La gran belleza

Iniciado por reporter, 05 de Diciembre de 2013, 11:24:14 PM

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reporter

La gran belleza


SINOPSIS: Roma, un verano en todo su esplendor. Los turistas acuden en masa a la colina Janículo: un visitante japonés se desvanece al observar tanta belleza. Jep Gambardella (Toni Servillo) es un hombre atractivo y seductor irresistible, que te hace ignorar sus primeros signos de envejecimiento. Jep disfruta al máximo de la vida social de la ciudad. Asiste a cenas y fiestas chic, donde su ingenio y deliciosa compañía son siempre bienvenidos. Periodista de éxito y seductor innato, escribió una novela de juventud con la que consiguió un premio literario y su reputación de escritor frustrado. Esconde su desencanto tras una actitud cínica que le lleva a ver el mundo con cierta lucidez amarga.

CRÍTICA: La gran resaca

La década escasa que llevamos recorrida de este siglo XXI ha servido, entre otras cosas, para confirmar la revolución de las telecomunicaciones. Nunca antes habíamos estado tan conectados, tanto entre nosotros como con el exterior. La imagen más clara, en este sentido, es la de una elefantiásica red en la que, por lo visto, cabe toda la información; todo el saber que tenemos que saber, valga la redundancia. El acceso ilimitado a lo que creemos necesario lleva a la sensación de que se han agotado los misterios y que ya no quedan maestros a los que acudir. Está todo visto, todo experimentado y todo inventado. Sin la creencia en nuevos territorios que explorar, se ha perdido el romanticismo, porque a estas alturas, como ya está todo dicho (esto también), ya nada puede sorprender. En Cannes, festival de festivales, mismo escenario por el que han pasado incontables películas que han puesto su granito de arena a la hora de escribir esto que llamamos ''historia del cine'', reina también la -desencantada- prepotencia de esta centuria.

Ha caído en el olvido la probabilidad de encontrar, en cualquier sesión, la que podría ser, ¿por qué no?, la mejor película jamás concebida. Aquella cinta que, de algún modo, marcará tu vida desde el mismo momento de su primer visionado. En la era de las adaptaciones, segundas partes, remakes y spin-offs, parece que, efectivamente, la historia, escrita de la A a la Z, simplemente se está subrayando, incidiéndose en aquellos capítulos que, dependiendo de la ocasión, más convengan. Pero resulta que, incluso en estos tiempos, puede hacerse saltar la banca. Incluso ahora, al final de la proyección, puede sentirse la obligación de aplaudir hasta que sangren las manos... aunque nadie del equipo de la película en cuestión se encuentre en la sala. No es compromiso; es más bien obligación moral y, por supuesto, pura emoción. Adelante. Porque sigue pudiéndose sentir la necesidad de quedarse sentado en la butaca durante todo el desfile de títulos de crédito finales, sólo para comprobar, cuando se vuelven a encender las luces, que los dos pisos del templo en el que te encuentras siguen estando prácticamente llenos... y que todos los presentes se entregan a una nueva ovación. Al fin y al cabo, ¿cuándo se les va a presentar la ocasión de volver a hacer esto? La Historia, ¿recuerdan?


Todo esto no es una fantasía, es la crónica de lo que dio de sí la presentación ante la crítica de 'La gran belleza', película con la que uno, así de claro, se siente parte de la historia. Filme histórico, desde su concepción hasta su magistral ejecución. Colosal proyecto que, malditas las causalidades (?), puede definirse como la secuela perfecta. Al salir de la Debussy (¿por qué diablos no nos la presentaron en el Lumière?), dos títulos estaban en boca del personal. El primero pertenece a Leos Carax: ''Es la 'Holy Motors' de este año.'' La afirmación obedece al efecto réplica de cada terremoto. El impacto que dejó en la edición anterior de Cannes el ''film de las limusinas'' todavía estaba presente, con lo que es de comprender el que todos aquellos que lo sufrieron (en el sentido positivo y en el negativo) vieran la sombra del enfant terrible francés en cada propuesta que tuviese, entre sus principales encantos, el de un sentido estético avasallador, usado para que el cerebro del autor no respondiera ante atadura alguna y pudiera sorprender así a la audiencia cuando se lo propusiese (esto es, siempre). Las virguerías (de todo tipo) encadenadas con una gracia que pone los pelos de punta, y, para entendernos, el sello autoral, confirmado, se desata gracias al dominio más apabullante de la técnica.

El segundo título más comentado, tanto después de aquella -mágica- proyección, como al día siguiente en la rueda de prensa: 'La dolce vita'. Ni más ni menos. Y sin miedo, que en parte de esto trata todo. La secuencia cronológica primero nos descubre, en el año 1960, a Marcello Rubini, periodista que persigue a la crème de la crème de la sociedad de su país entre las fiestas de la noche romana. En el año 2014, más de medio siglo después, el objetivo está fijado en un ático de la misma urbe, iluminado por el gigantesco cartel publicitario de una famosa bebida. En este escenario tiene lugar una gran celebración. El escritor y periodista Jep Gambardella, que se cobijó por primera vez bajo la sombra del Coliseo hará ya 40 años (y que desde entonces no se ha movido de ahí... literalmente), celebra por todo lo alto -nunca mejor dicho- su 65º aniversario. En efecto, las cifras apuntan descaradamente hacia Fellini; Sorrentino también. Añadan a la ecuación un tercer título inexplicablemente no mencionado aquellos días en el Palais: 'Reality', la proeza llevada a cabo el año pasado por Matteo Garrone.

Como en aquella, la cámara no puede definirse como inquieta, sino cómo grácil y habilísima atleta. Como en aquella, en la historia, que avanza flotando a través de una serie de capítulos sabiamente dispuestos, abunda el asco. La repulsión y la tristeza despertadas por las cenizas de lo que una vez llegó a ser asombroso. La repugnancia, no obstante, también empleada como inevitable motivación para captar lo maravilloso (una vez más en el cine italiano, la alianza de los grandes autores con la berlusconiana Medusa Films ayuda a comprender la faena). El objeto de estudio convertido en el mejor catalizador de los distintos estados de ánimo. Que no asusten las internal jokes, el mal que padece el alma es universal. 53 años después de 'La dolce vita', se confirman los peores pronósticos. Roma no ha muerto (por algo es la ciudad eterna), pero la trampa está en que lo imperecedero es tan falso (y tóxico) como el botox o, si se prefiere, como las sonrisas de los snobs que pueblan esta película. Está claro: la melancolía a la hora de hablar de esta juventud -postizamente- permanente, sale sola. La garra y las ganas de saltar a la yugular, también. Por supuesto, no queda títere con cabeza, pero las decapitaciones se ejecutan, la mayoría de veces, con una cálida sonrisa en la cara del verdugo.


Después del break con el amanerado Sean Penn en la muy discutida 'Un lugar donde quedarse', Sorrentino vuelve a asociarse con su actor fetiche, el inmenso Toni Servillo. Éste -sorpresa- sonríe y deleita a los oídos con su voz melosa. Como casi todo en el filme, esto es pura fachada, porque nunca antes el sabor de su presencia había sabido combinar tan bien tanto lo ácido, lo cáustico y, también, lo dulce (la fórmula, que conste, lleva perfeccionándose desde aquel sorprendente golpe titulado 'Las consecuencias del amor'). El personaje al que da vida se mueve y observa; detiene y reanuda el cómputo del tiempo cuando más le interesa y hace que a través de sus gestos y declaraciones fluyan el amor, el odio, la vida, la muerte y, claro está, Roma, ahora mismo uno o dos peldaños por encima de lo que académicamente se define como ''decadencia''. Mientras, Jep Gambardella, rey omnipotente de la mundanidad, comparte prácticamente cada plano con sus queridos trozos de carne... y Servillo no debió sentirse tan solo desde que, en 2008, decidiera ponerse en la piel de Giulio Andreotti, en paz descanse él y el país donde se crío. Mientras, Sorrentino se toma el tiempo que haga falta (casi dos horas y media) para poder decir y, sobretodo, mostrarlo todo.

Una vez más, los números no engañan. 'La gran belleza' es, como no podía ser de otra manera, larga, grandilocuente, excesiva, muy -quizás demasiado- consciente de ella misma y sí, también algo redundante. Pero lo es en el buen sentido, porque de esta misma forma pueden -y deben- describirse los objetivos que persigue. A través de un espectacular sentido de la fantasía, el surrealismo más inquietante tampoco es tal, sino la infalsificable crónica del día después de la gran farra. Solo que ésta en realidad se convirtió en grotesca bacanal (y dicho sea de paso, Fellini se transformó, en un abrir y cerrar de ojos, en Visconti)... y el vino, milagrosamente, supo a Martini. Solo que entre una cosa y la otra no han pasado horas, sino décadas. Después de tanto tiempo, la música sigue sonando. Es más, todo parece estar en el mismo sitio... lo que pasa es que ahora, el cuerpo, por viejo; por decrépito, no aguanta tan bien. Ni mucho menos, pues en realidad, esta histórica obra maestra es, con toda seguridad, la más maravillosa y desgarradora resaca de la historia.

Nota: 9 / 10
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Wanchope

Cita de: reporter en 05 de Diciembre de 2013, 11:24:14 PM
Una vez más, los números no engañan. 'La gran belleza' es, como no podía ser de otra manera, larga, grandilocuente, excesiva, muy -quizás demasiado- consciente de ella misma y sí, también algo redundante. Pero lo es en el buen sentido, porque de esta misma forma pueden -y deben- describirse los objetivos que persigue.

Me quedo con esta parte... pero en el mal sentido sin por ello dejar de ser un filme muy interesante.

Empieza de forma arrolladora para a partir de la mitad volverse dispersa, repetitiva e incluso algo cansina, siendo que su desmesura acaba agotando antes de tiempo. Las dos horas y pico le pesan, y al final uno siente cierto halo de molesta decepción por cuanto, al igual que su protagonista, es más lo que podía haber sido que lo que es.

Supongo que será lo de siempre, los excesos son como lanzar a canasta y golpear en el aro, a veces rebota y entra y otras veces rebota y se sale. Y tanta palabrería a favor de ella igual han servido de tapón, quien sabe. De momento me abstengo de ponerle nota, antes voy a dejar que repose en mi cabeza un poco "por si acaso".
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Wanchope

Una vez la he reposado voy a ser algo más generoso con sus méritos que cruel con sus defectos. Venga, siguiendo los cánones de votación de la web... un 7. Al fin y al cabo a 'El llanero solitario' también le perdono sus excesos.  :alegre
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Señor Lobo

Tenéis razón en que se trata de una película un tanto dispersa. Probablemente podría beneficiarse de algún que otro corte mientras que hay momentos en los que podría habernos regalado algún detalle más (como con el personaje de Ramona, por ejemplo). De cualquier forma y pese a sus carencias y excesos, La gran belleza ofrece numerosos momentos de CINE con mayúsculas, momentos que te hacen esbozar una sonrisa o incluso una sonora carcajada, que te trasmiten tristeza, que te provocan la reflexión, que te hacen ponerte sentimental o que simplemente te dejan pasmado por la belleza de las imágenes, la música y Roma.

Muy buena la interpretación de Toni Servillo, construyendo todo un personaje el de Jep Gambardella, del que nunca sabes qué parte es la fachada que se ha fabricado y cuál es su verdadero yo. A nivel interpretativo, de dirección y montaje, impresionante la escena en la que describe su primera vez...

Spoiler
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La película tiene tantos momentos brillantes que es difícil quedarse con uno solo. Una película para revisar más de una vez, sin duda alguna.
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John Matrix

¿Por qué este hilo se ha quedado en una sola página?
"It's very gratifying to watch a man you don't like try to pull his own balls out of his throat"

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Wanchope

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Yeezus

AlvaroParker manifiéstate!
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AlvaroParker

Últimamente estoy muy vago, supongo que mejor que extresao... Pero ahí voy.

Es una película que no puede ser catalogada por lo tradicional, ya que en La Gran Belleza no hay calificativo que pueda hacer una idea de su temática. Es algo que sólo hay que ver, admirar y recordar porque visualmente logra dominar al espectador. La única forma de agradecer ése dominio que ha tenido Paolo Sorrentino con su obra, es contemplándola sin más, y gozar de esa toma de escena tan cuidada la cual te deja plasmado por su elegancia, de esa banda sonora que expresa con exactitud lo que uno puede llegar a vivir en La Gran Belleza, trasladando la dureza de su ambiente a un delicado entorno que no puede ser mejor compuesto por esas notas musicales sobre una Roma en todo su esplendor, su guión tiene un importante papel que ha de ser apreciado por su atrevimiento a la hora de explayar los mensajes que se quieren manifestar de la forma más franca y sincera posible. Y qué mejor que expresar esa franqueza que Toni Servillo, tiene su papel en du dominio durante todo el metraje, mostrando una naturalidad de lo más ilustre, Bravissimo Toni.

Paolo Sorrentino cataloga su obra con tantas calificaciones tan buenas que si me dan por elegir, yo he de quedarme con las más importantes, y son las que resumen la elegancia de ésta obra de la manera más justa posible. Y son por su Grandeza y por su Belleza.
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darth

Buena pelicula, me ha gustado, peca un pelin de exceso de metraje, pero compensa por algunas escenas hermosisimas, el actor principal esta fenomenal,  y la actriz aun mejor.... Roma, que mas se puede pedir
7.5/10
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Beyond

Me gustó mucho en general, con algunas escenas y diálogos brillantes. Quizás yo habría optado por situaciones que, pese a ser extravagantes, no llegaran a un nivel de surrealismo tan elevado (la parte de la anciana religiosa es la que menos me gustó), pero por lo demás considero su Oscar merecido ante la ausencia en su categoría de "La vida de Adèle".
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Wanchope

Cita de: Beyond en 24 de Mayo de 2014, 01:14:24 PM
... por lo demás considero su Oscar merecido ante la ausencia en su categoría de "La vida de Adèle".

Posiblemente.
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Mad Joker

La vi hace un par de días y de lo tocado que me dejó he tenido que darle varias vueltas antes de juzgarla honestamente. Para empezar, no tenía ni idea de lo que iba a encontrarme, por lo que no ha podido sorprenderme más. Es una de esas películas en las que ni un solo minuto tiene desperdicio dado el fantástico alarde visual que es cada uno de sus planos, con una fuerza y elocuencia impresionante. Tanto es así, que buena parte de la historia se cuenta más por lo que se ve que por lo que dicen y hacen sus personajes, lo que tampoco significa que su guión sea menos. Habla de varios temas desde una perspectiva que oscila entre la melancolía y la contemplación sin más, encarnado en un protagonista al que se llega a coger cariño.
No esperaba mucho de esta película y me ha sorprendido muchísimo. Muy especial, completa y de la que se pueden decir toda clase de calificativos. Hace honor a su título.
9

HectorMagno

#12
Cita de: reporter en 05 de Diciembre de 2013, 11:24:14 PM
La gran belleza


SINOPSIS: Roma, un verano en todo su esplendor. Los turistas acuden en masa a la colina Janículo: un visitante japonés se desvanece al observar tanta belleza. Jep Gambardella (Toni Servillo) es un hombre atractivo y seductor irresistible, que te hace ignorar sus primeros signos de envejecimiento. Jep disfruta al máximo de la vida social de la ciudad. Asiste a cenas y fiestas chic, donde su ingenio y deliciosa compañía son siempre bienvenidos. Periodista de éxito y seductor innato, escribió una novela de juventud con la que consiguió un premio literario y su reputación de escritor frustrado. Esconde su desencanto tras una actitud cínica que le lleva a ver el mundo con cierta lucidez amarga.

CRÍTICA: La gran resaca

La década escasa que llevamos recorrida de este siglo XXI ha servido, entre otras cosas, para confirmar la revolución de las telecomunicaciones. Nunca antes habíamos estado tan conectados, tanto entre nosotros como con el exterior. La imagen más clara, en este sentido, es la de una elefantiásica red en la que, por lo visto, cabe toda la información; todo el saber que tenemos que saber, valga la redundancia. El acceso ilimitado a lo que creemos necesario lleva a la sensación de que se han agotado los misterios y que ya no quedan maestros a los que acudir. Está todo visto, todo experimentado y todo inventado. Sin la creencia en nuevos territorios que explorar, se ha perdido el romanticismo, porque a estas alturas, como ya está todo dicho (esto también), ya nada puede sorprender. En Cannes, festival de festivales, mismo escenario por el que han pasado incontables películas que han puesto su granito de arena a la hora de escribir esto que llamamos ''historia del cine'', reina también la -desencantada- prepotencia de esta centuria.

Ha caído en el olvido la probabilidad de encontrar, en cualquier sesión, la que podría ser, ¿por qué no?, la mejor película jamás concebida. Aquella cinta que, de algún modo, marcará tu vida desde el mismo momento de su primer visionado. En la era de las adaptaciones, segundas partes, remakes y spin-offs, parece que, efectivamente, la historia, escrita de la A a la Z, simplemente se está subrayando, incidiéndose en aquellos capítulos que, dependiendo de la ocasión, más convengan. Pero resulta que, incluso en estos tiempos, puede hacerse saltar la banca. Incluso ahora, al final de la proyección, puede sentirse la obligación de aplaudir hasta que sangren las manos... aunque nadie del equipo de la película en cuestión se encuentre en la sala. No es compromiso; es más bien obligación moral y, por supuesto, pura emoción. Adelante. Porque sigue pudiéndose sentir la necesidad de quedarse sentado en la butaca durante todo el desfile de títulos de crédito finales, sólo para comprobar, cuando se vuelven a encender las luces, que los dos pisos del templo en el que te encuentras siguen estando prácticamente llenos... y que todos los presentes se entregan a una nueva ovación. Al fin y al cabo, ¿cuándo se les va a presentar la ocasión de volver a hacer esto? La Historia, ¿recuerdan?


Todo esto no es una fantasía, es la crónica de lo que dio de sí la presentación ante la crítica de 'La gran belleza', película con la que uno, así de claro, se siente parte de la historia. Filme histórico, desde su concepción hasta su magistral ejecución. Colosal proyecto que, malditas las causalidades (?), puede definirse como la secuela perfecta. Al salir de la Debussy (¿por qué diablos no nos la presentaron en el Lumière?), dos títulos estaban en boca del personal. El primero pertenece a Leos Carax: ''Es la 'Holy Motors' de este año.'' La afirmación obedece al efecto réplica de cada terremoto. El impacto que dejó en la edición anterior de Cannes el ''film de las limusinas'' todavía estaba presente, con lo que es de comprender el que todos aquellos que lo sufrieron (en el sentido positivo y en el negativo) vieran la sombra del enfant terrible francés en cada propuesta que tuviese, entre sus principales encantos, el de un sentido estético avasallador, usado para que el cerebro del autor no respondiera ante atadura alguna y pudiera sorprender así a la audiencia cuando se lo propusiese (esto es, siempre). Las virguerías (de todo tipo) encadenadas con una gracia que pone los pelos de punta, y, para entendernos, el sello autoral, confirmado, se desata gracias al dominio más apabullante de la técnica.

El segundo título más comentado, tanto después de aquella -mágica- proyección, como al día siguiente en la rueda de prensa: 'La dolce vita'. Ni más ni menos. Y sin miedo, que en parte de esto trata todo. La secuencia cronológica primero nos descubre, en el año 1960, a Marcello Rubini, periodista que persigue a la crème de la crème de la sociedad de su país entre las fiestas de la noche romana. En el año 2014, más de medio siglo después, el objetivo está fijado en un ático de la misma urbe, iluminado por el gigantesco cartel publicitario de una famosa bebida. En este escenario tiene lugar una gran celebración. El escritor y periodista Jep Gambardella, que se cobijó por primera vez bajo la sombra del Coliseo hará ya 40 años (y que desde entonces no se ha movido de ahí... literalmente), celebra por todo lo alto -nunca mejor dicho- su 65º aniversario. En efecto, las cifras apuntan descaradamente hacia Fellini; Sorrentino también. Añadan a la ecuación un tercer título inexplicablemente no mencionado aquellos días en el Palais: 'Reality', la proeza llevada a cabo el año pasado por Matteo Garrone.

Como en aquella, la cámara no puede definirse como inquieta, sino cómo grácil y habilísima atleta. Como en aquella, en la historia, que avanza flotando a través de una serie de capítulos sabiamente dispuestos, abunda el asco. La repulsión y la tristeza despertadas por las cenizas de lo que una vez llegó a ser asombroso. La repugnancia, no obstante, también empleada como inevitable motivación para captar lo maravilloso (una vez más en el cine italiano, la alianza de los grandes autores con la berlusconiana Medusa Films ayuda a comprender la faena). El objeto de estudio convertido en el mejor catalizador de los distintos estados de ánimo. Que no asusten las internal jokes, el mal que padece el alma es universal. 53 años después de 'La dolce vita', se confirman los peores pronósticos. Roma no ha muerto (por algo es la ciudad eterna), pero la trampa está en que lo imperecedero es tan falso (y tóxico) como el botox o, si se prefiere, como las sonrisas de los snobs que pueblan esta película. Está claro: la melancolía a la hora de hablar de esta juventud -postizamente- permanente, sale sola. La garra y las ganas de saltar a la yugular, también. Por supuesto, no queda títere con cabeza, pero las decapitaciones se ejecutan, la mayoría de veces, con una cálida sonrisa en la cara del verdugo.


Después del break con el amanerado Sean Penn en la muy discutida 'Un lugar donde quedarse', Sorrentino vuelve a asociarse con su actor fetiche, el inmenso Toni Servillo. Éste -sorpresa- sonríe y deleita a los oídos con su voz melosa. Como casi todo en el filme, esto es pura fachada, porque nunca antes el sabor de su presencia había sabido combinar tan bien tanto lo ácido, lo cáustico y, también, lo dulce (la fórmula, que conste, lleva perfeccionándose desde aquel sorprendente golpe titulado 'Las consecuencias del amor'). El personaje al que da vida se mueve y observa; detiene y reanuda el cómputo del tiempo cuando más le interesa y hace que a través de sus gestos y declaraciones fluyan el amor, el odio, la vida, la muerte y, claro está, Roma, ahora mismo uno o dos peldaños por encima de lo que académicamente se define como ''decadencia''. Mientras, Jep Gambardella, rey omnipotente de la mundanidad, comparte prácticamente cada plano con sus queridos trozos de carne... y Servillo no debió sentirse tan solo desde que, en 2008, decidiera ponerse en la piel de Giulio Andreotti, en paz descanse él y el país donde se crío. Mientras, Sorrentino se toma el tiempo que haga falta (casi dos horas y media) para poder decir y, sobretodo, mostrarlo todo.

Una vez más, los números no engañan. 'La gran belleza' es, como no podía ser de otra manera, larga, grandilocuente, excesiva, muy -quizás demasiado- consciente de ella misma y sí, también algo redundante. Pero lo es en el buen sentido, porque de esta misma forma pueden -y deben- describirse los objetivos que persigue. A través de un espectacular sentido de la fantasía, el surrealismo más inquietante tampoco es tal, sino la infalsificable crónica del día después de la gran farra. Solo que ésta en realidad se convirtió en grotesca bacanal (y dicho sea de paso, Fellini se transformó, en un abrir y cerrar de ojos, en Visconti)... y el vino, milagrosamente, supo a Martini. Solo que entre una cosa y la otra no han pasado horas, sino décadas. Después de tanto tiempo, la música sigue sonando. Es más, todo parece estar en el mismo sitio... lo que pasa es que ahora, el cuerpo, por viejo; por decrépito, no aguanta tan bien. Ni mucho menos, pues en realidad, esta histórica obra maestra es, con toda seguridad, la más maravillosa y desgarradora resaca de la historia.

Nota: 9 / 10

Muy grande este post. Me atrevería decir que es genuinamente excesiva, no hay que olvidarse que el guión dibuja a "snobs", sus diálogos tienden a ser dispersos (intercalando uno más seudo-existencialistas con otros más banales). Es un poco como Tarantino, saca geniales diálogos de la banalidad.

No sé si se ha nombrado a "La dolce vita" porque es claramente una vuelta de tuerca de ésta, el protagonista parece ser un Marcelo ya maduro. Paolo consigue parafrasear a Fellini dándole un punto más y además con una estética muy estilosa. Muy grandes las dos pelis.





Edito: Por cierto, que alguien me quite la nota de "Infiltrados en clase".

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Wanchope

Cita de: HectorMagno en 01 de Diciembre de 2015, 01:36:37 PM
Edito: Por cierto, que alguien me quite la nota de "Infiltrados en clase".

De momento no se puede. A ver para la próxima actualización lo tenemos ya. No eres el único: yo también voté sin querer la de 'Sinsajo. Parte 2'.  :poss
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