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'La hija de mi mejor amigo': Esos imbéciles norteamericanos...

Vía El Séptimo Arte por 14 de diciembre de 2012

Existe una propensión natural a la hora de pensar que los norteamericanos son unos imbéciles, y razón para creerlo no nos falta a la hora de mirarles por encima del hombro. O cuanto menos unos histéricos a los que les gusta comportarse como unos críos, lo sean de verdad o no. Cuestión de imagen, y de cultura, y de que aunque les gustaría a unos cuantos, los mismos a los que les gustaría que Vallecas fuera New Jersey y poder llamar restaurante al McDonald's sin vergüenza, su cine parece el nuestro mientras que el nuestro parece el de nadie. "Te veo" se decían Jake y Neytiri mutuamente como señal de aceptación de uno al otro en 'Avatar', como símbolo de que se veían de verdad (de la buena), y gracias a películas como esta 'La hija de mi mejor amigo', título español mucho menos glamoroso que el 'The Oranges' original, podemos llegar a encuadrar algo mejor esta imagen tal vez un tanto desenfocada de lo que puede ser "to be american"... y estar un poquito más cerca de verles de verdad (de la buena). O puede que no.Hay en ocasiones que una sinopsis oficial se basta sola para hablar mejor que nadie de lo que cabe esperar de una película... y es el caso, así que ahí va: David y Paige Walling & Terry y Cathy Ostroff son amigos y vecinos en Orange Drive, un suburbio de Nueva Jersey. Su cómoda vida empieza a torcerse cuando la hija pródiga de los Ostroff, Nina, quien acaba de romper con su prometido Ethan, regresa a casa por Acción de Gracias después de una ausencia de cinco años. En vez de interesarse por el hijo de sus vecinos, Toby Walling, cosa que gustaría a ambas familias, se fija en el mejor amigo de sus padres, David. Cuando la conexión entre Nina y David resulta innegable, las vidas de todos se verán alteradas, en especial la de Vanessa Walling, la mejor amiga de la infancia de Nina. El romance no tardará en afectar a todos los miembros de la familia, dando lugar a divertidas e inesperadas situaciones, haciendo que cada uno renazca a su manera y reconsidere lo que significa ser feliz; como consecuencia descubrirán que, a veces, lo que parece un desastre acaba siendo justo lo que necesitaban.

El "american way of life" es sin duda unos de los leitmotiv preferidos del falso cine indie norteamericano, ese que adopta una apariencia "alternativa" cuando en realidad viene a valer más o menos lo mismo que una convencional producción comercial. La diferencia en todo caso, y más particularmente en el de 'La hija de mi mejor amigo', es que precisamente no tiene por qué resultar convencional en su desarrollo para satisfacer las necesidades de una costosa inversión... ni tiene por qué forzar un happy end manipulador (aka 'Un buen partido'). 'La hija de mi mejor amigo' se permite la libertad de romper con el molde para dejar según que tópicos y recursos al margen, recorrer con sencillez un camino algo distinto y contarnos una historia amable, donde nadie es bueno o malo, sobre lo que más que personajes parecen personas, puede que igualmente imbéciles pero no más de lo que su condición humana les permita ser, y más que el argumento de una película parece una historia de verdad, donde el género no está tan definido y uno nunca sabe si reír o llorar, en donde no parece haber un manual que guía nuestros pasos del punto a al punto b.

En otras palabras, se permite una cierta credibilidad que nos acerca más a una hipotética realidad que a una dramatización de los hechos, más una causa-efecto que una serie de efectismos por más que su tono amable esté desprovisto de la exigible en estos casos mordacidad o mala leche. En ese sentido la cinta protagonizada por el Dr. House, conocido en algunos círculos por el nombre de Hugh Laurie, es un agradable pasatiempo a la manera en que lo puede ser cintas como 'Jeff y los suyos', 'Win Win (Ganamos todos)' o 'La pesca del salmón en Yemen', por citar tres títulos a ojo (y aunque este último sea británico), producciones simpáticas, más que correctas y de visionado muy agradable de las que nos queda, con el paso del tiempo y al ver su nombre en alguna parte, un bonito recuerdo que sin embargo no se ve correspondido en ningún momento con un deseo de reválida, un "ya vista y gracias, eso es todo amigos". O lo que es lo mismo, una película de un sólo uso de tan difícil recomendación como de todo lo contrario, y que muy fácilmente podemos salvar con un "no lo lamentará" combinado con el "allá usted" si bien no será nada digno de comentar con los amigos, si se tuviesen: la corrección como estandarte, un filme que tanto da que se haya visto como que no.

Y esa mencionada corrección, esa seguridad de transitar sobre terreno seguro, es la garantía de cara al hipotético visionado de una cinta como 'La hija de mi mejor amigo', un filme sin grandes carencias ni virtudes que le permitan destacar de alguna manera. Habrá quien no sin razón pueda echarle en cara no saber aprovechar mejor un reparto con tanto potencial, haber hilvanado el humor de alguna manera más contundente o la falta de pretensiones de un producto genuinamente apto para ser vendido como parte del mal llamado cine indie actual norteamericano. Hay quien por contra agradecerá la siempre simpática presencia de un reparto bastante apañado, que la cinta no caiga en el trazo grueso ni le busque las cosquillas a su audiencia continuamente, y que su falta de pretensiones enlatada en no más de 95 minutos garantice la distracción con un producto de calidad razonable que en ningún momento se cree más de lo que es, ni mucho menos más listo que el espectador. Cuestión de gustos, cuestión de cómo y cuando la queramos ver, cuestión de lo cercano que nos sintamos a esos adorables imbéciles norteamericanos... supongo.

Nota: 6,25

Por Juan Pairet Iglesias

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