Todos queremos algo

Iniciado por reporter, 04 de Julio de 2016, 02:04:38 PM

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Todos queremos algo


SINOPSIS: Jake llega a la Universidad de Texas en su deportivo, con las ventanillas bajadas y la música a todo volumen. Le esperan sus nuevos compañeros del equipo de beisbol. Quedan sólo unos días para arranque el curso, pero piensa aprovecharlos. Unos días para conocer chicas, ir a fiestas y hacer amigos.

CRÍTICA: Momentos del 80

Por un -brevísimo- instante estuviste muy a punto de sentirte mal, pero por suerte, tan rápido como te vino ese arrebato de mala conciencia, igualmente rápido se fue. El choque de sensaciones en el que te hallabas no era para menos, y como al fin y al cabo no eres impermeable, te viste casi obligado a sentirte mal. Ni que fuera sólo un poco. El caso es que todo el mundo a tu alrededor se estaba ahogando en un mar de lágrimas; estaban que no podían respirar de la angustia. Tus padres, tus tíos, tu abuelo, tu hermana pequeña, tus colegas de toda la vida... y tú, mientras, que no cabías en tu cuerpo de tanta alegría, de la ilusión, de la excitación... de las ganas de comerte el mundo. De modo que pusiste rumbo a la universidad y pisaste a fondo el pedal del gas. Atrás, ya pequeño en el retrovisor, quedó aquel viejo y algo destartalado edificio (el instituto, vaya), convertido en poco más que un punto borroso. En el horizonte frontal aparecía el próspero y fértil verde de los terrenos de juego, que se mezclaba con los anhelos cárnicos de los cotos de caza. Los campos (de baseball) en el campus (universitario, se entiende).

Pasada la pubertad, era el momento de la edad ''adulta''. Atrás la década de los 70, delante la de los 80. Los frenos del coche no funcionaban, pero a ti esto no te importaba; ni quisiste darte cuenta. Ellos estaban tristes porque te ibas, y tú estabas exultante por esto mismo. Sonaba a todo trapo el ''My Sharona'' de The Knack... y no, no podías estar más on fire. Estabas tan pletórico que en realidad no importa demasiado si las sensaciones, recuerdos y otros detalles sobre los que se construye este cuento son ciertos o no; si llegaron a existir o si, por el contrario, no fueron más que una alocada ensoñación. De esto se trataba entonces, de fantasear; de fantasmear. Lo que venía a ser librarse al exceso. Con 'Todos queremos algo' se puede decir sin miedo a equivocarse que Richard Linklater vuelve a la escena del crimen, 23 años después en la vida real, y sólo 4 en la no-tan-real. El autor tejano llega a la cita tan confiado (no en vano, el remate de la trilogía ''Antes de...'' y la colosal 'Boyhood' le han puesto por fin, al menos entre la crítica cinematográfica, en el lugar que tanto se merece), que le sobra confianza y autoridad (faltaría más) para declarar que ha rodado la ''secuela espiritual'' de 'Movida del 76'. Y sí. Es exactamente así.


El título original de aquella cinta de culto era, por cierto, 'Dazed and Confused', ilustrativa alusión tanto al aturdimiento como a la confusión que impregnaban buena parte de aquel relato sobre los ritos iniciáticos socio-tribales que marcan el tempo en esa etapa en la que el sistema hormonal empieza a tomar el control del cuerpo. En lo que aquel título ocultaba mejor las cartas era en lo que nuestra traducción sí destapaba, esto es, el -divertidísimo- desmadre que implicaba el tener a tanto joven suelto por la calle. Lo mejor es que en el espacio dejado entre una versión y la otra, aparecía ese otro vacío (generacional, existencial) gracias al cual el espectador hasta podía llegar a adaptar el producto al estado de ánimo (incluso espiritual) con el que llegaba al último fotograma. Saber poner el punto final (?) a la historia (uno de los mejores dones de los que siempre ha hecho gala Linklater) se tradujo en una mezcla prácticamente perfecta entre lo estimulante y lo amargo presente en cada uno de esos grandes saltos en los que la imposibilidad de volver atrás iba de la mano del desconocimiento absoluto sobre lo que aguardaba al otro lado.

Así, lo que a priori tenía todos los números para ser ''otra-estúpida-comedia-sobre-y-para-mandriles'', se convirtió, por puro genio, en acertadísima radiografía vital marcada por la angustiosa amenaza de verse fuera del clan. En 'Todos queremos algo' parece que estemos en las antípodas de este miedo del paria. Adiós a los ''slackers''... o no. Los protagonistas de esta función forman el núcleo duro del equipo de baseball de la universidad (de la que sea). Sus integrantes son en su amplia mayoría (y en espera de una riqueza financiera que a lo mejor está por llegar) la versión simpática del carisma ''cristianoronaldista''. Son jóvenes, guapos, buenos jugadores... pero es que además, caen bien. Normal que organicen las fiestas más apetecibles de toda la ciudad; normal que no se pierdan ni una. Normal que Linklater se apunte a todas ellas. La excusa está servida y la cuenta atrás (el puñado de días previos a empezar a rendir cuentas al curso académico) está activada. La base es ésta, y parece que todo lo demás avance por simple e insultante inercia. Casi como quien no quiere la cosa; como si los logros conquistados estuvieran al alcance de cualquiera... solo que, como nos ha enseñado la experiencia, no. Será por esa maldita obsesión en dejarse cegar por el highlight; por no saber interpretar el silencio entre notas.

Lección que tienen bien aprendida los fans de Pink Floyd, y obviamente el cineasta nacido en Houston, quien vuelve a su amada Austin (y alrededores) para confirmarse, una vez más, como maestro retratista de esos instantes que definen una vida. La de los personajes y, por qué no, la nuestra misma. Su inconfundible cine de momentos (aquellos por los que algunos pasaban y otros se querían quedar) retoma la particular cruzada de ennoblecer el género al que ahora rinde tributo, sin faltar a la naturaleza plebeya de éste. La acción de 'Todos queremos algo' se sucede al ritmo que marcan las farras estudiantiles. Su convocatoria, su organización, su celebración y, obviamente, su correspondiente resaca, antesala de la siguiente bacanal. Y así durante casi dos horas en las que, atención, la diversión no está exenta de ese poso humano marca de la casa, imprescindible para dotar de fondo a la chavalada, (una auténtica rareza en las latitudes en las que nos movemos) y para que la retahíla de anécdotas (de obvio calado autobiográfico) no se quede en la mera sonrisa. Ésta evoluciona fácilmente en carcajada y, mejor aún, en ese sentimiento entre reconfortante e inquietante que sólo puede dar esa nostalgia semi-sugestionada. Con su nuevo film, Linklater pone otra piedra en esa catedral que es la memoria colectiva de esa época (histórica y/o personal) que, a fuerza de tanto mitificarla, quizás jamás sucediera. No cómo la contamos, pero quizás sí cómo la recordamos. Por obra y gracia de un cine tan jovialmente fantasioso como sincero y certero a la hora de acercarse a lo que más importa: esos machos alfa, pringaos', fumetas, gurús y grandes amores que, desde luego, sí existieron.

Nota: 7 / 10
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Turbolover1984

La máquina del tiempo de Linklater

Muchas de las películas de Richard Linklater (las más aclamadas de hecho) son como una máquina del tiempo portátil. No se le puede negar el empeño que pone (con resultados positivos casi siempre) en transportarte a tiempos mejores, o que al menos tu recuerdas mejores. Con la salvedad claro, de según lo que te esté contando y la edad del espectador, pero siempre con un aire romántico y nostálgico.

Personalmente soy muy fan de la trilogía "Antes de...", sobre todo del Ecuador de la misma, de su atardecer pero soy de los parece ser pocos, a los que les gustó "Boyhood" sin llegar a un gran entusiasmo. "Todos queremos algo" es básicamente buen rollo, felicidad y nostalgia. El supuesto clímax del ser humano, la época más dorada, la era de mejores recuerdos, al menos ateniéndonos a lo que nos cuentan en el cine americano. La llegada a la universidad, fiestas, sexo, cerveza en cantidades industriales y marihuana para colocar a medio país. Linklater hace su propia "American Pie", cambiando lo evidente de que aquella era contemporánea a sus hechos y su tiempo (90's) y esta viaja en 2016 hacia los 80 y rebajando las dosis de lo soez, que cambia por diálogos, sonrisas y altas dosis de nostalgia. Primeros planos de carteles, ropa, aparatejos y discos de vinilo por si no captas las referencias aunque ni mucho menos el nivel de impostura o asalto a la pantalla que contenía "Boyhood".

La historia se centra en el equipo de baseball de la universidad, algunos en su segundo año pero otros novatos, como el protagonista, encarnado por Blake Jenner. Linklater, como le pasaba en "Boyhood", intenta acaparar todo. Allí pese a priori tenerlo más "fácil" por el abanico de años en los que sucedía la historia, quedaba como comentaba anteriormente, más forzado. Aquí en un buen elenco de personajes nos acerca la mayoría de estereotipos americanos, de las procedencias y niveles sociales más variopintas, se pasea por diversos ambientes y tribus urbanas y aprovechando nos ofrece una diversa y genial BSO. Linklater se pone en el cuerpo de dos personajes, el ilusionado que acaba de llegar a la universidad, el que empieza la mayor aventura de su vida y el que se agarra a ello y no quiere soltar esa etapa, porque sabe que después de eso, todo será, todo fue peor, o al menos más complicado. Y por ello seguramente hace esta película. Eso si, la despide con una sonrisa, la misma que se le queda al espectador.

No sé si llegará a la mitificación de "American Pie", y seguramente siendo mejor no llegue al reconocimiento de "Boyhood", pero si no film de culto, seguro que de los que se convierte en costumbre el revisionarla para muchos y tiene todos los factures para ir ganando cada vez que se haga.

Nota: 7

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