Timbuktu

Iniciado por reporter, 18 de Febrero de 2015, 12:05:23 PM

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Timbuktu


SINOPSIS: Los alrededores de Tombuctú han caído en manos de extremistas religiosos. Kidane vive tranquilamente en las dunas con su esposa Satima, su hija Toya e Issam, un niño pastor de 12 años. En la ciudad, los habitantes padecen el régimen de terror impuesto por los yihadistas. Prohibido escuchar música, reír, fumar e incluso jugar al fútbol. Las mujeres se han convertido en sombras que intentan resistir con dignidad. Cada día, unos tribunales improvisados lanzan sentencias tan absurdas como trágicas. El caos que reina en Tombuctú no parece afectar a Kidane hasta el día en que accidentalmente mata a Amadou, un pescador que ha acabado con la vida de "GPS", su vaca favorita. Ahora debe enfrentarse a las leyes impuestas por los ocupantes extranjeros.

CRÍTICA: Érase una vez, en Tombuctú

Esta misma semana, navegando por las páginas de un periódico cualquiera, nos topamos con un sub-apartado en la sección Internacional. El título de entrada (el genérico, vaya) dice así: ''Barbarie yihadista''. Uf. Porque del mismo modo en que nos escandalizamos cuando nos dimos cuenta, tras el enésimo tiroteo, que en Estados Unidos existen especialista en, efectivamente, matanzas en escuelas / institutos / universidades (¡Uf!), la misma reacción deberíamos experimentar al ver cómo un diario, con mayor o menor acierto, ha decidido abrir un espacio permanente dedicado a repasar las lindezas perpetradas por la guerra santa, que en este caso (cosas de la Historia), es islámica. En fin, que nos reponemos y bajamos un poco la vista. Ahí está el titular: ''El Estado Islámico quema vivo al piloto jordano secuestrado.'' Tremendo. No hace falta seguir. Cerramos el periódico y nos refugiamos en la pantalla del smartphone, donde resulta que ya nos esperan las últimas novedades. ''Jordania ejecuta, a modo de represalia, a dos yihadistas.'' Venga. Como en los tiempos bíblicos más sanguinarios (imagínense), la ley del Talión, no hay duda, sigue viva. Y coleando con violentísima fuerza.

Rebobinando un poco la cinta y nos damos cuenta de que en nuestro país (así como en buena parte de lo que podríamos considerar como ''Mundo Occidental'') empezamos a familiarizarnos con el concepto ISIS (recordemos, aquel grupo terrorista del que hasta Al-Qaeda ha renegado) a principios de 2014. De hecho, lo más correcto sería decir que por esas fechas, empezamos a recordar (porque vivimos, ciertamente, en tiempos de terrorífica amnesia colectiva) el significado de dichas siglas. Lo más triste del asunto es que esta organización llevaba (y sigue) operando desde la Segunda Guerra del Golfo Pérsico. Corría el año 2003. Pero ya se sabe, el foco de atención mediática es caprichoso, y la magnitud de la barbarie se cuantifica, ahora mismo, a través de elementos completamente subjetivos. Sin remontarnos demasiado en el calendario, sólo hay que prestar un poco de atención al tratamiento de los medios de comunicación a la matanza en la redacción de Charlie Hebdo, con las últimas protagonizadas por Boko Haram en Nigeria. Y que quede claro: De lo que se trata aquí no es de determinar cuál de los dos actos es más condenable, sino de darse cuenta, de una puñetera vez, que tanto una noticia como la otra claman al cielo por una igualdad de condiciones en su recepción que, por lo visto, de momento no llega.


En fin, que para la 67ª edición del Festival del Cine de Cannes, alguien tuvo la brillante ocurrencia de encomendar la apertura a Olivier Dahan. Mal empezamos, pues la mediocridad (siendo generosos) de su último trabajo, que llevaba por título 'Grace de Mónaco' (ah...), era solo comparable al interés que su historia levantaría entre buena parte de los asistentes al certamen de certámenes. Y no era poco. Ojo, que ese título tampoco engañaba. El filme se apoyaba, como era de esperar, en algo tan importante y trascendental como la realeza monegasca. Y sí, lo peor es que sí, que por caprichos de la geografía, seguiremos pensando que estamos mucho más cerca de los insustanciales problemas de tan sacrificada familia, que no de las innumerables carnicerías que bañan la tierra de aquellas naciones que ni sabemos situar en el mapa. Por suerte, nos dejamos de sesiones inaugurales y entramos de lleno en la Sección Oficial a Competición, la cual si bien no presentaba un cartel a priori tan apetecible como el del año anterior (aquel, sencillamente, fue un escándalo), sí empezó, al menos, a pleno rendimiento.

'Timbuktu', al igual que el antecedente citado, podría ser también un cuento, sólo que en esta ocasión las hadas tenían vetada la entrada. En el corazón de Mali (sí, ese país a través del cual personajes tan grises como François Hollande trataban de ganar crédito electoral a base de balazos), una gentuza trata, por todos los medios que su cortísima inteligencia les permite, acallar una música que bien podría haber sido compuesta por el mismísimo Ali Farka Touré. Digamos que la policía islamista intenta poner orden (SU orden, claro) en la heterogeneidad más absoluta. Lo urbano contra lo rural; lo sedentario contra lo nómada, la sharia contra la razón... África contra Occidente (no necesariamente en este orden). Las tropas fundamentalistas se convierten pues en el eje vertebrador de un relato que avanza del mismo modo en que un río se abre camino. Sin aparente rumbo fijo, pero con una destinación final claramente marcada, y aprovechando al máximo cada ayuda que le pueda brindar el terreno por el que se mueve. Puede que al principio no queden demasiado claras las intenciones (tampoco hace falta), pero cada decisión tomada y cada frente visitado desbordan interés.

Abderrahmane Sissako hace méritos suficientes para entrar (por fin, que ya va siendo hora) en el radar de la comunidad cinéfila, y para que ésta se acuerde de paso de su hasta la fecha corta pero interesantísima obra. Su película, como él mismo, es de Mauritania (co-financiada con capital francés), país vecino del sujeto contagiado (y contagioso), y por ende, testigo de primera línea de un horror que, desde luego, tiene que ser contado. Y el cine se volvió a reivindicar como herramienta estrictamente necesaria en unos tiempos preocupantemente adormilados. Más que la denuncia (que por cierto funciona mucho mejor cuando tira de risas que no de dedo acusador), prima el retrato, veraz y contundente; realista pero también poético. El hilo conductor, una mirada dotada de altísima definición, y no carente de un humor (entre ácido, absurdo y... negro, perdón) certero a la hora de desnudar a una comunidad especializada en destrozar toda la belleza que la rodea. Excelentemente filmada y rebosante de imágenes tan potentes como sugerentes, 'Timbuktu' es poseedora además de una encomiable capacidad para la devastación, que ahora se nos presenta comedida, para nada falsa y profundamente humana. Puede que en sus momentos más inspirados (ese partido de fútbol sin balón capaz de erizar todos los pelos del cuerpo) se acerque a la fantasía más alegórica, pero aquí poco -o nada- es falso. No puede serlo. No cuando África y Occidente han decidido cambiar el ''contra'' por el ''con''... para aparecer así en grandiosa armonía.

Nota: 7 / 10
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darojas36

Qué buena review. Creo que como dices, es un buen momento para el director y qué bien que salen las cosas para él. La peli es demasiado bonita y hasta inspiradora. Pero siento por partes que es como pesada sin necesidad. No termina contando bien todas las historias y nos quedamos con la idea de que es un pupurri de voces sin inicio ni fin. Un filme que da una vision panoramica de la situacion, pero que no permite que uno se acerque a estos protagonistas.
Saludos
Periodista y cinéfilo. Escribo sobre cine en http://cinebaguette.com
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Beyond

Es una película que sobresale más por su mensaje que por su calidad cinematográfica, que, sin ser mala, tampoco es nada del otro mundo. No obstante, ese mensaje le basta para ser más que recomendable. Lo mejor es su sensación de veracidad, ya que muestra a los islamistas como gente normal más allá de su ideología. Es decir, personas con emociones, que ven partidos del Madrid y del Barça, que no tienen problemas a la hora de escuchar lo que les dicen los demás (aunque eso no sirva para hacerles cambiar de idea), etc. Esto lo coge un director americano y los representa como asesinos sin sentimientos entrenados solo para matar y que no tienen otro objetivo en la vida. La película mete además varias pequeñas subtramas entre la historia principal para mostrarnos la manera de actuar de los extremistas, algunas bastante impactantes y otras bastante curiosas, como el partido de fútbol sin balón.

Mi nota es 7/10.
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lourdes lulu lou

¿Has leído la sinopsis?, ¡pues eso es todo!, resumen conciso de lo que hay, ni más ni menos; amén de muchos halagos, bienintencionados y condescendientes, por ser una modesta película, echa con mucho esfuerzo y osadía, pero que falla en su encanto y seducción para dialogar con el oyente, quien sólo se emociona ante esa espléndida fotografía de un desierto árido, caluroso y hermoso que ofrece un ritmo pausado, lento y delicioso, con su propia armonía excelsa, donde el peligro, riesgo e incertidumbre se unen a la belleza, la vasta inmensidad, la tranquilidad suculenta, seca, el distendido deambular con un sentir, escuchar, verificar el silencio y la maravilla de no tener prisa pues, el tiempo no importa/el espacio no tiene vallas, pero donde el resto, ha pasado al olvido de la desgana.
Magnífico colorido, de gran atractivo visual que envuelve esta Mauritania dominada por la sinrazón y trágico despropósito de quienes hablan en nombre de la religión, moral, virtud y decencia, jueces dictadores de su propia mezquindad y horror, humillación de una ley impuesta a base de amenaza, rifle, latigo y muerte a una población que sólo quiere hacer su vida, ver crecer a sus hijos, charlar con los amigos y disfrutar de su relajada y plácida, a la vez que dura y desolada, existencia.
Y, a partir de aquí, viene el dilema pues, si vuelves a leer al argumento, estarás de acuerdo con él, también con las alabanzas referidas a la plasmación estética y atrevida de dicha realidad, un meritorio trabajo realizado por Abderrahmane Sissako a la hora de ser sincero y verídico en el sinsentido, extremismo y desfachatez de una imposición extremista a las que, héroes anónimos, deben hacer frente cada día y bla, bla, bla..., pero, con la misma honestidad, existe una gran tendencia al abandono inconsciente, a la apatía auditiva, al aburrimiento involuntario, a perder el interés de lo narrado, su propósito y estela, incluso te obligas a prestar más atención de la que tu mente está dispuesta a ofrecer, te disciplinas para evitar cerrar los ojos de cuando en cuando, te reprochas por distraerte con cualquier pensamiento que roza, brevemente tu cabeza, dada la escasa captación de lo ofertado, en un debate autoimpuesto de recriminación por no vivir tan espléndidamente -ni fingir, la verdad- esa maravilla manifestada por otros, por no saborear la importancia teórica de lo exhibido en una práctica inapetente, insostenible y poco agraciada.
Lo primero que se enseña un político es el poder de la oratoria, la fuerza de una potenta y bien estructurada retórica que convenza, atrape y guste, no importa el mensaje; aquí, ocurre justo lo contrario, un mensaje loable, vigoroso y valiente que se pierde, por su camino, al no encontrar ese puente de comunicación entre el ávido espectador, a la espera de su sabiduría, y unos fotogramas que transcurren sin pasión, con parsimonia, pesadez y poca inteligencia para involucrar al público deseoso y, con respeto, un poco excesivas las alabanzas vertidas a favor de ella que llevan al interrogante confuso, para quien se fío de ellas para elegirla, porque, todas muy meritorias y merecidas en el plano técnico, expositivo y ocular pero, el cerebro queda desamparado y desnutrido ante la sucesión de escenas que no despiertan curiosidad, que son un desfilar repetitivo de lo ofrecido los primeros diez minutos y que no avanza en emoción y desasosiego, sólo un triste mirar melancólico, decrépito y arduo que lleva a desviar la vista de la pantalla para buscar, por otro lado, el alimento no aportado o, simplemente, sucumbir a la dejadez y descuido.
Es de esos casos que, parece de vergüenza admitir tu indiferencia hacia lo observado, a pesar de la importancia de lo contado, pues se sufre un abandono cognitivo y ausencia afectiva que nunca debería surgir, dada la riqueza del guión y el estilo direccional, pero que supone el desfallecer anímico, sugestivo y reflexivo de un intelecto, dejado al olvido, que observa como únicamente se nutre la visión, y le  dejan, a él, huérfano y falto.
Es sencillo, un profesor debe saber inculcar a sus alumnos la pasión por su clase, aleccionar a sus pupilos a seguir la lección, instruirse de sus palabras y desear que el reloj detenga su camino ante el disfrute y admiración de lo expuesto, aquí, el director, satisface una parte/deja coja a la otra, un ying/yang que no se complementa, hecha un pulso con su hermana de aventura ganando, lamentablemente, quien no se quiere ni desea.
Insípida y desaborida, pierde todo su efecto al no saber comunicar, con perspicacia e ingenio, su atrevida y potente historia; brillante desolación artística que arrasa y deja necesitada a la razón y a su amado compañero de fatigas, el sensible -aquí depuesto- corazón.
lou
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Soprano

Una historia dramática que a pesar de que nos acerca a un contexto tan diferente al nuestro se siente cercana y veraz, con algunos momentos muy inspirados y planos de bella factura entre sus mayores méritos, mientras que por contra su desequilibrada narrativa y sus limitadas interpretaciones le restan algún punto, una opción recomendable de cualquier forma.
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