Días de pesca en Patagonia

Iniciado por Dragondave, 12 de Marzo de 2013, 09:12:46 PM

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Dragondave

DÍAS DE PESCA EN PATAGONIA


Sinopsis:
Marco es un viajante de comercio de 52 años, ex alcohólico, que decide intentar cambiar el rumbo de su vida después de una internación para desintoxicarse. Como parte del tratamiento, le sugieren que elija un hobby, y él se decide por la pesca. Con ese objetivo viaja a Puerto Deseado en la temporada de pesca del tiburón. Pero también va en busca de Ana, su hija, de quien no supo nada durante años, sólo que vivía allí. De esa búsqueda, y de esos encuentros y desencuentros trata Días de Pesca.

Crítica:

Pescando sin anzuelo

Carlos Sorin despuntó en 2002 con Historias mínimas, película que le dio cierta fama y reconocimiento no solo en Argentina sino también de cara a Europa.

Ahora vuelve a filmar en la Patagonia con Días de pesca (que en España llevará la coletilla de "en Patagonia", sin saber muy bien el por qué) con otro drama íntimo, donde Marco Tucci, un viajante de comercio de 52 años, después de recuperarse de su problema de alcoholismo, se toma unas vacaciones en Puerto Deseado, donde pasará sus días pescando y aprovechará para retomar el contacto con su hija Ana, de la que perdió el contacto hace años.

Se agradece el buen tacto de Sorin de no forzar dramatismos innecesarios obviando mostrar el pasado alcohólico de Marco, se prefiere mostrar la cuesta arriba que viene después para volver a la vida y al día a día, sobre todo con respecto a las relaciones familiares, cortadas a raja tabla. Tampoco se incide en estas rupturas, se esbozar simplemente para que el espectador intente deducir qué pudo ocurrir exactamente entre Marco y Ana. Ciertas miradas y gestos son los que dan las pistas para la búsqueda interior, la frialdad del reencuentro, el miedo a un pasado que ha debido hacer mucho daño en sus interiores.


Marco es presentado como un hombre nuevo, simpático y cercano, aunque con un lado introspectivo pronunciado. Y, deducimos, no siempre fue así. Le han recomendado que tenga un hobby, para apaciguar el deseo de la bebida, y ha elegido la pesca, aunque al parecer hasta bastante que no la practica.

De este guión sencillo parte Carlos Sorin para mostrar esas historias mínimas que tanto le gustan, de sentimientos no mostrados pero a la vez palpables. ¿El problema? Es todo tan sencillo que casi no despierta el interés del espectador, la poca información que tenemos de los protagonistas acaba jugando en su contra, y los ochenta minutos que dura se acaban haciendo pocos. Es raro que se eche en falta metraje y no sea al revés, pero en Días de pesca, se hecha en falta más subtramas atrayentes, ya que la del amigo que lelva luchadoras de boxeo o la de la misma pesca quedan bastante pobres, y si la historia principal no tiene la fuerza necesaria para enganchar y no hay tramas secundarias que levanten el vuelo, la interesante trama acaba haciendo aguas en un espectador anestesiado.

Una pena que un producto interesante en su propuesta, con una fotografía trabajada y una banda sonora monotemánica pero preciosa, acabe sucumbiendo por falta de fuerza en la historia y en la puesta en escena. Con un repaso al guión, sin cambiar grandes cosas, se podría haber conseguido una película igualmente sencilla pero de mayor calado.


Seguramente habrá quien piense que así está perfecta, pero queda limitada a un sector muy minoritario, y más supeditada a que la historia que se imagine el espectador sobre el pasado de Marco y Ana sea lo que realmente le otorgue los puntos extra que le faltan a la película.

Aun con todo, un interesante ejercicio el de Carlos Sorin, aunque no llene las expectativas como uno desease.

5/10
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el_emi

Es algo que no me perdono. Haberme perdido esta película cuando se estrenó en mi ciudad.
Me confié y su mal funcionamiento en taquilla la barrió de la cartelera, a la cual ya había llegado con una semana de retraso. Una pena, ahora a esperar  :nuse
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reporter

Regla sin excepciones

Dicen que segundas partes nunca fueron buenas. Con ellas se pierde el factor sorpresa; se pierde una innovación sin la cual, se supone, ya no se puede lograr en el espectador el impacto imprescindible para que la película en cuestión cale en él con las sensaciones agradables que, siempre en teoría, estaban reservadas para la primera entrega de la saga de turno. Pero, claro está, no hay regla que no sea confirmada por sus respectivas excepciones, y el cine, que no es la excepción, no escapa a dicho principio. En esta misma línea, la carrera artística de Carlos Sorín es quizás una de las más fieles a sí misma, es una de las que, por mucho que pasen los años, ofrece poquísimas alternativas a un discurso originario en el que han pivotado la práctica totalidad de sus posteriores propuestas.

Véase su último trabajo, 'Días de pesca', en el que Carlos Sorín nos lleva, una vez más, a su querida Patagonia. La cámara no se despega jamás de un personaje 100% soriniano, excelentemente interpretado por un Alejandro Awada que con su sobrecogedora voz de tenor además nos regala uno de los momentos cinematográficos de la temporada, lección maestra de cómo cautivar... mientras al respetable se le hiela la sangre. De sonrisa agradable, sencillez en la conversación y entrañable en el tacto humano, un padre ex alcohólico, en el invierno de su vida y con la excusa de la temporada de pesca de tiburones en Puerto Deseado, decide reencontrarse con su hija, a la que hace años perdió la pista. Por el camino se cruzará con personajes tan o más sorinianos que él, en lo que es un típicamente soriniano peregrinaje. La lista de ingredientes en la receta se alarga, pero como se ha dicho, no hace falta seguir leyendo, pues al fin y al cabo sigue sin haber nada nuevo pues bajo el sol de la Argentina más austral.


¿Y qué? Es más, que así siga, porque 'Días de pesca' deja bien claro que las buenas fórmulas; las auténticas, por mucho que se repitan, no pueden llegar a cansar. En este caso en concreto, con apenas una hora y cuarto de duración de la historia (no falta, tampoco sobra un solo minuto), es todavía más difícil que surja el agotamiento. No obstante, no se trata de la cantidad de metraje, sino de cómo (retomando los adjetivos empleados para describir al personaje de la historia) lo sencillo, lo cálido y lo mínimo, empleado en la justa medida (cada elemento en la proporción adecuada para no llegar a entrar en los siempre peligrosos terrenos de la cursilería), configura un producto muy cercano a la universalidad. Tiene tanto de drama familiar como de compendio de experiencias vitales deliciosamente irrelevantes. La tragedia más dura no se muestra pero se siente.

Tres cuartos de lo mismo sucede con la ternura, que aquí se nos muestra, como era de esperar de un autor tan sincero como Sorín, en su máxima expresión. No obstante, en un filme tan cargado de bondad, la tragedia (la más brutal; la más traumática... se intuye) está igualmente presente, pero de forma elíptica, no a través de saltos temporales, no a través de amplias disertaciones, sino, como debe ser, a través de las miradas, los gestos y, en definitiva, la actitud de unos personajes tan reales que lo que más les marca es el fuera de campo; aquello que la cámara, por supuesto, no puede captar. Al final, queda la sensación de que está todo cerrado... cuando hay infinitos cabos sueltos. Parece que se haya contado todo... y quede todo por contar. Maravillosa sensación que solo puede ser fruto de la sublimación de un estilo, plasmado en una película tan directa como -efectivamente- sincera y sí, perfecta dentro de sus pretensiones; inmensa en su microcosmos.

Nota: 7 / 10
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