20.000 días en la Tierra

Iniciado por reporter, 06 de Noviembre de 2014, 11:08:25 PM

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20.000 días en la Tierra


SINOPSIS: Drama y realidad se combinan en 24 horas ficticias en la vida del músico e icono cultural internacional, Nick Cave. Con ideas sorprendentemente francas y un íntimo retrato del proceso artístico, la película examina lo que nos hace ser lo que somos, y celebra el poder transformador del espíritu creativo.

CRÍTICA: 24 horas con Nick

Decía el chiste que un argentino cualquiera puede suicidarse subiéndose a su propio ego para tirarse, acto seguido, al vacío. Pues bien, los hay que tendrían suficiente con mirar hacia arriba para tratar de ver dónde terminan los monumentos erigidos a su persona... y morir del ataque de vértigo. Aquel día en Park City, durante la celebración de la 30ª edición del Festival de Cine de Sundance, nos levantamos con el ego subido. Por simple imposición. Los tablones del escenario del Eccles Theatre (que es por donde se pasean ahí, en sesión matutina, los peces gordos) por poco no reventaron. No por acumulación de atrezo o de personas, sino porque las tres que se encontraban ante la audiencia se acababan de marcar un banquete antológico de ellos mismos. Con ustedes, Michael Winterbottom, Steve Coogan, y Rob Brydon. Como ya sucediera hace cuatro años con 'The Trip', porque de hecho, de lo que se trataba era de repetir la experiencia. ¿Por qué? Primero, porque en la primera se lo pasaron teta. Segundo, porque no tienen que darle explicaciones a nadie.

Y así, y con los seis cataplines de los principales implicados corriendo siempre el riesgo de ser aplastados por sus propios pies, transcurrió 'The Trip to Italy', réplica a la italiana de aquel seísmo de egos compartidos... Y por si la sala no se había quedado lo suficientemente pequeña, los programadores del certamen tenían preparada otra ración antológica del mismo ingrediente. El espacio siguió estrechándose Ni en el Palais de Cannes -y ya es decir- se habría podido respirar. Y es que del Reino Unido nos llega también '20.000 días en la Tierra', que empieza con Nick Cave, ni más menos, hablando de sí mismo: ''Puedo controlar la meteorología con mi humor... lo que pasa es que no puedo controlar mi humor.'' No apto para claustrofóbicos. Los veinte mil días de los que nos habla el título hacen referencia, como puede deducirse con total facilidad, a la edad de la estrella (o para ser más consecuentes con el personaje, nos remite al número de días con los que Mr. Cave ha honrado al planeta entero con su presencia). La cuenta sigue en marcha.


Una jornada más (resumida en poco más de hora y media de metraje), que es la que vamos a pasar junto a este artista todoterreno. Todo, absolutamente todo, puede pasar... hasta Kylie Minogue materializándose en el asiento trasero de un coche. Definitivamente, el Eccles no implosionó de milagro. Los directores Iain Forsyth y Jane Pollard hacen un excelente uso de la técnica cinematográfica (máxima explotación, sin hacerse pesada, de factores tan fundamentales como la fotografía, la banda sonora o los saltos narrativos) para que nos olvidemos por completo de la barrera que separa la ficción de la realidad, así como de la encargada de distinguir la entrevista del psicoanálisis. '20.000 días en la Tierra' tiene mucho más de lo segundo, consiguiéndose así una inmersión casi total en la mente de este galán con apariencia de cavernícola; de este artista (en mayúsculas) sumido, desde hace mucho tiempo, en un desbocado proceso de creatividad igualmente desencadenada, con tal de conseguir lo que a una tal Nina Simone se le daba tan bien: que en cada actuación se transformara a la audiencia... y a ella misma.

Pasado a una pantalla de cine, esto sólo se puede traducir en mostrar aquello que los ojos no pueden llegar a ver. Forsyth, Pollard y, desde luego, Cave lo consiguen, en lo que sin duda es una experiencia artística (en mayúsculas, también) única, sensorial y mentalmente total... como lo son, de hecho, la mayoría de actuaciones de este irrepetible rockero poeta. Por cierto, la cifra del título es, por supuesto, una invención. Un calculado desajuste; una declaración de intenciones que se ve recompensada por un mar de sensaciones poco imaginable en un documental, porque de hecho lo que tenemos delante es pura poesía cinematográfica, inconteniblemente estimulante. La constatación de que el formato no está tan limitado como creíamos. De hecho, ''sólo'' (nótense las comillas) requiere de la combinación acertada entre un objeto de estudio liberador, y alguien detrás de las cámaras capaz de entenderlo... y de darle más alas. Por supuesto, cuanta más química haya entre ambas partes, más favorecido se verá el producto final, y éste, fruto directo de una antológica doma recíproca de egos es tan revelador y, consecuentemente, delicioso, que se sitúa muy encima de cualquier exceso de personalidad. Y no se suicida en el intento, poniéndose así, de paso, también por encima de las -tontas- barreras que separan a los fans de los detractores de la estrella de turno... para congregar a los que, simplemente, aman al cine y/o la música en sus respectivas máximas expresiones.

Nota: 7 / 10
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