Renoir

Iniciado por cardinrri, 08 de Agosto de 2013, 09:56:23 PM

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cardinrri

Renoir



SINOPSIS:
La Costa Azul, 1915. Auguste Renoir, en el ocaso de su vida, está atormentado por la pérdida de su esposa, los dolores artríticos y la noticia de que su hijo ha sido herido en la guerra. Sin embargo, cuando una joven entra en su mundo, el pintor se siente dueño de una nueva energía. Radiante de vida, bellísima, Andrée se convertirá en su última modelo. Jean regresa a casa para reponerse y también cae bajo el encanto de la estrella pelirroja que brilla en el firmamento de Renoir. A pesar de la oposición de su padre, se enamora de la joven indomable y empieza a desarrollarse el gran cineasta.



CRÍTICA:

Renoir fue sin duda uno de los mayores iconos de la pintura francesa del siglo XIX y principios del XX. Pintor impresionista, que pronto se aleja de esa tendencia dado su gusto por las desnudos femeninos inspirados en el rococó, aún así su pincelada y técnica siempre estuvieron impregnadas de impresión, de ese carácter impresionista que nunca llegó a abandonar. A Renoir le interesaba la parte amable de la vida, incluso cuando retrataba a trabajadores, intentaba que el ambiente del cuadro fuera amable, cordial, como un día de campo donde todos los problemas pasan a un segundo plano. Para ello se apoyaba siempre en la naturaleza, en esos campos franceses llenos de color y luz. En su etapa final, la que abarca la película, que comprende los años de 1900 a 1919, el artista se afinca en Cagnes, donde en una majestuosa casa de campo es cuidado de su reuma por unas cuantas mujeres. Allí no ceja en su empeño de pintar, de alcanzar esa perfección técnica que según él nunca alcanzó. La historia nos coloca en este punto, donde Renoir vive solo con su hijo menor, al que no le hace el menor caso. Sus otros dos hijos, Jean Renoir (si, el director) y Pierre Renoir no gozan de su compañía ya que uno, el primero, esta luchando en la I Guerra Mundial y el otro es actor profesional en París. En este punto en el que Renoir ronda los sesenta años, aparece la figura de Andrée Heuschling, una modelo/artista que dará un vuelco a la casa Renoir y a todos sus miembros.

Andrée es una joven de cuerpo despampanante con una sólida idea de llegar a ser artista, para ella trabajar de modelo durante un tiempo con Renoir no es más que sacarse un dinero para lo que venga después. No considera un honor trabajar para él. Al llegar, con sus dotes para enamorar a cada uno de los hombres que se encuentran en la casa, se gana la enemistad de muchas de las doncellas de la casa, ya no tan jóvenes que ven como una joven y engreída pelirroja les roba el protagonismo. Al poco tiempo de estar ella allí llega el hijo mediano del Patrón, Jean Renoir, el que luego se convierte en director y tiene como musa a Catherine Hessling (efectivamente, es Andrée). Estos dos se enamoran rápidamente y Andrée le muestra a Jean las ganas que tiene de triunfar en el cine y que con un poco de dinero podrían juntos ser las próximas estrellas del celuloide. Jean, viene herido de la guerra y lo único en que piensa es en recuperarse y volver, no tiene pensado que quiere hacer ni como lo va a hacer, solo tiene la mente en ayudar a sus compatriotas.

El peso de la película se lo reparten estos tres personajes, Renoir, Andrée y Jean Renoir. El primero, el patrón se dedica a seguir pintando pese a su creciente enfermedad. De él se quiere representar lo duro que se hace la última etapa de un gran artista, que pierde un poco de su tino, le llueven críticas y hasta su hijo Jean le recuerda que ya no pinta como antes que ahora lo hace todo más deprisa. La película consigue una fotografía muy interesante. Como no podría ser de otra forma, para filmar la vida de Renoir, o su decadencia, había que escoger muy bien el uso de la fotografía, la tonalidad de las secuencias y el paisaje. Por suerte Gilles Bourdos y su equipo lo entendieron desde el principio, incluso se llega a ver algún que otro plano difuminado, intentando asemejarse a los lienzos del artista. Busca tonos cálidos, fuertes, de gran contraste, utiliza colores rojos, naranjas y verdes intensos para recrear lo que el propio artista veía a su alrededor.

La fuerza interpretativa de Michel Bouquet y Christa Theret llevan en volandas un buen drama sobre los cambios de una familia acomodada pero que parece abocada al resentimiento. El hijo pequeño vaga por la casa sin rumbo, sin ir al colegio y sin que nadie le ayude. La llegada de Andrée no le reanima, ya que cuando ve que es su hermano mayor es el que se la beneficia, no le gusta, tampoco al padre, que acostumbra a cortejar a sus modelos, en este viaje hasta se deja caer que si su enfermedad se lo permitiera le haría un favor sensual a la bellísima pelirroja, esto se intuye en la película, en una escena muy conmovedora. Así que es Jean el único que la corteja, pero no es por ello, el que se libra de la niñería de Andrée. La cinta deja caer, como diría el propio Jean en sus memorias, que fue Andrée la que le convenció de que dejara el ejercito y con el dinero que había ganado su padre y el que él tiene fueran a trabajar en el cine, así fue, Jean se convirtió en un gran director y Andrée fue su musa en las primeras películas.

Hasta aquí todo bien, nos encontramos con un filme, serio, de esplendorosa fotografía, bellísimos cuerpos femeninos, calidad de manejo de la cámara y unos buenos actores, sobre todo Michel Bouquet, que realiza una interpretación de Renoir acojonante. El problema que le veo a la película es que el contexto acaba engullendo a los propios acontecimientos de la película, a pesar de los esfuerzos de los actores, el drama es engullido por la historia. No se llega a simpatizar del todo con los personajes, al menos por mi parte. Busca la ruptura emocional de un viejo achacado por el reuma, pero no lo llega a conseguir. Posiblemente el director ha querido ser demasiado fiel a la realidad y ahí ha perdido gancho la historia. No critico que quiera ser fiel a la realidad, eso lo aplaudo, pero no quita que lo aplauda para que si una historia tiene poca chicha deje de interesarme por momentos. Es una película bella, seria y agradable, al que simpatice con los personajes le auguro un par de horas de disfrute máximo.

7,5
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reporter

Los artistas y la modelo

Los argumentos, al igual que las armas, se gastan a fuerza de usarlos. Antes que la obsolescencia programada, existía el simple desgaste, no está de más recordarlo. Los argumentos usados a modo de arma, obviamente no escapan a dicha ley. Si al gobierno español le hubieran dado, tan solo durante los dos últimos años, un céntimo por cada vez que alguien esgrimió aquello de que ''los artistas parecen vivir en otro mundo'', seguramente ya habría recuperado la totalidad de aquella grotesca millonada que tiró al retrete en forma de rescate a sus queridas entidades financieras. Del mismo modo, los motivos artísticos, a fuerza de echar mano de ellos, también se gastan. Mejor dicho, acaban cansando. Más pronto que tarde.

Para ir directos al trapo, si el año pasado era comprensible el estado de irremediable desesperación por parte de los que acabaron hasta el gorro de Blancanieves, los siete enanitos y la manzana que los parió, esta temporada va a tocar compadecerse de aquellos a los que les salgan sarpullidos por toda la piel la próxima vez que entren en una sala de cine para ver otra película de pintores y musas. La -muy- alocada cronología de la cartelera de nuestro país nos habla, primero, de un tal Fernando Trueba que vuelve a la imagen real bajo un título la mar de elocuente: 'El artista y la modelo'. De momento, ninguna pregunta al respecto. Imposible perderse. A continuación, la línea temporal nos presenta por enésima vez a Jean Becker, quien con 'Mi encuentro con Marilou' nos habla de un pintor cuyo enfermizo fastidio causado por el mundo en el que le ha tocado vivir se revierte radicalmente por el descubrimiento casual de una jovencita gravemente afectada por la rebeldía adolescente.

Por último, y sin apenas tiempo para reponerse del segundo plato, llegan unos postres que tampoco parecen ayudar demasiado al a estas horas maltrecho sistema digestivo. Después de su fallida aventura en las Américas, Gilles Bourdos regresa a casa para completar ese particular menú de filmes que usan . En este caso, una peligrosa mezcla entre drama familiar, triángulo pseudo-amoroso y, cómo no, ''una partida de campo'' para otra muestra del normalmente exquisito cine rural francés. En este caso, la acción, si es que puede considerarse como tal, nos lleva a un lugar y a un momento (vitales ambos dos) peligrosamente conocidos: 1915, Costa Azul, el maestro Pierre-Auguste Renoir, mortificado por la artritis, por la muerte de su mujer y por las noticias fragmentadas que llegan de su hijo Jean desde las trincheras, se va hundiendo, cada vez más rápido, en un pozo de amargura del que ni la pintura puede sacarle... hasta que -¡tachán!- conoce a Andrée.


Curvas mareantes, carácter peleón, ojos ideales para perderse durante toda la eternidad, melenaza besada por el fuego (sí, Christa Theret es un amor)... La chica lo tiene todo para quitar el hipo en casa de los Renoir, donde además de convivir las raras inquietudes y preocupaciones de esa gente tan rara que ''parece vivir en otro mundo'', hacen lo propio dos maneras de entender / plasmar el arte a través, primero, de un soporte más viejo que la tos, y después, de otro que apenas ha empezado a dar sus primeros pasos (y que por ello todavía tiene que soportar las burlas de los círculos más carcas, que se refieren a él como algo todavía impuro). Como era de esperar, Andrée, que ejerce de modelo para la pintura pero que en realidad aspira a convertirse, ni más ni menos, que en la más prestigiosa actriz del séptimo arte, está justo en medio.

En definitiva, llega a nuestras salas otra cinta con la fórmula de ''artista y modelo'', sólo que aquí el primer factor se ha duplicado... si es que esto implica un cambio realmente relevante. En definitiva, sin excesivas novedades en el frente. Cabe esperar pues, que la introducción de nuevos factores que eviten el déjà vu total corra a cuenta de Monsieur Bourdos, a quien a estas alturas se le presupone la experiencia suficiente como para sacarle a sus historias un mínimo exigible de jugo. Pero no. Desde el papel, 'Renoir' se revela como una película demasiado fiel al objeto de estudio. En efecto, su tratamiento denota que éste es un trabajo claramente concebido por alguien que ''parece vivir en otro mundo'' (de hecho, lo mismo podía aplicarse a la teóricamente mucho más comercial 'Premonición'), y que por esto no siente el peso de las concesiones a su audiencia. En apariencia (demasiado en apariencia) difusa, confusa, incluso conquistada por una profunda sensación de dejadez y -peor aún- de antipatía... lo que sucede en realidad es que el ''qué'' (para entendernos, la historia en cuanto a narración clásica) pasa a tener una importancia secundaria.

Lo que realmente busca este cineasta de Niza es centrarse en el ''cómo'', dando así un paso más en su personal y, por supuesto, muy reconocible cine atmosférico. De repente, los estados de ánimo y las etapas por los que pasan los personajes no quedan marcados por el guión, sino por el montaje: por el suave encadenado de escenas, por la algo desconcertante (pero indudablemente acertada) combinación de planos y contra-planos, por el cadencioso tempo que marca la entrada y la salida de las piezas en el tablero... Lo mismo que darle voz propia, de la forma menos obvia, a un moribundo al que ni le quedan energías para hablar. Pero por encima de todo, donde realmente se crece este 'Renoir' es, tal y como de hecho exigía el programa, en un sobresaliente apartado visual. La luminosa y -por descontado- prodigiosa fotografía a cargo de Mark Ping Bing Lee (colaborador de Hou Hsiao-Hsien en la cromáticamente también impactante 'Millennium Mambo') sea tal vez el mejor homenaje al genial pintor. Con la fuerza del impresionismo y el magnetismo del clasicismo barroco, luce, durante la hora y media larga de metraje, una excelsa paleta de colores que, por sí sola, ya casi justifica este lujo en el que se ha convertido una entrada de cine y que, como viene siendo habitual en Bourdos, convierte las distancias cortas en un inteligentísimo e híper-visible segundo plano.

Nota: 5,4 / 10
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cardinrri

Al final la habéis movido a parte  :guiñar Coincido con casi todo lo que ha dicho reporter, pero intuyo que a mi me llegó más que a el  :poss
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