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Un buen día decides hablar cada vez menos de las cosas que más te importaban, cuesta un esfuerzo al principio. Uno se harta de oírse hablar... Abrevia... Renuncia... Ya dura treinta años lo de hablar... Ya no te importa tener la razón. Se te van incluso las ganas de guardar el pequeño sitio que te habías reservado entre los placeres... Uno se asquea... Basta con tragar un poco, calentarse y dormir lo más que puedas en el camino de la nada.