Después de 7:35 de la mañana (2003), un corto musical, Choque (2005) y Domingo (2007), Vigalondo se presenta en las grandes salas con Los Cronocrímenes, un primer largometraje en el que la simple, pero efectiva puesta en escena, nos llevan junto al/los personaje/s de Karra Elejalde a una serie de complejos saltos en el tiempo con la excusa de huir de un extraño hombre con la cara vendada.
Pese a la brevedad de la peli y los escasos personajes que en ella concurren, la carga filosófica interna y el significado implícito que esta encierra tiene un enorme peso. Vigalondo se mueve en torno al nihilismo y al pensamiento pesimista de Schopenhauer, en la crisis del sujetos representadas por autores como Kafka, Joyce o Camus, y al nuevo movimiento postmodernista que sienta sus pilares en la crisis de la narratividad y del orden temporal, algo que ya empezó a finales de los ochenta y principios de los noventa, pero que en estos últimos diez años se ha llevado a su máxima expresión con autores como Tarantino, Christopher Nolan, Iñárritu o Sidney Lumet.
El sujeto huyendo de sí mismo, buscando matar no ya a su semejante, sino a él mismo, a sus propias proyecciones y desdoblamientos; un mismo suceso visto y entendido, dentro del mismo sujeto, desde diferentes puntos de vista y desde diferentes tiempos. De esta manera se conjugan una serie de elementos y características que, gracias a su perfecto empleo y su enorme sencillez, apuntan a convertirse en película de culto.
Pese a la brevedad de la peli y los escasos personajes que en ella concurren, la carga filosófica interna y el significado implícito que esta encierra tiene un enorme peso. Vigalondo se mueve en torno al nihilismo y al pensamiento pesimista de Schopenhauer, en la crisis del sujetos representadas por autores como Kafka, Joyce o Camus, y al nuevo movimiento postmodernista que sienta sus pilares en la crisis de la narratividad y del orden temporal, algo que ya empezó a finales de los ochenta y principios de los noventa, pero que en estos últimos diez años se ha llevado a su máxima expresión con autores como Tarantino, Christopher Nolan, Iñárritu o Sidney Lumet.
El sujeto huyendo de sí mismo, buscando matar no ya a su semejante, sino a él mismo, a sus propias proyecciones y desdoblamientos; un mismo suceso visto y entendido, dentro del mismo sujeto, desde diferentes puntos de vista y desde diferentes tiempos. De esta manera se conjugan una serie de elementos y características que, gracias a su perfecto empleo y su enorme sencillez, apuntan a convertirse en película de culto.