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Se me quedó grabado en la memoria el comentario que hizo el cineasta alicantino Miguel Albaladejo en una entrevista a propósito del estreno de su estupenda El cielo abierto hace ya unos cuantos años: "Yo empecé a amar el cine con las películas de Bud Spencer y Terence Hill y las de kung-fu". Toda una declaración de intenciones repleta de sinceridad. Y es que cualquier cinéfilo o cinéfago acusa de por vida esa nostalgia por, no sólo los descubrimientos de joyas cinematográficas y la primera vez que se visualizan, sino más bien aquellas tardes o madrugones frente a la pantalla, sea el cine de barrio, la TV en blanco y negro o el reproductor Betamax de inicios de los 80 (eso según la generación cinéfila a la que uno pertenezca) haciéndose ciclos personales (como si fueran programas dobles de los de antaño) según lo que había alquilado sus padres ese fin de semana en el videoclub de su zona.
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¡Por fín es fin de semana! Llega la bolsa de videoclub con 3 alquileres más...
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