'La peor persona del mundo' - Lo excepcional de lo normal
Lo que logra Joachim Trier con 'La peor persona del mundo' es algo realmente admirable: Una película todoterreno que funciona con igual ligereza y gravedad, en un retrato generacional al mismo tiempo tan alegre como amargo. Bajo la apariencia de una amable comedia romántica de consumo rápido que en los años 90, de haber sido norteamericana, podría haber interpretado Julia Roberts, nos encontramos un hábil y astuto repaso a la mayoría de las cuestiones vitales que nos asaltan a los que ya no somos jóvenes pero tampoco somos adultos todavía.
Renate Reinsve, en una de esas interpretaciones que definen e impulsan una carrera, es el alma de este sofisticado viaje sobre lo excepcional de lo normal. Una estimulante experiencia multigenérica, desacomplejada y diferencial repleta de pequeños y no tan pequeños hallazgos. Como el que entra en un parque de atracciones o mira por un caleidoscopio siendo niño pero a la vez, también, siendo el adulto que lo acoge en su interior con agridulce calidez.
Hay una ristra incontable de decisiones artísticas de las que sale victoriosa, no porque sean ligeras (y no puedan estallarnos en la cara sin vergüenza alguna), sino por lo convincente y decidida que está la película a quebrar los mismos esquemas en los que se apoya. El abordaje, de manera distendida y empática, de la complejidad humana con amor, sátira, drama, comedia e incluso una pizca de animación a través de una protagonista espléndida.
'La peor persona del mundo' es, básicamente, un fluido ensayo narrativo sobre lo difícil que es sentirse comprendido cuando ni uno mismo alcanza a comprenderse. Trier utiliza los mecanismos de la comedia romántica como coartada para hablar de los mecanismos de lo que podría llamarse "madurez". La incertidumbre de la vida definida en sutiles compases a través de 12 capítulos, un prólogo y un epílogo. O también, simplemente, una inquieta comedia romántica marcada e impulsada por sus deliciosos y mordaces apuntes poéticos, visuales y hasta morales.
Por Juan Pairet Iglesias & Jesús Sánchez Aguilar
@Wanchopex / @JesAg_
Aún estando en gran medida de acuerdo, discrepo. Si es que eso es posible.
Qué gran frase.
Pero quizá sea ése, precisamente, el camino que elijan much@s en su día a día y donde algun@s hemos encontrado ya la paz y la serenidad otr@s continúen explorando ese sendero que los lleve hasta los límites de su realidad, inconformistas, tratando de encontrar aquello que consiga mitigar su insaciable inquietud sea lo que sea.
Un viaje épico el de Julie donde la pérdida la enseña una lección vital en su vida y, por extensión, en la de tod@s. Preciosa.
Un 10.