Buscador

Twitter Facebook RSS

'Sherlock Holmes: Juego de sombras' - El dúo dinámico

Vía El Séptimo Arte por 04 de enero de 2012
Imagen destacada

A raíz del merecido éxito económico y popular de la muy apreciable primera entrega nos llega esta 'Sherlock Holmes: Juego de sombras', la inevitable secuela -a la que Hollywood nunca le hubiera perdonado no existir- de esta revisión reformulada al gusto del siglo XXI de la famosísima creación de Sir Arthur Conan Doyle a la que vuelve a prestar su cara, cómo no, un Robert Downey Jr. que hace como nadie de... Robert Downey Jr., personaje que le empieza a venir de serie como a Johnny Depp el suyo tras surcar los mares (y la taquilla) a bordo de la Perla Negra.

¿El precio de convertirse en estrella tal vez? Como cabe esperar 'Sherlock Holmes: Juego de sombras' es más de lo mismo, no necesariamente mejor aunque sea igual de entretenida (en última instancia), y ante todo en cuerpo, alma y espíritu un blockbuster efectivo (y efectista) que aun por debajo del nivel de su antecesora cumple en su firme propósito (y promesa) por dejarnos marchar de la sala con un buen sabor de boca... aunque esto último tenga truco (y previo trato).

La referencia en la introducción a Johnny Depp no es casual ni fortuita, como tampoco lo es la referencia al nombre de la Perla Negra, el navío protagonista de esa trilogía sobre los 'Piratas del Caribe' a la que el año pasado le salió un grano en el culo en forma de, dicen, una cuarta parte. Porque esta 'Sherlock Holmes: Juego de sombras' viene a ser lo mismo que el común de los mortales pensó que 'El cofre del hombre muerto' fue a 'La maldición de la Perla Negra', una continuación que hacía gala de más ruido que ingenio y que aun tan entretenida como la primera carecía del alma (y la gracia) de esta.

Y si bien no me sale de los mismísimos compartir del todo esa opinión así es más o menos en el caso de 'Sherlock Holmes: Juego de sombras', un apreciable y/o decente blockbuster que cumple como tal aunque no lo haga tanto como película, que imperfecta es (y lo es) un buen rato, pero que cuenta con el lastre de venir precedida de un filme ante el que pierde en casi cualquier comparación posible y que demandaba un plus de exigencia que se ha visto parcialmente insatisfecho.

Esta secuela es una especie de versión desatada marcada por los excesos en la que la seguridad que otorga un primer envite victorioso ha transformado la valentía de aquel en temeridad, su ingenuidad en arrogancia y su aplomo en prepotencia, y donde se le ha perdido un tanto el respeto al respetable por culpa de un error de cálculo a la hora de aplicar las proporciones de la mezcla. Curiosamente, no tanto como cabría esperar al estilo Michael Bay de destruir más, más y más -sus escenas de acción están bien dosificadas, medidas e introducidas- como en la construcción de todo un entramado narrativo más postizo, artificioso, hueco e indefinido que gasta muchos de sus esfuerzos en complacerse a sí misma antes que a la audiencia, craso error, y que se gusta demasiado como para darse cuenta que por momentos se está pasando de rosca; entre otras cosas, en su verborrea intrascendente -que retiene el ritmo cada dos por tres en su primera mitad- o en su obstinación por realzar las virtudes de un personaje, el juguete que es Sherlock en manos de un Robert Downey Jr. sin mesura, al que carga con demasiado peso sobre sus hombros descuidando así un rebaño de secundarios. Entre otros factores elementales, como el suspense que sólo encontramos al final de la historia, y donde sólo Jude Law y Jared Harris logran salir de unas sombras en las que quedan sumidos Stephen Fry, por anecdótico, o Noomi Rapace, porque no sabe ni por dónde le sopla el viento.

Además y a diferencia de por ejemplo los "Piratas", que contaban con un realizador de verdad como es Gore Verbinski capaz de mantener a flote con decencia a la franquicia hasta en sus momentos más húmedos, Guy Ritchie tiene más de chaval caprichoso que de narrador. Un "player" al que le gusta transformar la cámara en el mando de la Play, con el agravante de que los 500 millones de dólares recaudados por la primera le han otorgado manga ancha por parte de unos productores que han preferido mirar hacia otro lado y contar el dinero, contribuyendo así a transformar (o a ratificar) que lo que antaño parecía un autor, ya fuera una consideración infundada o una simple cuestión de falta de recursos (que los artistas por algo -casi- siempre son pobres), en un artesano pirotécnico en busca de una constante innovación visual de dudoso calado dramático, por más que pueda resultar de lo más bonito (véase la por otro lado espectacular secuencia del ataque en el bosque mostrado a cámara lenta). Una especie de alternativa a Michael Bay, por debajo de este a la hora de coreografiar la destrucción que rodea a sus personajes pero por encima a la hora de dotar a sus producciones de algo de solvencia dramática más allá del escote de una modelo de labios pecaminosos.

Al igual que sucede con multitud de grandes empresas, 'Sherlock Holmes: Juego de sombras' termina por funcionar más por el efecto Bola de nieve que por unos verdaderos méritos que conduzcan a un filme tan sólido como era la primera entrega. Ya se sabe, si cuela que sea por acoso y derribo, y donde la precaución derivada del respeto, seriedad y miedo a la audiencia se han perdido lo justo como para que el filme de la sensación de no tomarse en serio a sí mismo. Algo de agradecer cuando por debajo se intuye que sí se lo han tomado en serio... que no es el caso.

Aunque sombra de sí misma, a los puntos al final se gana su derecho a la vida porque cuanto menos siempre mantiene un tono jocoso muy saludable, el de una producción de fácil consumo y mejor digestión, y porque en su tercio final remonta el vuelo para ofrecer un pasatiempo sin cuartel redondeado por un final muy sugerente en el que, por fin, aparece el suspense que tanto se ha echado en falta durante el resto de su metraje, y donde el montaje, los actores y el director por fin sirven a la causa a la que sirve la película... o mejor dicho, cuando por fin aparece la película que estábamos esperando de inicio.

Más vale tarde que nunca, y la función termina con un simpático epílogo en el que con sólo un interrogante se demuestra que talento hay... sólo que no en las dosis justas ni enfocado a donde debería, pero permitiendo albergar esperanzas en una tercera parte que no tiene por qué conducir a la franquicia al fin del mundo. Por lo demás siempre nos quedará una nueva banda sonora de Hans Zimmer, actualmente el mejor compositor "mainstream" de Hollywood, y tan capaz de salvar una película con la misma facilidad con la que Sherlock Holmes se dispone a resolver cualquiera de sus casos...?

 

Nota: 6.75

Por Juan Pairet Iglesias
@Wanchopex

Temas relacionados

< Anterior
Siguiente >

Comentarios