The Lunchbox

Iniciado por reporter, 29 de Abril de 2014, 11:24:42 PM

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The Lunchbox


SINOPSIS: Ila, una ama de casa de clase media absorta en un matrimonio aburrido, intenta recuperar el interés de su marido con una receta especial cuando su fiambrera acaba entregada por error al pobre oficinista Saajan, un hombre solitario al borde de la jubilación. Intrigada por la falta de reacción de su marido, Ila pone una pequeña nota en el envío del día siguiente... y de nuevo es Saajan quien lo recibe y, a su vez, contesta a esa nota. Esto comienza una serie de intercambio de mensajes anónimos entre Ila y Saajan que pronto evoluciona hacia una inesperada amistad.

CRÍTICA: Vías cruzadas

Como no hay mal que por bien o venga (¿o era al revés?), nunca está de más recordar las lecciones que hemos aprendido incluso (o precisamente) en tiempos tan oscuros como los que nos ha tocado vivir, es decir, los de la crisis multidimensional (económica, por supuesto, pero también estructural, política, moral...). Una de ellas, y quizás la más importante, consiste en desconfiar de los conceptos que supuestamente vienen presentados bajo la categorización de virtud... pero sobre en desconfiar de quien intente sacar provecho de ellos a través de su explotación más indiscriminada. Ahora mismo rondan por nuestra cabeza palabrotas del calibre de ''honestidad'', ''talante'', ''justicia'', ''valores'', ''señorío'' o, cómo no, la intraducible pero universal ''seny''. La jugada lleva repitiéndose desde hace centurias (literalmente), pero en el siglo XXI, en el que todo (lo bueno y lo malo) vuelve, los genios del marketing parecen haberla adoptado como el Génesis de sus Sagradas Escrituras.

Se trata de coger la mencionada virtud para esconder detrás de ella toda la mierda, camuflándose así la -insufrible- pestilencia que sale de todos los orificios / poros corporales. El ''progreso'', como no podía ser de otra forma, siempre ha formado parte de las armas arrojadizas favoritas de las fuerzas del mal. Con esta excusa (a veces, es lo que es), se han destruido tradiciones milenarias, se han asesinado etnias enteras y aniquilado culturas que en ningún momento fueron tenidas en cuenta. La India contemporánea figura en la lista de los países que más rápido (y de forma más contundente) están creciendo, es decir, forma parte del exclusivo club de naciones más desarrolladas (o ''en-camino-de'') del mundo. El progreso se ha impuesto para mayor beneficio de la humanidad (y de sus élites, faltaría más), el problema es que el proceso se ha llevado a cabo de una manera tan traumática que por el camino la maldita virtud se ha cobrado unos cuantos cadáveres más. Total, ¿a quién le importa?

Al director, guionista y productor Ritesh Batra parece que, al menos, un poco. Su nueva película, 'The Lunchbox', que está llevando a cabo una triunfal gira por los festivales cinematográficos más importantes del mundo, empieza (y luego sigue...) circulando por las vías ferroviarias de su amado país. El metal semi-oxidado invade el suelo y el cielo a través de vagones, locomotoras y cables. Van a conformar todos ellos uno de los hilos conductores del filme, porque al fin y al cabo lo son de la realidad de la que hablan. El ferrocarril, uno de los más inmortales símbolos del progreso, se erige quizás como el primer protagonista de esta historia en hacer acto de presencia... y con él se impone con fuerza una sensación de congestión capaz de obturar en pocos segundos los sentidos del espectador. Es bello, sí, pero a la vez asfixiante: los ojos y las orejas se saturan. Porque el tan cacareado progreso se convierte en un monstruo venenoso si no se tiene en cuenta (y casi siempre es así) su gestión. El exceso, tanto en la cantidad como en la velocidad, lleva a lo atrofiado.


En esta India de los trenes, las oficinas abarrotadas y las interminables hojas de cálculo de contabilidad, sigue habiendo sitio (gracias a los dioses) para la sabiduría popular tradicional. Porque en la India de las especias y de los consejos familiares, una joven ama de casa sigue pensando (junto a su querida tía) que al corazón puede llegarse a través del estómago. La llama del amor que su marido sintió alguna vez por ella se está apagando, y ella, cada vez más preocupada, decide reavivarla sirviéndose de los fogones de su cocina. Desgraciadamente (o no), esta flecha cupídea en forma de delicatesen gastronómica no va a llegar a su destinatario porque por el camino se mareará con tanta bifurcación ferroviaria. Estaba escrito. Los caprichos del servicio de mensajería (o del destino o, obviamente, de los millones de deidades hindús) harán que estos menús rebosantes de amor terminen en el paladar de alguien cuya llama murió junto a su mujer. Ya se sabe, ''A veces el tren equivocado puede llevarte a la estación correcta.''

Este ciclo romántico planteado por Batra es como el propio concepto con el que da comienzo su nuevo trabajo: bello, atractivo y con un gran potencial... pero peligroso si cae en las manos menos indicadas. Lo que bajo la propiedad de la mayoría de directores se habría convertido seguramente en un irritante viaje al exceso de azúcar no-apto-para-diabéticos, es aprovechado aquí como el punto de partida de la que será una deliciosa relación gastronómico-epistolar. Ésta, al mismo tiempo, se usará como principal herramienta para construir algo que, misterios del cine, queda perfectamente reflejado en el ceño calculadísimamente fruncido de un Irrfan Khan en estado de gracia. Y es que 'The Lunchbox' es, al fin y al cabo, un sencillo pero precioso (por honesto; por certero) monumento a la contención, a lo escueto, al silencio... a todo aquello que da sentido al demasiado olvidado arte de la observación.

En el Mumbai de las tartanas, las prisas y las aglomeraciones más sudorosas, sigue existiendo la esperanza de que los estridentes cláxones del -vertiginoso- progreso callen por un momento y dejen oír así la fiesta de quien celebra el amor (como ya hiciera aquel primerizo Ang Lee), del mismo modo en que celebra el gusto por comer. Hay esperanza pues de que el factor humano no muera ahogado en un sistema (tan multidimensional como ''nuestra'' crisis) ciertamente deshumanizado; de que el amor sobreviva y de que, si éste llegue a morir sea para reencarnarse, tarde o temprano, en otra persona o, por qué no, en otra virtud. Sin prisa pero sin pausa; sin grandes ademanes pero mimando siempre el poso, Ritesh Batra mezcla con deliciosa madurez la esfera íntima con la colectiva, batiéndolas con cuidado; horneando ambos elementos sin apartar jamás la mirada del producto. El plato abre el apetito, pero éste no sólo estimula el estómago, sino también, tal y como pronosticaba aquel refrán, el corazón.

Nota: 7 / 10
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