetizados en la voluntad expiatoria de la figura de Richard O'Barry, o el del escalofriante caso de Minamata y la intoxicación masiva por mercurio que sufrió su población. Todo esto y mucho más por el precio de una sola entrada.
Cogiendo este último punto, es innegable que 'The Cove' no se caracteriza precisamente por sus reparos a la hora de mostrar imágenes explícitamente hirientes (almas sensibles, no olviden traer pañuelo a la sala de cine). Punzante es también el discurso general del documental, al que tampoco le tiembla el pulso para lapidar públicamente a los villanos de esta función. Esta actitud incendiaria a la que no le faltan razones de ser, hace no obstante que las mentes pensantes del proyecto se adentren en aguas demasiado movidas, atreviéndose incluso a arremeter contra las altas autoridades... sin presentar a veces las pruebas para tan graves acusaciones. En esta insensatez; en esta rabia justamente reside lo más impactante de la película, ya que hay que interpretarla como el fruto de la desesperación por no poder hallar sentido alguno a lo que sucede cada año en Taiji. Al fin y al cabo, la maldad no atiende a razones, simplemente existe.