Amor en fin

Iniciado por ÁngelNeg, 26 de Diciembre de 2010, 08:21:07 PM

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ÁngelNeg

AMOR EN FIN


Tres piezas de horror en una película

Hay en el tercer ejercicio de largo de Salvador Aguirre bastantes indicativos de que no hay avances de una carrera cinematográfica depurada y con estilo. Si bien el documental Las elecciones federales de 1997 (1997) no tiene nada que ver con su segundo trabajo ya en género dramático titulado De ida y vuelta (2000); tal parece que por lo menos sí le creó cierta fascinación por el tema político, lo cual no ha de estar del todo mal si se saben adecuar las partes al contexto narrativo.

En Amor en fin (México-2009), opta por desentrañar dos o tres historias de pareja en el preámbulo de las controversiales elecciones de 2006 en nuestro país. Así, tiene Aguirre una ciudad, tres días, tres clases sociales, tres piezas de amor, seres humanos que conviven sin tocarse, ligados por espejismos, y esperanzas. Las luchas por la supervivencia y el poder son individuales y secretas; no hay vencedores ni vencidos. El orden aparente se sostiene y un fin de semana empieza a correr.

Aguirre ha creído que la mezcolanza entre drama y politiquería apenas llamativa, pudo haber sido por lo menos resultona para poder ubicar sus historias dándole ciertos factores que pudieran acompasar el drama; pero lo cierto es que desencaja todo el partidismo del que se hace objeto en el correr del metraje, pareciendo un publirreportaje pagado que muestra tímidamente el objeto de su parecer. Logos del Partido Acción Nacional y del Partido de la Revolución Democrática pueden verse cual invitación terciaria y de mal gusto en una película que ni siquiera es tan asertiva para poder profundizar en ello.


La timidez con la que muestra ese descaro tiene a poco confundirse con el drama forzado que muestra en algunas de las historias, y la soporíferas actuaciones de una gran reparto comenzando por Adriana Barraza en una de las historias, y la de Lilia Mendoza en otra de ellas. Ambas historias resultan desechables, monótonas, aburridas y harto complacientes para un director que se ha movido perfectamente en los seriados unitarios televisivos con mucho carácter melodramático.

Sin embargo hay una cuestión muy destacable en este guión coescrito por Aguirre, Carmen Galán Bénitez, y Angel Montiel; y es que una de las historias no encaja bajo ninguna forma y circunstancia en el desfogue de elementos narrativos del filme. Una historia con bastantes contrastes del más alto al más bajo. Y si no encaja en la idea tripartita del filme, no es porque sea mala –que bien se completa la idea-, sino porque es buena a secas.

En sus 90 minutos, el guión se toma la libertad de entregarnos una historia distinta. No un drama amoroso, sino un thriller de bajos instintos y deseos que sucumben ante la voracidad carnal de cuatro actores que con medianía absorben con particular dinamismo el compromiso de hacer valer la pena el filme completo. No por voyerismo ni por desnudos totales, ni por imágenes fuertes ni escenas sexuales, sino ya por lo menos la decencia interpretativa de Daniel Giménez Cacho, Paola Núñez, Luis Ernesto Franco, y Sophie Gómez.

Esta historia en particular hubiese bastado para mostrar las bajezas, hipocresías y demás defectos del ser humano. Hubiera dado para mucho más, aunque el género decididamente sería cambiado de primera oportunidad. Amor en fin, es una cinta que en conjunto se muestra como una pieza falta de compromiso cinematográfico que no sólo muestra la miseria humana condimentada con efectos amorosos mínimos, sino, una pieza de la miseria cinematográfica que en afán de mostrar pensamientos políticos semi ocultos, termina en aparatoso desastre en pantalla.
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