Dos a la carta

Iniciado por reporter, 24 de Noviembre de 2014, 01:41:24 AM

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Dos a la carta


SINOPSIS: Óscar, un inteligente bróker de ciudad, aparenta ser un triunfador pero vive una realidad muy distinta: estresado, viviendo por encima de sus posibilidades y casado con Belén, una mujer que sólo hace que gastar. A más de cien kilómetros de distancia vive Dani, un bobo rural sin oficio ni beneficio que trabaja de camarero y provoca desastres allá donde va. Un día, la vida de estos dos hombres se une cuando descubren que son hermanos y se ven obligados a compartir Can Pitu, un restaurante perdido en un idílico entorno rural en el Empordà. Una auténtica pesadilla para Óscar y Belén, acostumbrados a la vida urbana, pero que se convierte en su escondrijo perfecto para huir de unos peligrosos clientes rumanos arruinados después del fracaso de una inversión de alto riesgo recomendada por el propio Óscar. Pero la nueva vida en Can Pitu le muestra a Óscar un lugar fascinante e inspirador, a pesar de que disfrutarlo se convertirá en una hilarante lucha sin tregua.

CRÍTICA: Ruralidad a la "gironina"

Por mucho que el sucio negocio quiera convencernos de lo contrario, el cine es, y siempre ha sido, esencialmente, otro (aunque único) medio para contar historias. Como tal, su éxito depende, primordialmente, de dos variables: el "qué" y el "cómo". Ambas se refieren, por supuesto, a lo mismo, es decir, al elemento originario que, al fin y al cabo, lo sustenta todo. La historia, para entendernos. A estas alturas del cuento (no sólo del que nos habla del séptimo arte) parece que entre todos nos hayamos convencido (muy erróneamente, cabe añadir) de que ya está todo inventado, descubierto y, por ende, narrado. De ser así; de estar la cartelera mundial monopolizada por remakes, secuelas, precuelas y reeboots (y que conste que no es así) sería entonces el momento perfecto para detenernos y reflexionar profundamente sobre el valor de esa segunda variable mencionada.

Al fin y al cabo, los libros de Historia (sin importar demasiado su campo temático) vienen llenos de gente que consiguió hacer de su nombre una auténtica referencia, "simplemente" a base de contar siempre lo mismo. Nótense, por supuesto, las comillas, pues como se ha dicho, la manera de presentar un producto ya vendido puede ser tan o más importante que la propia mercancía. Prima la originalidad, claro, pero también las filigranas ornamentales del envoltorio, así como la gracia con la que el comerciante nos convence de que necesitamos repetir la experiencia. El "cómo", ya lo ven, puede constituirse en excusa suficiente para probar suerte con un libro, un álbum o, faltaría más una película. Teniendo esto en mente toca hablar de la que se ha vendido como la "comedia gerundense de la temporada".


Llámese también "gironina", por eso de no ofender sensibilidades, que suficientemente calientes llegan algunas a la cita. Esto es importante: Si "Catalonia is not Spain", no menos cierto es que "Girona is not always Catalonia", por emplear la jerga al uso, aunque mucho más importante es no olvidar que éste es un mundo cada vez más globalizado. Que no extrañe pues ver convertidos los tics más provinciales del norte catalán en una especie de poti-poti donde lo bueno y peor de la cultura occidental moderna se dan cita para, por ejemplo, darse un baño en pelota picada o, también por ejemplo, montar un restaurante rural aprovechando el exilio forzoso provocado por el acoso de la mafia rumana. No pregunten, son cosas que pasan. Aquí, allí, en Barcelona, Madrid, Florencia o en ese lugar aparentemente tan cosmopolita... pero a la práctica tan reticente a la hora de sonreírle a cualquiera que no comparta su sangre: Girona (por aquello de nombrar nuestra réplica renacentista... y permiso concedido para reírse).

Hablamos, por cierto, de la nueva película de Robert Bellsolà, comedieta de enredos varios en que las nacionalidades se cruzan con la misma facilidad con la que lo hace la genética. Elemental: "Globalización", ¿recuerdan? Chúpate ésta, Empordà. Como mandan los cánones, cuanto más intrincada (y tonta) sea la trama, más cerca estará ésta de conseguir sus objetivos, humildes donde los haya, pero no por ello despreciables. Obviamente, de lo que se trata aquí es de hacer reír al respetable o, por lo menos, hacer que éste se olvide, durante la hora y media que dura la broma, de los problemas que tan pacientemente le estarán esperando a la salida del cine. A poder ser, con una sonrisa en la cara. Y por increíble que parezca, y por mucho que la originalidad y el talento, tanto en el ''qué'' como en el ''cómo'', brillen por su ausencia, al final del recorrido, 'Dos a la carta' consigue lo que se propone. Lo más curioso es que analizado fríamente, uno no acaba de entender por qué. Volvemos al principio; volvemos al ''qué'', al ''cómo'' y a la correcta conjugación de sus carencias.

Lo primero, ya está visto. Lo segundo, es decir, todo lo que tiene que hacer que el resultado final luzca, es de un nivel tan bajo que parece que estemos flirteando constantemente con el desastre. Interpretaciones, banda sonora, montaje, dirección... es como si cada uno de estos puntos mirara más hacia el que parece ser su verdadero hábitat natural. Esto es, la pantalla pequeña. La realmente pequeña, la regional; la que poco o nada importa más allá de sus estrechísimas fronteras. Se da, no obstante, un caso muy parecido al del alumno que, sin haberse empleado a fondo en ninguno de los capítulos, consigue aprobar el examen final de la asignatura. ¿''Cómo''? Rascando puntos en cada una de las preguntas. Resultado: no se puede afirmar que sepa exactamente sobre algo (lo que sea), pero tampoco que sea un completo ignorante. Somos unos mediocres, sí, y con esto nos conformamos. Con la voluptuosidad de Carolina Bang, con comprobar que Sergi López aun no ha explotado y, claro está, con cuatro chistecillos sobre vascos, catalanes e italianos. Así nos va, y así nos quedamos, con esa sonrisilla que no llega a risa. Tan insulsa como, admitámoslo, placentera. Cosas de la simpatía... y de la auto-indulgencia, sedantes y nocivas a partes iguales. Cosas de Barcelona, Madrid, Bilbao, Girona...

Nota: 5 / 10
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lourdes lulu lou

A veces está bien saber qué va a pasar, cómo va a suceder, cuál será la meta y para cuándo ésta llegará, sólo te sientas cómodamente y a ver, sin contratiempos ni alteraciones, un episodio de entre semana, de cualquier serie española de moda pero en largometraje, de pasos acordados, fácilmente visualizados de antemano, por corte con patrón de diseño muy usado, ambiente rural estereotipado de estupenda fotografía, diálogos llevaderos aunque pobres que ofrecen poca consistencia donde agarrarse y, en general, mucha benevolencia para una historia común, vulgar, de visión estandard que, incluso con las pautas genéricas de estrecha miras en su argumento, las escenas y guión tienen una calidad ínfima e insustancial que apenas cubre el bajo listón ya marcado.
Chabacanera, débil, insípida y sin mucho lustre/nada de transgresión, dos hermanos, un Adriá Collado y Andoni Agirregomezkorta que apenas soportan la escasez de su propio papel a pesar de su esfuerzo por crear gracia, humor y estima, torpe, de poco carisma, menos entusiasmo y un cariño condescendiente que no se ganan pero que, puestas las sinceras intenciones y su, no querida pero obvia torpeza, seamos condescencientes -valga la redundancia- que, aunque no aprueban ni por asomo, ellos lo llevan bien y tú, ¡qué mas da!, ya sabías donde te metías cuando la escogiste; más soltura, habilidad y esmero no hubiera estado mal para evitar tanta garrulada que es difícil no cuestionar.
Problemas de dinero traen una vuelta a las raíces, un hermanastro y una mujer sobrante cuya partida ya estaba prevista así como la nueva inquilina que, aunque esperada su llegada, tampoco anima tanto, más fuerza, consistencia, poder y sabiduría en los andares que, aunque se conozca de sobre el camino, éste será más entretenido si te lo curras con mas maña, descaro y osadía.
"Hueles a mierda, hijo, y yo a muerto", tampoco es que las perspectivas de Robert Bellsolà, en este trabajo, vayan mucho más lejos, como estar en familia, más tirando a rutinario y aburrido que divertido y osado.
Idea simple no es igual a resultado nimio, escaso material no equivale a nulo estilo, dos cartas que no combinan muy bien a pesar de las mínimas expectativas esperadas pues se olvidaron de trabajar el cómo, sirve como recambio en caso de que antena 3, telecinco o la primera repitan algún episodio de la serie del momento, en exceso ligera, en demasía banal e insustancial, ingenua en su alcance de simpatía y encanto, bonachona, de hermandad con poca chicha y cortas pretensiones.
En estos casos, te puede dar la tontería y reírte más allá de lo merecido o, inhabilitado tu sentido de la displicencia, realizar una lectura sobria y honesta de la gran fiesta que no te has perdido porque ¡nunca se dio!, y eso que estuviste presente de principio a fin.
Sencillez es modestia, humildad, un aprobado; simple puede degenerar a lo anterior o a simplón, bobo y, en dicho caso, nos olvidamos del aprobado; dos cartas de la misma baraja combinadas con limitado ingenio para un menú casero a lo Carlos Arguiñano, de ingredientes justitos donde aprovechas las sobras de la nevera del día anterior, sabor y apetito nutritivo que no aprueba pues se olvidaron del toque excluviso de perejil de tan televisivo, popular y chistoso cocinero presente en toda memoria culinaria casera.

lulupalomitasrojas.blogspot.com.es
lou
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