'El faro' - A Ghost Story
Robert Eggers nos trae la hipnótica y espectral historia de dos fareros en una remota y misteriosa isla de Nueva Inglaterra a finales del siglo XIX. Dos fareros atrapados y aislados debido a una tormenta, aparentemente sin fin, que se enzarzan en una creciente escalada de enfrentamientos a medida que se van fraguando distintas tensiones entre ambos y unas misteriosas fuerzas, reales o imaginarias..., parecen apoderarse de ellos.
Evocando un amplio abanico de influencias, desde clásicos de la literatura de aventuras marinas de Herman Melville o Robert Louis Stevenson hasta las extrañas leyendas sobrenaturales de H.P. Lovecraft o Algernon Blackwood, esta oscura y atmosférica obra con dos únicos protagonistas explora lo que ocurre cuando las verdades más terribles que ocultamos, así como lo que pensamos de nosotros mismos resurge desde lo más profundo de nuestro ser.
Calma y virulencia, frenesí y desasosiego. Una pesadilla expresionista inspirada en el mito de Prometeo que va mucho más allá del ejercicio de estilo; también de la apariencia, y que abraza lo añejo con tanta convicción como para que parezca de lo más moderno. Una experiencia intensa, visceral y asfixiante apuntalada por un excelso acabado audiovisual convenientemente acompañado de dos brillantes interpretaciones.
Es, en suma, una película que ensalza los logros de 'La bruja', la ópera prima de Robert Eggers, al tiempo que mitiga sus defectos. En una película que como es normal, admite la duda que en este caso no ofende por cuanto es tanto lo que arriesga. Ese riesgo que hace que merezca la pena cuanto menos el intento y la oportunidad, por cuanto es tanto lo que puede ofrecer a cambio. Entrar en su dinámica, o ser golpeado por ella.
Dadas las circunstancias... recurro a mi propia experiencia. Octubre de 2019, Sitges. Un detalle para los profanos: No hace mucho que el Festival estuvo jugando con fuego a la hora de hacer lo opuesto a lo que hubiera hecho John Hammond con los proyectores. El riesgo de que una proyección en el Auditorio se viera "afectada" era tan real como para sucediese varia veces, como bien recordará Gonzalo López-Gallego entre otros.
Dichos fantasmas regresaron durante la proyección de 'El faro': Más a menudo de lo que nos hubiera gustado, durante unos pocos fotogramas y cual polla insertada en una película de Disney a lo Tyler Durden, se producía un corte en el sonido al tiempo que la pantalla se ponía verde. Al final sucedió lo que tenía que suceder: La proyección llegó a estar interrumpida durante unos pocos, muy pocos minutos... pero interrumpida al fin y al cabo.
Ahí estábamos, cerca de mil personas transpirando el mismo miedo y rabia contenida que Willem Dafoe y Robert Pattinson. Aguantando la respiración cada vez que "nuestro amigo y vecino Tyler Durden" amenazaba con reventar la proyección. Con el culo prieto, la mayor parte aterrados, o subyugados por lo que pasaba en la película pero aún más aterrados, o más subyugados por lo que le podía llegar a pasar a la proyección de la película.
Al final la cosa no fue a mayores y todo quedo reducido a una anécdota que lejos estuvo de empañar la proyección, al menos ante aquellos criados a la vera del VHS. Una evocadora asociación entre realidad y película, como representación de lo que puede llegar a ofrecer la multitudinaria proyección de una película, en lo que para un cinéfilo debería de ser un templo. La diferencia entre ver el partido por televisión o en un estadio de fútbol.
Sí, lo admito: Esta anécdota es sobre todo para defender la experiencia de ir al cine (cuando se hace a un precio razonable). Pero no de ir al cine, sin más, por rutina o como un pollo sin cabeza; sino la de ir al cine a ver aquellas películas que como 'El faro', gusten o no, que nunca se sabe, al menos lo intentan: Una de esas películas cuya dignidad y bravura brillan en la oscuridad y silencio atmosférico de una (buena) sala de cine...
... a ser posible con aún mejores espectadores, por supuesto. En fin, que 'El faro' mola. Toda una experiencia.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex