La imagen perdida

Iniciado por reporter, 11 de Abril de 2014, 05:34:45 AM

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La imagen perdida


SINOPSIS: "Durante muchos años he buscado una imagen perdida: una fotografía tomada entre 1975 y 1979 por los Jemeres Rojos cuando gobernaban en Camboya. Por supuesto que una imagen por sí sola no puede ser la prueba de un genocidio, pero nos hace pensar, nos fuerza a meditar, a registrar la Historia. La he buscado en vano en archivos, en viejos papeles, en las aldeas de Camboya. Hoy lo sé: esta imagen debe estar perdida. Así que la he creado. Lo que les ofrezco no es la búsqueda de una imagen única si no la imagen de una búsqueda; la búsqueda que permite el cine. Algunas imágenes están perdidas para siempre y son reemplazadas por otras. En este proceso hay vida, lucha, dificultad y belleza, la tristeza de los rostros perdidos, la comprensión de lo que pasó: algunas veces nobleza e incluso coraje pero nunca olvido."

CRÍTICA: La memoria encontrada

Quien teme es que algo debe. No falla. Pura sabiduría popular, que por norma general sabe perfectamente de lo que habla. El que en determinados países (mirémonos al espejo, deprisa) el concepto ''memoria histórica'' haga que la gente presuntamente civilizada saque al animal que hay en su interior es, por supuesto, muy indicativo. Algunos de los más distinguidos miembros de la distinguidísima clase dirigente se rasgan las vestiduras, vociferan cual energúmenos, esgrimen argumentos del todo irracionales y, si el espectador se fija, se dará cuenta cómo el sudor (frío... glacial) empapa su frente. Porque en realidad no están enfadados porque una panda de insensatos se haya empeñado en remover la mierda, en abrir cicatrices y en vaya-usté-a-saber-qué otras maldades más; en realidad temen que sus deudas (que por costumbre son muchas y muy gordas) les pasen factura.

Queda claro, pues, que nadie está a salvo de su pasado (ya sea a nivel individual o colectivo), pero más obvio se hace todavía constatar que hay sitios en los que el maldito fantasma es mucho más terrorífico que en otros. Lo recordamos hace poco, por ejemplo, junto a Joshua Oppenheimer (y junto a buena parte de su equipo no-acreditado) en la imprescindible 'The Act of Killing': la impunidad, la glorificación desviada y el hecho de vendarse los ojos hacen que el monstruo (así como su amenaza) crezca exponencialmente. Aquello sucedió en Indonesia, país donde el horror ha pervivido gracias en parte a la infinidad de máscaras que ha aprendido a ponerse. Desgraciadamente, y como ya se ha dicho, no es ésa una excepción, sino un destacado miembro del museo de los horrores. Camboya, por muy poco que se sepa sobre su historia (especialmente sobre historia más reciente), ni falta hace decir que es otro de sus más ilustres integrantes.


'La imagen perdida' es el inmejorable título del último trabajo de Rithy Panh, director de cine camboyano con especial interés por el documental, y obviamente marcado por el espeluznante pasado del país en el que se crió, o mejor dicho, en el que tuvo que sobrevivir. La pregunta que da inicio a la aventura se expresa en pocas palabras, pero resulta a veces que el espacio más reducido encierra el contenido más concentrado; más denso. Al grano: Si una imagen vale más que mil palabras, ¿existe una imagen capaz de atestiguar todas las atrocidades sufridas por el pueblo camboyano? La respuesta está en el impasible muro de una imposibilidad inteligentemente aprovechada (como hacen siempre los mejores documentalistas), resultando así el -desesperante- proceso de búsqueda en el auténtico protagonista de la función. En esta ocasión, no importa tanto el ''qué'' sino el ''cómo''.

Mezclando de forma valiente el documental y el cine de animación más calculadamente rudimentario, el cineasta talla, a partir del barro que le vio crecer, una serie de figuras que, combinadas con un excelente trabajo de recopilación (pero sobre todo, de comprensión) de material de archivo, hacen que los millones de gritos que se oyeron entre 1975 y 1979 en los interminables arrozales de Camboya bajo la brutal dictadura de Pol Pot, se silencien en los altavoces de la sala... para que así puedan resonar con toda la fuerza de la Historia en nuestra cabeza. Más allá del aprovechamiento brillante de los documentos y del -sobresaliente- sentido narrativo, la arriesgada propuesta de Rithy Panh cautiva desde el primer al último fotograma por ser una lección maestra de Historia aplicada al cine.

No sólo es un contundente paseo por la macabra huella de los Jemeres Rojos (cuyo impacto en ningún caso se logra aquí con imágenes desagradables), sino que también es una lúcida y esperanzadora reflexión sobre cómo, hasta del terror, puede surgir la esperanza; sobre cómo el séptimo arte es también una de las más poderosas armas a la hora de conservar una memoria vitalmente necesaria, que ni los temores más culpables ni los gritos más estridentes de este planeta deberían ser capaces de acallar. No es por el gusto sádico de remover la mierda (que a día de hoy sigue habiéndola... y mucha), mucho menos por ver qué pasa cuando se abren las heridas mal cicatrizadas, es por la firme voluntad de que lo más sagrado (fruto quizás del mismísimo infierno, deacuerdo) no muera por obra y gracia de un olvido demasiado a menudo impuesto. Una imagen perdida a cambio de una memoria (re)encontrada. El trato no podía ser más atractivo.

Nota: 7 / 10
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Beyond

Un gran documental, aunque dada su temática era muy difícil de vender. Es la típica película que te acaba generando interés aunque a priori trate de algo en lo que jamás profundizarías por iniciativa propia. Lo de usar figuras de arcilla me pareció muy original.
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leif_eriksson

Fotografías de barro


La llegada al poder de los Jemeres Rojos en Camboya (que pasó a denominarse Kampuchea Democrática) es el punto de partida de este relato sobre el aciago destino que sufrió su población durante el que se conoce como "Genocidio Camboyano", en el que el director de este documental, Rithy Panh, cuenta, en primer persona, sus terroríficas vivencias de infancia (aunque narrado por el actor Randal Douc), en lo que supuso uno de los más terribles y desconocidos sucesos de la Historia de Oriente, como ya lo hiciera el interesante documental The act of killing (2012) con el exterminio indonesio.

Esta premisa es la piedra angular sobre la que gira este relato, que busca rescatarlo y sacarlo a la luz, recuperar esa imagen perdida, que una vez existió pero que no se conservó. Ante este panorama, en el que sólo existen vídeos propagandísticos del régimen comunista de Pol Pot, Panh idea una ingeniosa manera de recuperar lo vivido, utilizando maquetas y muñecos de barro que, en su inerte frialdad, transmiten el horror de la tragedia y ponen sobre el mapa a esta población (mediante la superposición de imágenes de estas figuras sobre las grabaciones de la época), como haciendo palpable que, en las apacibles y felices imágenes observadas, también existía otra cara de la realidad, la de un pueblo silenciosamente explotado y sistemáticamente asesinado.

Una historia que, al igual que la narrada en el documental anteriormente citado, impresiona por la gravedad de lo vivido y por lo sorprendente del enfoque, pero que, como documento cinematográfico, pierde fuerza a cada minuto que pasa, y en el que, superada la sorpresa inicial de la artesanal puesta en escena, se acaba sintiendo una ligera sensación de reiterativo vacío narrativo, en el que la superficialidad vivencial narrada permite que el espectador entienda lo sucedido, pero impide que lo viva.

Nota: 5.