"El rastro", o cómo imbecilizar
Soy de la opinión de que una persona inteligente y crítica, si tiene dinero y tiempo, puede, con provecho, ver casi cualquier espectáculo. Pero si no tiene una gran disponibilidad de dinero y tiempo le conviene seleccionar cuidadosamente en qué gasta el uno y el otro. "Casi cualquier espectáculo" significa que, para mí, hay algunos límites: por ejemplo, "El rastro".
"Historias extraordinarias", película de Llinás, es un caso distinto: se la puede ir a ver, pero únicamente por espíritu deportivo, a saber: si usted quiere demostrar que puede resistir cuatro horas y media de desatinos e incongruencias, vaya, pero sepa que no es fácil que salga airoso. Y en el mismo orden de desafío personal, puede poner a prueba sus conocimientos y sus sinapsis mediante el plan de detectar y puntualizar todas las inconsistencias e idioteces que encuentre, en las historias y en cada escena en particular. Desde ahora le advierto que si anota menos de doscientas es que se le pasaron un montón.
Siempre así, tan igual
"El rastro" es una película australiana que sustenta una interpretación racista acerca de la realidad y el conflicto social. Trata sobre un negro bueno (un australoide probablemente de la etnia arunta o aranda), omnipotente, sabio, incansable y frugal que, vaya a saber por qué razones, no explicitadas por el filme, siendo tan bueno y tan íntegro se presta para guiar a una comisión policial —tres blancos— que busca detener en el interior de Australia a otro negro acusado injustamente del asesinato de una mujer blanca. Lo de "detener" es un decir: queda claro con el correr de las escenas que con presentar sus orejas al tribunal la tarea estará perfectamente cumplida, y si las orejas no son las del buscado, o hay más orejas que las que suele usar una persona, mala suerte (para sus dueños). En el camino, la partida, comandada por un fanático supremacista blanco, aprovecha para eliminar a cuanto aborigen tiene el infortunio de dejarse ver. Pese a ello, el negro "bueno" no sólo no se fuga, lo cual para él es fácil, sino que sirve al fanático virtuosa y lealmente, rastreando con tenacidad las casi imperceptibles huellas del negro fugitivo, advirtiendo a su jefe de los peligros potenciales y aconsejando las mejores alternativas para evitarlos y acortar la distancia con el perseguido y apresarlo.
El mundo, en dos naciones separado está:
buenos y malos, mezclados por doquier.
Andrew Marvell.
De todas las maneras vulgares de eludir la consideración del efecto de las influencias sociales y morales en el espíritu humano, la más vulgar es la de atribuir las diversidades de la conducta y del carácter a diferencias naturales.
John Stuart Mill.
Decime vos si no es cierto, decime.
Leo Maslíah.
buenos y malos, mezclados por doquier.
Andrew Marvell.
De todas las maneras vulgares de eludir la consideración del efecto de las influencias sociales y morales en el espíritu humano, la más vulgar es la de atribuir las diversidades de la conducta y del carácter a diferencias naturales.
John Stuart Mill.
Decime vos si no es cierto, decime.
Leo Maslíah.
Soy de la opinión de que una persona inteligente y crítica, si tiene dinero y tiempo, puede, con provecho, ver casi cualquier espectáculo. Pero si no tiene una gran disponibilidad de dinero y tiempo le conviene seleccionar cuidadosamente en qué gasta el uno y el otro. "Casi cualquier espectáculo" significa que, para mí, hay algunos límites: por ejemplo, "El rastro".
"Historias extraordinarias", película de Llinás, es un caso distinto: se la puede ir a ver, pero únicamente por espíritu deportivo, a saber: si usted quiere demostrar que puede resistir cuatro horas y media de desatinos e incongruencias, vaya, pero sepa que no es fácil que salga airoso. Y en el mismo orden de desafío personal, puede poner a prueba sus conocimientos y sus sinapsis mediante el plan de detectar y puntualizar todas las inconsistencias e idioteces que encuentre, en las historias y en cada escena en particular. Desde ahora le advierto que si anota menos de doscientas es que se le pasaron un montón.
Siempre así, tan igual
"El rastro" es una película australiana que sustenta una interpretación racista acerca de la realidad y el conflicto social. Trata sobre un negro bueno (un australoide probablemente de la etnia arunta o aranda), omnipotente, sabio, incansable y frugal que, vaya a saber por qué razones, no explicitadas por el filme, siendo tan bueno y tan íntegro se presta para guiar a una comisión policial —tres blancos— que busca detener en el interior de Australia a otro negro acusado injustamente del asesinato de una mujer blanca. Lo de "detener" es un decir: queda claro con el correr de las escenas que con presentar sus orejas al tribunal la tarea estará perfectamente cumplida, y si las orejas no son las del buscado, o hay más orejas que las que suele usar una persona, mala suerte (para sus dueños). En el camino, la partida, comandada por un fanático supremacista blanco, aprovecha para eliminar a cuanto aborigen tiene el infortunio de dejarse ver. Pese a ello, el negro "bueno" no sólo no se fuga, lo cual para él es fácil, sino que sirve al fanático virtuosa y lealmente, rastreando con tenacidad las casi imperceptibles huellas del negro fugitivo, advirtiendo a su jefe de los peligros potenciales y aconsejando las mejores alternativas para evitarlos y acortar la distancia con el perseguido y apresarlo.