En un momento dado de 'Parásitos' el Sr. Park le dice al que es su chófer recién contratado que nunca pierde el control a pesar de que parece que está todo el rato a punto de perderlo. Y que eso es algo que le gusta... y eso es algo que a mí, personalmente, me encanta. Sobre ese finísima línea se mueve constantemente la última película de Bong Joon-Ho; posiblemente, la mejor y más completa y compleja película que ha hecho el realizador surcoreano. Un virulento azote con el tacto de una cariñosa caricia. Una hostia amable.

Y si no saben de que se supone que va, mejor que mejor: 'Parásitos' es una película que como espectador nunca tienes claro por dónde va, ni hacia dónde pretende ir. Tampoco, a qué es lo que está jugando con tanta elegancia y determinación. Ni mucho menos, de cómo hay que reaccionar, de cómo se supone que hay que reaccionar a los distintos estímulos que te va arrojando a la cara, con alevosía y sin ninguna vergüenza. Con desparpajo y muchísimo humor negro. Si busca nuestra aprobación, rechazo o indiferencia. O qué.

Como en la mayoría de sus películas anteriores, Bong Joon-Ho mezcla géneros y tonalidades en una narración en continúa mutación que no intenta sorprender, sino que, directamente, lo hace por la fluidez, naturalidad e incluso sencillez y modestia con la que desarrolla lo que en cualquier otro plano de la existencia no tendría nada que ver. De manera orgánica, implacablemente feroz. Con dulzura, con contundencia. Como si fuera esa realidad, cruda y bella, trágica y cómica que supera a cualquier ficción sin misericordia alguna.

'Parásitos' es una provocadora mezcla de humor negro, crítica social, sátira familiar y suspense doméstico complicada de describir y aún más difícil de encajar en algún género establecido. Una comedia triste, o una triste comedia que representa el humor, el horror y la tristeza que surge cuando uno pretende llevar una próspera y alegre convivencia para luego, verse enfrentado a "esas cosas que pasan" en el camino hacia la realidad de dicho anhelo. Un anhelo no necesariamente malévolo pero siempre esclavo de quién lo alimenta.

'Parásitos' es todo un torrente de emociones. Particular, ambiguo, conmovedor. Divertido, aterrador y triste a la vez. Siempre a su manera, de una manera descarnada. Una alegoría sobre un mundo en el que la convivencia es un ideal que como tal, cada vez es más difícil de alcanzar. Un mundo donde una importante parte de la sociedad se siente tan desesperada, frustrada, irritada o indignada como para que sea demasiado tentador no culpar a otros, de paso que se promueven soluciones fáciles, unilaterales, simplistas y/o fulminantes.

En un mundo como este, egoísta y desalmado, polarizado y capitalista, desigual y materialista, no necesariamente justo ni ante nuestros ojos ni ante nadie. En un mundo donde la mayoría de las relaciones humanas parecen condenadas a perecer en el intento y la coexistencia se presenta como un castillo de naipes siempre al borde de un precipicio. 'Parásitos' es una comedia sin payasos, una tragedia sin villanos. Un reflejo de un mundo, y de los habitantes de dicho mundo que viven frente a un espejo de espaldas a todo lo demás.

¿Es posible algún tipo de arreglo por el cual las partes opuestas de una jerarquía de clase puedan coexistir en una pacífica y armoniosa relación simbiótica, o es inevitable que una parte deba recurrir al parasitismo o la confrontación? No hay ni héroes ni villanos en 'Parásitos', una tragicomedia familiar y contemporánea que subvierte y desmonta las convenciones de cualesquiera que sea su género. Que subvierte y desmonta nuestra propia percepción en torno a la sociedad. En torno a una sociedad tan inoportuna para el individuo.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex