Podría copiar y pegar lo escrito en su momento sobre 'Aprendiendo a conducir'. Porque básicamente 'La librería' viene a ser el mismo tipo de película, Patricia Clarkson incluida. Una en la que hay que esperarse hasta los títulos de crédito para saber quién la ha dirigido, si es que no lo ha hecho alguna app de última hornada.

Para el caso, como si fuera una de esas producciones falsamente indies cuyas pretensiones y expectativas parecen que empiezan y acaban en un lugar llamado Sundance. Una de esas producciones que combinan drama y comedia en la medida justa para entretener sin ofender a ninguna religión o ley conocida a la hora de escribir estas líneas, dejando lo generoso de un merecido aprobado en manos de lo simpáticos que nos caigan sus protagonistas.

Y bueno, también en manos de si estamos hartos o no de ver a Bill Nighy en su eterno papel de "lo mejor" de la película. Por si nos faltasen argumentos para sentirnos como en casa.

La mejor versión de Isabel Coixet si como un servidor le tienes algo de manía: Aquella en la que no parece ella misma. Aquella en la que deja poco margen a las cuestiones personales y de paso, al odio en fuera de juego. Coixet, como en la mencionada 'Aprendiendo a conducir', se gana el pan, el tomate y el jamón para hacerse un delicioso bocadillo con este encargo que resuelve con mucha dignidad. Y qué aproveche.

Y es que 'La librería' funciona como filme de encargo, como cinta aparentemente independiente, y aunque no ofrezca nada que uno le vaya a contar a sus nietos de camino al asilo, también da el pego como ese agradable pasatiempo de 90 minutos capaz de provocar una sonrisa hasta en los enemigos de la Coixet. Una película inofensiva que tiene las mismas posibilidades de disgustar que de entusiasmar.

Bonita y agradable de ver, fácil de olvidar.

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex