Aguas tranquilas

Iniciado por reporter, 12 de Abril de 2015, 11:30:26 PM

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Aguas tranquilas


SINOPSIS: En la isla japonesa subtropical de Amami-Oshima, las tradiciones sobre la naturaleza son eternas. Durante la noche de las danzas tradicionales de luna llena del mes de agosto, el joven de 16 años Kaito descubre un cadáver flotando en el mar. Su amiga Kyoko trata de ayudarle a desentrañar este misterioso descubrimiento. Juntos, Kaito y Kyoko aprenderán a ser adultos experimentando los ciclos entrelazados de la vida, la muerte y el amor.

CRÍTICA: Los ojos de Naomi

En la isla de Amami, la vida transcurre como en cualquier otro lugar. Los días duran veinticuatro horas, repartidas éstas en dos partes más o menos iguales. Sol y Luna se suceden en turnos previamente pactados mientras ahí abajo, las personas se dedican a lo que, al fin y al cabo, se dedica el mundo entero. Comen, beben, aman, se enfadan, duermen, vuelven a comer, se enamoran, se enfadan, recaen en el amor... crecen y, finalmente, mueren. Una se atragantó con la espina de un pescado no tan fresco como le había hecho creer el vendedor; otro se despeñó porque, simplemente, no miraba por dónde pisaba... porque en aquel momento fatal creyó haber oído (y no sin razón) la voz de aquel árbol centenario que vio crecer a sus ancestros, y que haría lo propio con sus descendientes. Y el mundo siguió girando. Observaciones, todas ellas, cuya cotidianidad, en realidad, no es tal, puesto que los ojos que nos describen el cuadro, son totalmente distintos a los nuestros.

Las razones no son, ni mucho menos, fisiológicas, sino que se deben a un entrenamiento (educación o experiencia vital, si se prefiere) que poco o nada tiene que ver con aquel por el que se nos ha hecho pasar a nosotros. Y qué gusto. Qué suerte la nuestra, pues por lo visto, la destrucción globalizadora no es tan imparable como en un principio prometía. ¿Será que siguen existiendo barreras culturales? Será, y benditas sean... tanto como quienes nos descubren el verdadero secreto de esta (¿irreconciliable?) diversidad. No existen las distancias insalvables, sino más bien distintos puntos de vista desde los cuales observar los mismos fenómenos. Aquellos que creíamos conocer, pero que claro, al final resulta que sólo alcanzábamos a verlo desde nuestro único (y por ende, limitado) punto de partida. De modo que, sí. La vida, la muerte, el amor, el sexo... pueden entenderse desde otros ángulos; desde otras tomas que casi logren cambiar el esquema general de un objeto de estudio que, de repente, es mucho más complejo (y claro, fascinante) de lo que lo era al comienzo de la aventura.


Cojamos, por ejemplo, lo que para nosotros es el fin de la existencia. Con este aterrador fantasma vive una de las jóvenes protagonistas de 'Aguas tranquilas'. En una apacible comunidad costera japonesa, una encantadora alumna de instituto es perseguida por la amenaza de la muerte de su madre, y claro, a la chiquilla esto le trastoca cualquier proyecto de felicidad que pudiera pasar por su cándida mente. Afortunadamente para ella, quien mueve los hilos de su historia es una Naomi Kawase en pleno control de sus facultades, y quien además se las ingenia para firmar una de las películas más redondas de su prolífica carrera. Como si ante la obra más famosa del maestro Hokusai nos encontráramos, la cinta empieza con una impecable filmación de las olas del océano que día tras día, hora tras hora, minuto tras minuto, van golpeando la costa de la que, a lo largo de prácticamente dos horas, va a ser nuestra casa. Primera vez, por cierto, en que la cineasta (cuya carrera supera ya los veinte largometrajes) se acerca al mar. Y como si fuera la vigesimocuarta... ¿será porque ahí mismo se originó la vida?

Y de nuevo, alabados esos ''otros'' puntos de vista, porque el a priori terrible horizonte del fin de la vida en realidad no merece dicha consideración, pues ésta, como sucede con las olas, no acaba nunca. Se convierte pues la tragedia potencial en una ocasión tan buena como cualquier otra para seguir celebrando, que nunca está de más, ese tan divinizado ciclo. La comprensión del folclore, pero sobre todo de esta lógica semi-mitológica tan geográfica y culturalmente alejada de nosotros, lleva a Kawase a obrar el que no puede definirse de otra forma que de pequeño / gran milagro cinematográfico. La naturaleza y la humanidad (y viceversa), los hombres y las mujeres (ídem), la vida en su plenitud y agonía... con aquella abrumadora naturalidad y estilo semi-documentalista marca de la casa, la directora nipona consigue que entendamos (quizás no a través de la literalidad de la palabra, pero desde luego sí a través del poder de las imágenes, que al fin y al cabo por esto estamos aquí) las preocupaciones existenciales más universales a través de unos nuevos ojos. A través de su inconfundible poesía, preciosa y claro, vitalista, tanto en la estética (estos increíbles buceos a pulmón libre) como en el contenido, que pocas veces se había mostrado tan cristalino; tan atractivo.

Nota: 7 / 10
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Wanchope

CitarPor último esta primera jornada concluye con la pomposidad de 'Futatsume no mado', más conocida internacionalmente como 'Still the Water'. El nuevo trabajo de la japonesa Naomi Kawase que sólo cabe definir como un auténtico tostón. Muy bien filmado, con un potente acabado visual y algunos momentos excelentes, pero un tostón igualmente y además demasiado oriental. De una agotadora exuberancia conceptual ante la que cuesta mantener firme la mirada durante sus cerca de dos (largas) horas lo que, siendo las horas que son, tampoco viene del todo mal para enfilar la cama más o menos acondicionado...

Un 5 por su acabado visual, y aunque cinco meses después lo único que recuerde fue lo mucho que sufrí viéndola.
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lourdes lulu lou

¡Cómo me duele escribir esto!, soporífera, durmiente, mortecina en asfixiante y equilibrado cuentagotas, tranquila hasta desfallecer y provocar la muerte perceptiva, cognitiva y emocional y reconozco el aviso, en esta ocasión irónico, de su título y admito mi confesable culpa pues devota del cine japonés, de su exquisitez para las formas, pausa para la emocionante respiración, armonía para los gestos, delicadeza para las escogidas palabras etc. etc. etc., esperaba con placer y ansia el disfrute de estas supuestas, erróneamente por anticipación propia, aguas deliciosas de tranquilidad suprema y sabrosa, y sí, son tranquilas pero ¡es increíble como el mismo adjetivo puede expresar dos sentimientos tan antagónicos! pues, este apacible recorrido por la vida de dos jóvenes que están descubriendo la vida, la muerte, la amistad y cariño de la familia aburre, agota, enmudece tu espíritu por ausencia de todo/presencia de nada y detiene tu ritmo cardíaco por aburrido.
Quieres que te guste por su belleza estética, anhelas la provocación de un gusto que no hay manera de encontrar, deseas que sea suficiente el atractivo de su fotografía, exploras su serenidad de andadura intentando hallar la motivación que te se escapa, ese interés que no hay forma de mantener y retener pues quiere huir a tierra de distintas aguas que tengan algo más de contenido suculento e interior alentador y no sólo una cristalina, pero vacia presencia de un día a día, tradición, costumbres, creencia y metafísica barruntado con mérito tan nimio, de cautiverio cero, que sólo hallas desesperación por las inesperadas y anonadadas emociones que surgen sin control de tu ser más defraudado/menos satisfecho y que te mantienen en una desgana, distancia y pasotismo de juzgado de guardia.
Difícil que contente a nadie por mucha nota y peloteo que se escriba sobre ella ya que, si sólo alimentas la mirada y el resto de los sentidos están famélicos por la escasez de cualquier tipo de nutriente que les de oxígeno, vitalidad y energía para funcionar ¡dime tú qué hacemos!
Desilusión y decepción que pesan como una losa que golpea a traición pues, realmente, esperaba haber hallado una de esas pequeñas joyas niponas de minimalismo excelso y gratitud desbordante, sin embargo, aquí estoy desahogando una frustración que, sinceramente, ha hecho daño, 110 largos minutos de inagotable esperanza al pie del cañón que susurraba constantemente no-va-a-mejorar, no-insistas, no-hay-más-que-un-cargante-observar-sin-beneficio-al-final-del-camino; estos dos jóvenes actores son incapaces de transmitir nada, los diálogos son fofos e inapetentes, la historia incompetente en cuanto a encanto, seducción o enganche y, ese lento y pausado paso del tiempo, que debería ser fantástico y sabroso, se vuelve tortura esclava de un optimismo engañoso que me insiste, con alevosía viciosa, que-la-historia-siempre-puede-mejorar, que-hay-que-darle-una-oportunidad.
Patata cruda que se olvidaron de cocinar y condimentar, habla sin tono ni perspicacia que, Naomi Kawase, no sabe abanderar con arte diestro ya que cuida la cosmética y estética decorativa con delicadeza y precisión pero, deja en el olvido al resto de integrantes del guión siendo increíble que ¡un canto a la vida y el amor resulte ser de tal tostón!
Interminable melancolía que presume de sabiduría espiritual y una trascendencia que se podía ahorrar pues sus efectos son dañinos, contraproducentes ante una inspiración mermada/poco trabajada que molesta por su beatitud inepta y que hiere el alma al devastar tu ilusión más soñada.
Lo dicho, soporífera, ¡ya no me duele tanto escribirlo!

lou
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