Destino Marrakech

Iniciado por reporter, 06 de Septiembre de 2014, 03:36:06 PM

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Destino Marrakech


SINOPSIS: Ben, un chico de 17 años (Samuel Schneider), visita a Heinrich, su padre (Ulrich Tukur), un aclamado director de escena que se encuentra en un festival de teatro de Marrakech. El entorno le resulta tan desconocido como su padre, con quien ha mantenido poco contacto desde que este se divorció de su madre y con el que se dispone a pasar las vacaciones estivales. A medida que la distancia entre ambos va en aumento, Ben se sumerge en este exótico país y emprende su propia búsqueda en este mundo novedoso y extraño. Se enamora de Karima (Hafsia Herzi) y la sigue hasta su remota aldea, en el Atlas. Tras varios días sin tener noticias de Ben, Heinrich empieza a buscar a su hijo desaparecido. Mientras los dos recorren estas pintorescas tierras, todo puede suceder: pueden perderse el uno al otro para siempre o empezar de cero...

CRÍTICA: En un lugar de Marruecos

Ben tiene 17 años, y Heinrich... muchos más. El primero tiene, como suele decirse, toda la vida por delante, aunque claro, todavía debe demostrarlo todo. El segundo sigue el ejemplo de cualquier integrante de su generación: asentarse en la poltrona y admirar el espectáculo. En otras palabras, deleitarse viendo cómo los que vienen, por alguna extraña razón, van acumulando odio hacia los de arriba, es decir, hacia los que no abandonan su posición de privilegio ni a patadas. La -eterna- tragedia servida por unos lazos de sangre que, nos guste o no, son innegociables. Ya se sabe: ''Dios nos dio una familia...'' y a callar. Heinrich y Ben son, efectivamente, padre e hijo. Y ni todos los divorcios y ausencias y giras teatrales del mundo podrán tapar una realidad igualmente irrenunciable: se llevan a parir. Como en las mejores familias... por muy destrozadas que estén.

Caroline Link vuelve a sentir la llamada de África (recordemos el Oscar a la Mejor Película de Habla No Inglesa por el correcto melodrama histórico 'En un lugar de África') y hace que el choque de trenes se produzca ahora en Marruecos. En Marrakech, para ser más exactos, ciudad donde, le guste a ella o no, va a producirse otra colisión, ésta última con el sello característico de nuestra cartelera. Sigue la guerra de los títulos; entran en escena los diablos de la traducción. Lo que allí es 'Exit Marrakech' aquí es 'Destino Marrakech'. Dándole duro al juego de los opuestos. Porque nosotros lo valemos. Más allá de la rutina, la sorpresa se produce durante el visionado, cuando se da uno cuenta de que, efectivamente, la autora se debate constantemente entre entrar o salir; entre el ''hola'' y el ''adiós''. En definitiva, entre el amor reconciliador y el rencor más destructivo. Una vez más, como en las mejores familias, vaya.


Es así como Ben, de 17 años, y Heinrich, con iguales inviernos en su casillero (por mucho que su pasaporte se haya empeñado en sumarle muchos más), fijan en esta casi-milenaria urbe el punto de encuentro... así como el sitio del cual toca huir a toda prisa. En cualquier caso, es éste el centro gravitatorio de una odisea moderna que se revelará plenamente satisfactoria tanto a nivel interior (se permite la añadidura ''iniciática'') como en aquel que obedece a necesidades mucho más mundanas. Hablemos, por ejemplo, de una de esas experiencias vitales que en el mejor de los casos va a cambiar tu vida, y en el peor, directamente va a ponerle fin. Pero hablemos también de una de esas escapadas que tan bien sientan después de una exposición intensa al estrés laboral / estudiantil. Hablemos, por supuesto, del derecho universal de cada niño rico (sin importar la edad que tenga) de concederse una alegría al cuerpo y sentirse, ni que sea por unos pocos días, auténtico (sin importar demasiado la definición que su diccionario particular dé a dicho adjetivo).

La cineasta alemana hace gala de un estado de madurez envidiable, y firma de paso un diario de viaje en el que el ''cómo'' cautiva tanto como el ''qué''. Interesa el trayecto per se, pero tanto o más la manera en que éste se nos presenta. Cine casi teatral, no en las formas pero sí en el espíritu. Solidísimo también, en la filmación y la narración. La belleza cae por su propio peso, y no por imposición; la narración, ágil y fluida, transita con elegancia entre las distintas etapas por las que se mueve, compactando firmemente en el mismo bloque, piezas que parece que no vayan a casar ni en pintura. Una vez más (que no sea dicho): como en las mejores familias... ya se (re)encuentren éstas en Europa o en África. Lo mejor del experimento es que resulta en una postal que primero, se aleja de la postal (no es tan contradictorio como suena) y segundo, hace que la imagen se llene de contenido. No lo busquen en la tienda de souvenirs, esto ahí no existe.

El consumo queda reservado a una sala de cine que de repente se convierte en una ventana en la que ver el exterior... y a nosotros mismos (como visitantes, padres, turistas, hijos...). Marruecos, país de contrastes (es un tópico, sí, pero sigue siendo cierto) ejerce de reflejo perfecto de unas relaciones humanas condenadas a sobrevivir montadas en una montaña rusa interminable. También sirve para que nos demos cuenta de que nuestra idiotez (o genialidad) pueda ser también parte del reflejo de los que llegaron antes que nosotros. Con ello, quedan también al desnudo aquellas etapas vitales que parece que hagan del conflicto su principal fuente de energía. Todo esto sin perder jamás el respeto por el entorno o por una historia que hace de la ficción el camino más rápido para llegar a la realidad. Sin miedo a que su producto se haga largo y/o denso (que, efectivamente, así puede definirse), Caroline Link compensa el posible handicap procurando que el viaje sea siempre ameno. Lo hace también tratando la complejidad con sencillez, pero sin menospreciar a un espectador que al principio seguramente no sabrá si salir o ir a Marrakech, pero que a buen seguro, cuando todo haya terminado, tendrá claro que esto es lo de menos.

Nota: 7 / 10
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lourdes lulu lou

Destino conocernos; un bonito relato, en esceso lento y deficiente en su condimento.
La adolescencia, experimentar, la vida por delante, ¡qué placer y peligro a la vez!, la valentía de avanzar, la incógnita de lo que hallarás, la duda del resultado, miedo y angustia se alían a esa duda que lo inunda todo, energía, de ilusión vitalicia que, con adorable inocencia, cree que todo lo puede. Osadía e ímpetu de decidir por si mismo, al margen de los padres pues, como dijo Sigmond Freud -de lo poco con sentido-, hay que matar al progenitor para formarse como adulto, eliminar la herencia parental para formar una personalidad propia y, en algunos casos, los susodichos referentes lo ponen realmente fácil; incomprensión, distanciamiento, decepción generalizada de lo que se encuentra después de tanto tiempo de espera, o ¿es el hijo quién estropea tan ansiado reencuentro?
Maravillosos paisajes, sentidas interpretaciones, ¿suficiente para que te sientas contento?, enseñar Marrakech desde sus entrañas, ¿cubre todas las demás carencias?
"Las familias felices son todas iguales, las familias infelices lo son cada una a su manera", las formas, de Caroline Link, son las de ofrecer, el impacto cultural proveniente de un chico soberbio, que quiere asustar a su padre como compensación de todos los años de ausencia, carisma de costumbres y hábitos de lugar para quien se cree muy listo para aceptar consejos, sólo que, ese atractivo escénico por el encanto y hechizo de sus calles, se pierde cuando se trata del contenido de la historia, despierta pasión e interés el hábitat de los personajes, la estructura y su estilo, no lo que tienen que expresar o narrar, su andar progresivo y su melancólica pausa de ritmo es sosa y aburrida.
"La fantasía es más interesante que la realidad ", certifica el patriarca, "la realidad es más interesante que la fantasía", refuta el polluelo, un tal para cual que juega al polo opuesto de quien, quiere empezar a saborear, y de quien, ya está curtido en dicha tarea, novato tanteando el terreno sin saber con seguridad qué dice o hace, más un progenitor a la búsqueda de un amor hace años perdido; travesía que no alienta la razón, ni el conocimiento de sus andares, tonterías y tropiezos, sencillamente su mirar es nimio y abatido.
El sabiondo ratón cae en la trampa de la ignorancia e imprudencia, aunque la motivación por cómo saldrá o quedará tras ella no es harto estimulante, una guía turística, por país extranjero, a manos de un inexperto en el arte de la vida donde, uno se lo pasa en grande/al otro, la inquietud le perturba y estropea los planes, mientras el espectador, sin pena ni gloria, viendo la sucesión de acontecimientos, eventos, sin mucho apego o afecto por ellos, más que el devenir de arreglar lo roto, subsanar un estropicio poco alentador y una reconciliación de ánimo ausente.
La calma y pasividad de la observación desalientan y causan languidez suprema, el conflicto paterno-filial, núcleo de todo el tinglado, cansa y desalienta, anula el apetito por alimentar el deseo de compañía por ellos; a la susodicha directora alemana no se le dan bien las familias ni la estructura, sólo ambientarlas de fascinante espacio abierto y dejar que los actores hagan, con talento y destreza, su trabajo; aparte de que su larga duración no ayuda a mitigar la privación de querencia por ella.
No hallarás cariño por la misma, únicamente devoción y estima por su imagen estética.
Validez fragmentada; en cómputo general, escasa.
lou
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