'El sastre de la mafia' - Gánsteres de punta en blanco
Mark Rylance es uno de esos actores que podría protagonizar la famosa película de la silla y la guía telefónica. El talento unido a la experiencia es una combinación que cuando encuentran el escenario apropiado se convierte en un auténtico espectáculo. Viendo 'El sastre de la mafia' no podía dejar de pensar que como director no le habría dado ninguna indicación a Rylance. Me hubiera sentado en primera fila después de poner la cámara a grabar, y a disfrutar.
'El sastre de la mafia' no es una obra de teatro pero como si lo fuera. Un solo escenario y una sola noche, con Rylance siempre en medio de unos pocos personajes que van entrando y saliendo convenientemente de escena. Un relato de gánsteres que remite a la época dorada del género a través de lo que siempre ha sido lo más importante de todo: Un texto bien planteado y escrito que pueda relucir en manos de los intérpretes adecuados y de una dirección intangible.
'El sastre de la mafia' brilla a través de su aparente sencillez y su inmaculado clasicismo. En su ajustada economía narrativa y en cómo todos los elementos ornamentales respaldan un guión sustentado en el poder de la palabra y no de las balas. En su habilidad para construir el suspense y los giros argumentales a partir de la duda que plantea, tanto en los personajes como en el espectador aquello que nadie le advierte hasta qué punto es verdad o mentira.
O cuando menos es más: 'El sastre de la mafia' es una película que podría haber filmado alguien como Alfred Hitchcock hace sesenta años. Tal cual. Y aunque es cierto que al final, y sólo al final acaba siendo una historia más de giro sobre giro que de personajes o de poso dramático, no por ello resulta menos satisfactoria después de haber logrado disimularlo casi, prácticamente, hasta el último momento. Y en boca de Mark Rylance hasta eso suena bien.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex