El infierno

Iniciado por ÁngelNeg, 15 de Octubre de 2010, 07:03:05 PM

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ÁngelNeg

EL INFIERNO


Nada que celebrar

Sin el correspondiente afán por parte de Luis Estrada de mostrar la visualización del México actual, la cinta El infierno (México-2010)  tiene ante todo una recalcitrante crítica hacia varios sectores que no puede recriminársele al director, pues es parte de una visualización concreta que tiene en mente cualquier mexicano que se precie de abrir los ojos un poco. En esta ocasión no hay que decir que sí, sino asentir con la cabeza.

Como parte de las cintas que se promueven y fueron producidas en base a los festejos del Bicentenario en México, resulta hasta increíble como se ha invertido el dinero en esta producción apoyada por varios sectores gubernamentales, cuando la crítica audaz y certera se lleva entre las patas y pone en tela de juicio las relaciones entre Gobierno y narco, cuando además se nos plantea un país corrompido por la violencia donde nuestras autoridades apenas si asoman las narices.

De esa forma, se nos pone de frente el personaje de Benjamin García "el Benny" (Damián Alcázar) quien es deportado de Estados Unidos y al regresar a su pueblo encuentra un panorama desolador. La violencia irracional, la corrupción generalizada y la crisis económica que azotan al país han devastado por completo al lugar. "El Benny", sin otras opciones y para ayudar a su familia a salir adelante se involucra en el negocio del narcotráfico en el que tiene, por primera vez en su vida, una fulgurante prosperidad llena de dinero, mujeres y violencia, pero al final descubrirá en carne propia, que el tentador camino de la vida criminal no siempre paga lo que promete.

La cinta vende lo que anuncia y lo vende de una manera excelsa sin que por ello no deje de resultar hasta apológicamente violenta. El uso desmedido de la violencia, el lenguaje explícito, y el contenido sexual sin embargo no son más que parte de una realidad que de no estar plasmada en una cinta con estos tintes, francamente diríamos que esa no es nuestra realidad. Realmente resulta increíble que la realidad del México actual sea esta; pero como simples espectadores no podemos más que reírnos de ella.

Luis Estrada no deja títere con cabeza –casi literalmente-, y hace uso de ese gran compendio narrativo que le ha acompañado en la última etapa de su cine. Aunque cintas como Camino largo a Tijuana (1991), Bandidos (1991); y Ámbar (1994) no fueron precisamente sus mejores ejercicios cinematográficos, sí le dieron esa estabilidad para poder enmarcar un proyecto de inicio a fin; pues tan curtido está Estrada en el proceso total de un filme al haber participado en diversos proyectos como director, productor, guionista, editor, etc., que decididamente a la hora de contemplar un proyecto total, este se convierte en un cine tan personal que pocas veces embona con el público, pero que con él ha sido diferente.


Con gran tino, sus últimos ejercicios han logrado esa simbiosis que tan pocas veces se consigue; ser personal y tan artísticamente cuidado, pero a la vez  tan comercialmente redituable y para muestra, La ley de Herodes (1999), una desvergonzada crítica del sistema político mexicano que al igual que El infierno fue víctima de la censura, y fue vista por el mismo sistema político en turno que bien sentenciaba, como una imagen demasiado ajenja. La censura sin embargo la benefició sobremanera.

Resultados distintos tuvo Un mundo maravilloso (2006), un filme igual de crítico pero quizá menos arriesgado en el tema, pues no hacía crítica lo demasiado directa hacia alguna institución; sino que sólo ponía en la alfombra uno de los grandes problemas que aquejaban y aquejan al país hasta el día de hoy; la pobreza, la pobreza extrema. Sin un éxito desmedido de cualquier manera supo manejar el contexto que tan bien ideó en La ley de Herodes; pero con una cuasiparodia crítica.

Y si en algo se parecen estas dos cintas a El infierno, es que con esta última cierra una trilogía que con broche de oro ve como la gestación del no nuevo cine mexicano, sino del nuevo público mexicano, termina por poner punto final hacia un contexto narrativo fílmico que bien le hacía falta a nuestra cinematografía.  Estrada de una manera tan descarada y divertidamente crítica nos cuenta lo que ya sabíamos y quizá por eso la cinta nos conmueva y nos haga esbozar bastantes sonrisas y nos haga emitir sendas carcajadas; porque si algo es muy cierto es que hace mucho que no nos reíamos de nosotros mismos e incluso de nuestro país. ¿Qué puede resultar ominoso? Sí, ¿y qué? No pasa nada que no esté pasando.

Aunque un poco larga, la pesadez no llega jamás, y el reparto es una de esas pocas articulaciones de casting que tan buen resultado han dado en pantalla de una forma total; comenzando desde el exceso actor e hilo conductor de la trilogía Damián Alcázar, hasta la soberbia interpretación de Joaquín Cosío; de la carismática actuación de Ernesto Gómez Cruz hasta el histrionismo interpretativo de María Rojo ó el porte actoral de Daniel Giménez Cacho; actores que se ven beneficiados desde luego con el magistral guión lleno de timing y ritmo de Jaime Sampietro y el propio Estrada.

Desde luego que hay cosas que se le pueden criticar a El infierno; pero eso ya lo está y ya lo hizo el gobierno de nuestro país. Pero antes de ellos, la misma cinta ya había hecho lo mismo con el gobierno, y hasta con la misma celebración del Bicentenario, celebración que le ha dado la oportunidad de exhibirse al público, pero que ha criticado firmemente que no hay "nada que celebrar". Ya viendo la cinta desde luego que queda claro por qué.
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