'Aftersun' - Torremolinos
'Aftersun' es algo más que la historia de un verano que una niña de 11 años comparte con su padre en un decadente complejo vacacional turco a finales de la década de 1990. Su guionista y directora, la debutante Charlotte Wells, vuelca sus recuerdos de juventud en una película en la que se permite el lujo y/o la temeridad de confiar en un espectador al que no siente que le deba dar ninguna explicación. Ni falta que hace.
'Aftersun' es una de esas películas que en lugar de contarte una historia, te la muestra. Como perderse con la mirada en los detalles de una alfombra turca. Al final, bajo nuestra atenta expectación, todo queda claro sin necesidad de que aparezca Lars Von Trier a explicártelo durante sus títulos de crédito. El arte de la sutilidad, y la madurez emocional de transformar una vivencia personal en algo que pueda adoptarse como universal.
Tan evidente es su componente personal como la intención de no quedarse estancada en él, refugiándose en una esquiva delicadeza y un deambular ingrávido que rehúyen de toda confrontación, así como de cualquier abuso dialéctico que pueda lastrar o distraer de su intencionalmente casual puesta en escena, plagada de no tan pequeños detalles que esbozan con ligereza toda clase de sentimientos en miniatura.
Este "coming-of-age" con cariz paternofilial cuenta con el respaldo de las estupendas interpretaciones de Paul Mescal y sobre todo Frankie Corio, en uno de esos debuts que apuntan a hacer historia. La contenida autenticidad que transpira 'Aftersun' en todos y cada uno de sus fotogramas ánima a pensar, y a sentir que Charlotte Wells difícilmente podría haber encontrado mejores cómplices. Sin ellos no habría amor ni magia.
Decía, al principio, que 'Aftersun' es algo más que la historia de un verano que una niña de 11 años comparte con su padre en un decadente complejo vacacional turco a finales de la década de 1990. Ese "algo más" que aflora en su última bocanada de aire, cuando su hasta entonces agazapada carga emocional se precipita y desemboca en uno de esos finales que dotan de dimensión a los recuerdos de cualquier infancia.
Y provocan que un verano como aquel no sea como cualquier otro verano.
Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex