Las sandalias del pescador (1968)

Iniciado por Michael Myers, 27 de Febrero de 2024, 04:23:00 PM

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Michael Myers

LAS SANDALIAS DEL PESCADOR/THE SHOES OF THE FISHERMAN


SINOPSIS: Después de pasar veinte años como prisionero político en un campo de trabajos forzados en Siberia, el arzobispo ucraniano Kiril Lakota (Anthony Quinn) es inesperadamente liberado por el presidente de la Unión Soviética (Laurence Olivier), que había sido su carcelero en Siberia, y enviado al Vaticano como asesor. Una vez en Roma, el Papa Pío XII (John Gielgud), que está gravemente enfermo, le nombra Cardenal. Mientras, el mundo vive en un estado permanente de crisis, con la Guerra Fría como telón de fondo.


YO TE APRUEBO EN EL NOMBRE DEL PADRE, DEL HIJO Y DEL ESPÍRITU SANTO. AMÉN.

Tenía a esta película como una de las cintas de referencia en lo que referencia a la religión en el séptimo arte y en este sentido he visto grandes producciones como 'La pasión de Cristo', 'El nombre de la rosa', 'La misión' o 'Gandhi'; no siempre se puede acertar y la que tenía más ingredientes de ser una gran película, termina siendo de las más modestas; aunque pasa la prueba del algodón.

Tener a Anthony Quinn, Laurence Olivier u Oskar Werner en el reparto siempre son alicientes para darle una oportunidad al filme, incluso sin necesidad de ser devoto religioso. Desafortunadamente, quien más termina decepcionando es el libreto firmado por John Patrick y James Kennaway, quien en muchas situaciones se queda en la mera superficie sin rascar hasta llegar más profundo.

Por un lado, está la eterna lucha entre la caridad y la riqueza que en la iglesia misma sorprende cuando alguien apuesta más por la primera que por la segunda. El antiguo prisionero político metido a Cardenal y luego a Papa, Kiril Lakota, apuesta más por ser un siervo de Dios y de todos los hombres y mujeres más que un siervo del dinero y las propiedades, cosa que siempre me parece admirable. Sabiendo sobre todo la cantidad de riqueza que maneja la iglesia.

Por el otro, está el papel del Papa respecto a los demás. Ya no solo como servidor y hombro en el que apoyarse sino como activo para mediar como en este caso en un caso potencial de guerra entre la Unión Soviética y China por embargo comercial de Estados Unidos a China con la conveniencia de los soviéticos, según los mismos chinos. Asunto en el que pensaba que iba a radicar uno de los mayores atractivos del largometraje, pero que se queda en agua de borrajas por no entrar a todo en esta trama. Como tampoco desarrolla demasiado el affaire del corresponsal George Faber, que podría haber dado para mucho, incluso para alguna lección de fidelidad desde el punto de vista religioso, como en la escena donde Quinn y la personaje de Barbara Jefford (interpretando a la Dra. Ruth Faber) hablan sobre los problemas amorosos de ella.

En el reparto poco a objetar. Anthony Quinn pone su talento y carisma al servicio de la historia (diría que hasta tiene total aspecto de Papa) en una interpretación muy sólida, potente y a su vez contenida. Quien mejor le acompaña es Oskar Werner, interpretando a David Telemond, una oveja descarriada dentro de la iglesia debido a sus polémicos puntos de vista. Werner es el único al nivel de Quinn por su papel más rebelde sin necesidad de ser innecesariamente sobreactuado. Del resto del reparto poco a comentar porque poco tienen para poder destacar, salvo David Janssen (George Faber) quien tampoco tiene mucho más margen que el resto.

Alex North aporta una banda sonora orquestal que sirve más como acompañamiento que como vehículo de narración, sin que esto signifique que sea un esperpento para el oído. Entra bien por las orejas, aunque no creo que se vaya a quedar para el recuerdo.

La sensación general es una cinta de la que, a pesar de sus más horas de duración, se queda por explotar en casi todas sus tramas, lo cual es una lástima porque la historia tenía atractivo y la gente delante y detrás de las cámaras animaba más a verlo. El resultado final no acompaña al potencial que había; sin embargo, pasa sobradamente el aprobado.

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Quizá en esos últimos días, el amó la vida con más intensidad que nunca, no sólo su vida, la de cualquiera, mi vida.
Y lo único que quería eran las mismas respuestas que el resto de nosotros: ¿De dónde vengo? ¿Adónde voy? ¿Cuánto tiempo me queda?
(Blade Runner)
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