Sinopsis:
En el sur de la Rusia soviética, hay una ciudad que se ha convertido en una especie de gueto, un enclave que alberga una mezcla de bandas multiétnicas enfrentadas entre ellas y formadas por peligrosos forajidos. En esta ciudad, dos niños de diez años, Kolima y Gagarin, miembros de una pandilla de exiliados siberianos, crecen juntos siendo amigos inseparables. Su educación es también única, ya que consiste casi exclusivamente en el dominio de las artes ilegales: el robo, el vandalismo y el uso de armas. Además, su clan tiene su propio y estricto código de honor que nunca puede romperse, por encima de todo lo demás. Pero a medida que pasa el tiempo, los chicos crecen y el mundo que les rodea sufre cambios sísmicos.
Cuando tienes veinte años y el mundo se está abriendo ante ti, quieres reclamar tu parte, sobre todo cuando acatar las reglas no es necesariamente tu principal preocupación. Sin embargo, como dice y predica el abuelo Kuzja, el jefe del clan Siberiano: "¡Es una locura querer demasiado! Un hombre no puede poseer más de lo que su corazón puede amar."
Crítica:
Una navaja en lugar de caricias, la honra en lugar de ese olvidado abrazo.
Localización rusa/ dirección italiana/inglés como idioma, peculiar triángulo para una loable, vibrante y eficiente cinta de consideración honda.
Una región, dividida por territorios dominados por diferentes clanes, cada uno con sus normas y costumbres, modo de proceder y actuar según circunstancias y linaje; el de Kolima es el de los siberianos, cuyo patriarca, su abuelo, le enseñará todo lo que debe saber sobre el honor y respeto por su pueblo, el amor a una sangre y el incondicional deber hacia los suyos, lecciones duras, firmes y categóricas para un niño que ve reflejado en su maestro el aspirante símbolo en quien convertirse.
Educación teórica de palabra recta e incuestionable, sabiduría de quien posee el mandato y las intransigentes reglas/ educación práctica que convierte al muchacho en hombre, experiencia de quien encara su día a jornada con la aptitud de aprender a ser un líder y la fortaleza de resistir las duras pruebas que el destino ose poner delante; no drogas, no alcohol, sin lágrimas en el rostro de quien debe velar y defender a la familia, nunca dinero sucio en el hogar, se roba a quien tiene sin merecerlo, se mata a quien atenta contra los nuestros, se cuida de los desvalidos , no se juntan con la inmundicia, son la estirpe de Los Siberianos, sus cuerpos tatuados cuentan su historia, ese altivo camino de resistencia y coraje por no perder y transmitir a la siguiente generación la valentía y orgullo de ser uno de los nuestros.
Exquisita fotografía, del frío y amenazante sudoeste ex-soviético, y una potente música, de tierra tan hostil y helada, se unen en este ambicioso y vigoroso relato, de interpretación enérgica y inmensa áurea respirada con devoción interrogativa, a quien acompaña un constante sentimiento cohibido, pero de mirada penetrante, que amenaza sin necesidad de palabras y cuya presente y cotidiana violencia es equipaje de mano para utilizar en todo momento como muestra de poder y autoridad nunca puesto en duda, dictatorial mandato que se aprende en la niñez y debe ser absorbido y focalizado según se crece y se demuestra la valía y lugar de cada cual.
La hermosura del lugar e inocencia sensible que va pareja a todo crío coexisten con la vileza, rivalidad y dureza de los primeros enfrentamientos y sólidas decisiones, marcar rumbo de carácter, claridad de personalidad y bravura de espíritu con tenacidad, convicción y entereza.
John Malkovich, atractivo comercial para una película inquisitiva, imponente y glorificado en esta libre adaptación del libro de Nicolai Lillin, donde Grabriele Salvatores opta por desmarcarse de la feroz estructura piramidal de sangre, muerte y venganza y centrarse en la relación de admiración del nieto, en el compañerismo del amigo y en el imposible amor que surge sin quererlo, y como tanta presión, carga y herencia recibida, sin ser preguntado previamente, deviene en esa imperiosa necesidad de correr, huir y comenzar a caminar solo, pasos elegidos por andadura propia que nadie juzga, dirige ni somete por más.
El guión juega con saltos temporales, de incomprensible presente a añorado pasado, para proceder a la configuración lineal de todos los acontecimientos que llevan al infierno actual donde la mancillada traición de un ser querido obliga a llevar a cabo lo que no se desea, pero se debe hacer; es contundente sin olvidar su calidez, intensa en su humanidad, inmune en su ejecución, soberbia sin pestañear, sensible en su roce corporal sin vocablos que liberen su emoción contenida, donde se cumple que "un hombre no puede poseer más de lo que su corazón puede amar", sólo que, sin atreverse a tomar lo que más quería, todo le fue arrebatado.
A pesar de tratarse de historia verídica de la mafia rusa y la despiadada barbarie y atropello que de ello se deduce, estamos ante una narración de sentimientos agredidos, de confianza pérdida y lealtad rota y cómo encarar y reaccionar ante tal decepción; sublime simpleza y honestidad para observar un relato cuya abducción es franca y segura.
Si has leído la obra, su desvío de la misma puede restarle puntos a tu contento ánimo, los vírgenes de conocimiento saldrán gratos, sin que su interés decaiga.
"Quiero volver a casa. Sólo hay una manera", la de Los Siberianos.
Lo mejor, su fortaleza visual y carácter expositivo.
Lo peor, su desmarque de la versión escrita para quien sepa de ella.
Nota 6,5