Después de la asfixiante y angustiosa 'Beaufort', el director
Joseph Cedar sigue con su tono hiriente... pero ahora dándole un -bienvenido- contrapunto de simpatía. 'Pie de página', segundo filme del israelí, tiene su punto de partida en una votación. El objetivo es elegir quién va a ser el afortunado en llevarse el Premio Israel, que reconoce la labor de los más sabios eruditos del país hebreo en campos como la cultura, los deportes o las ciencias. Un proceso que se desarrolla según lo previsto, que tiene como triunfador el que todos los entendidos esperaban. El problema está en que el anuncio de la victoria llega a la persona equivocada. Un pequeño -y hasta comprensible- desliz de calado burocrático que no obstante tiene funestas consecuencias en la familia Schkolnik, prolífica en célebres estudiosos del Talmud... y en problemas paterno-filiales.
Así es, la entrega del controvertido premio prende fuego a la relación de amor-odio (con mucho más del segundo ingrediente) entre Eliezer y Uriel, abuelo y padre de familia respectivamente. Después de su bélico -y mediocre- debut, y después de haberse tomado unos cuatro años de descanso, salta a la vista que el cineasta
Joseph Cedar ha aprendido a explotar mejor sus cualidades. Mejoría visible especialmente en los primeros compases de 'Pie de página', en los que se presenta a los protagonistas de manera dinámica a través de numerosos cortes (o mejor dicho ''notas a pie de página''), como si de un alegre calco a Jean-Pierre Jeunet se tratara. Pero todas las buenas vibraciones aportadas en gran parte por la propuesta formal se desvanecen con las rivalidades entre padres e hijos, que por lo visto, no pueden verse ni en pintura.
Estamos pues ante una -otra- película que conjuga las sonrisas con las lágrimas, y la verdad es que lo hace con bastante acierto, poniéndose intensamente teatral (
excelentes combates dialogados, que vienen a recordarnos la necesidad de de la palabra para salvar diferencias... así como que no hay peor sordo que el que no quiere escuchar) y planteando debates éticos de difícil solución. Lo que también cuesta de resolver es la cantidad desmesurada de frentes que Cedar va abriendo, y que como era de esperar, no obtienen todos ellos, ni mucho menos, un remate satisfactorio. Pequeña queja a pie de página para un filme que en su visión destroyer de la figura paterna como fuente inagotable de angustia y sufrimiento, apunta buenas maneras, pero como deja patente un insatisfactorio y algo precipitado final, se queda a medio camino de un acabado digno de reconocimiento... por lo menos académico.
Nota:
6 / 10
por Víctor Esquirol Molinas