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'El séptimo hijo': El enésimo hijo

Vía El Séptimo Arte por 01 de enero de 2015

En la cima más alta de la cordillera más majestuosa del reino, se libra una batalla entre dos personajes. El número de fichas sobre el tablero es mínimo, dentro de los requisitos básicos que todo buen duelo debe cumplir. No obstante, las consecuencias que se derivarán de dicho enfrentamiento van a ser innumerables, además de incuantificables en lo que a gravedad respecta. Un hombre valiente combate a la más poderosa de las brujas. Está en juego, para no alargarnos demasiado, el destino de la humanidad, ni más ni menos. Cinematográficamente, la escena está presentada casi en un fuera de campo que, a pesar de su naturaleza, es del todo revelador. No sólo por la claridad en la exposición de los hechos, sino también porque la naturaleza del producto ha quedado completamente expuesta.

Así empieza 'El séptimo hijo', nueva producción de fantasía medieval especialmente diseñada para el consumo de toda la familia. Película que precisamente no esconde en ningún momento el casi-prefijo introductorio materializado en el calificativo ''enésimo''. Sin salir todavía de la secuencia introductoria, es muy ilustrativo el hecho de que a las primeras de cambio se apelotonen en la memoria tantos referentes cinematográficos ante los cuales, dígase ya, el caso con el que tratamos ahora va a quedar casi siempre relegado a una segunda (o tercera, o...) posición. Como era de esperar, en medio de este tropel sobresale el nombre del Señor de la Tierra Media. Peter Jackson, quien a estas alturas no puede discutirse cuánto ha beneficiado (o perjudicado, según como se mire) a la industria, sigue marcando la hoja de ruta.

Los planos aéreos (como recurso estético, como presentación del escenario de turno o como mero regodeo paisajístico) marcan la pauta en una narración que, si bien no aporta nada nuevo al (sub)género, sí destaca por un dinamismo tan extremo como inmediatamente efectivo. El regreso americano del ruso Sergey Bodrov está marcado por una sensación constante de déjà vu que no obstante se las ingenia para convertir el lógico sabor amargo que de ella podría desprenderse, en otro obstáculo que salvar de forma alegre y despreocupada. Sin el más mínimo atisbo de complejo. Es ésta al fin y al cabo, una producción que es producto (nunca mejor dicho) de productores (ídem). El papel de Bodrov se ve reducido al de controlador, encargado en esta ocasión de que al piloto automático no se le ocurra desviarse excesivamente del rumbo pactado.

En la jugada se pierden, obviamente, toneladas de -posible- personalidad a cada fotograma que pasa, pero el balance final queda compensado por el triunfo de un espíritu aventurero que encadena con gracia y soltura las obligaciones y peligros de la misión principal con todas las secundarias que van surgiendo a lo largo del camino. Como si de un buen videojuego clásico se tratara, la propia línea de meta ya es razón de peso para que las ''side-quests'' amenicen, más si cabe, la odiesa. Así, casi como quien no quiere la cosa, Bodrov se detiene (es un decir) en aquello que parece alejarse más de lo que más importa en su historia (si es que hay algo que realmente importe en ella). Por poner sólo un ejemplo: el que una criatura subterránea voraz gigantesca irrumpa sin que nadie la haya invitado a la fiesta, más que un escollo que entorpece el desarrollo de la trama, es una especie de catalizador para que ésta se haga aún más amena.

El resto queda en manos de lo de siempre en este tipo de películas. En un músculo financiero que ayuda a tapar (normalmente con la inestimable ayuda de unos efectos poco ''especiales'' pero sin lugar a dudas cumplidores) las carencias del conjunto, y en la presencia de unas estrellas tan profesionales que incluso en más de un momento consiguen hacernos olvidar que están aquí única y exclusivamente por el simple, sucio y vulgar dinero... incluso que se lo están pasando bien con la broma. ¿Y qué si con ello Jeff Bridges, Julianne Moore o Olivia Williams han perdido algo de su dignidad por el camino? Tampoco sería la primera (ni seguramente la última) vez. Lo mismo puede decirse de este ''Séptimo Hijo'', que en realidad es el enésimo de una estirpe en la que no destaca por nada en concreto... aunque tampoco pueden contabilizársele tantos tropiezos como para desmerecerla.

Nota: 5,5 / 10

por Víctor Esquirol Molinas

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