Hay quién desconoce que Taika Waititi ya existía antes de 'Thor: Ragnarok'. Que incluso en lo que parece otra vida, fue uno de los principales responsables de aquel fenómeno internacional llamado 'Lo que hacemos en las sombras' estrenado cuatro años después de que lo hiciera 'Vampires', película de Vincent Lannoo con la que así a ojo, comparte al menos el 50% de los chistes (sin que a nadie parezca importarle). Supongo que los neozelandeses caen mejor que los belgas. Y la verdad, no les culpo.

En fin, que en 'Jojo Rabbit' Waititi intenta hacer algo parecido a lo que hizo Roberto Benigni en 'La vida es bella' pero pasado por el filtro del responsable de 'Eagle Vs. Shark', 'Boy' y 'Hunt For The People: A la caza de los ñumanos'. El resultado es la constatación de que Waititi es en esencia un payaso, como lo es en esencia Roberto Benigni. Sin acritud. El cómo el italiano logró una película tan redonda, tan distendida como a la vez emotiva es un milagro que el neozelandés no ha logrado replicar.

'Jojo Rabbit' es el resultado de una lucha constante entre una comedia y un drama. Una "batalla" de igual a igual que arroja un saldo tan inconsistente e inestable como cabe imaginar, aunque por partes no esté en realidad nada mal: La comedia en sí misma es divertida, como el drama en sí mismo también es emotivo. Pero la mezcla entre ambos, agitada pero no revuelta, deviene en una suerte de choque en el que a diferencia de en la mayoría de las películas de Wes Anderson, ambas salen perdiendo.

Y es que la comedia y el drama se alternan pero no se alimentan, marcando cada una su territorio. Su confluencia, lejos de parecer una necesidad narrativa se presenta como un capricho del narrador: De la necesidad de un payaso -dicho sea de nuevo sin acritud- de no olvidar que es un payaso hasta en los momentos más duros. Una tendencia que Waititi no ha adoptado de su paso por Marvel, por más que haya sido la excusa perfecta, puertas adentro y afuera, para venirse arriba como si no hubiera un mañana después.

Waititi me cae bien, y siempre hay que respetar a quiénes ponen buena cara ante el mal tiempo e intentan extraer el humor de lo más oscuro del ser humano. En pleno "boom" de 'Parásitos' no hay más que recordar que 'La vida es bella', una película italiana, fue nominada a un Oscar más a finales de los 90, cuando aún no había tanta tontería con lo de la diversidad y todo ese rollo. Es respetable, pero 'Jojo Rabbit' también es la película de Waititi con un contexto dramático más marcado, más prominente, más relevante.

Y es este el ingrediente adicional que no acierta a añadir al guiso respecto a sus anteriores trabajos, igual de imperfectos e irregulares pero resguardados por un tono más ligero y abiertamente humorístico. Como si Waititi hubiera comprado los muebles de un salón nuevo y los hubiera puesto sin retirar los anteriores. La sensación es que ha metido el doble en la mitad de espacio, ahogando las (bienintencionadas) posibilidades de una comedia y un drama que en lugar de compartir el espacio se pelean por aparecer en la imagen.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex