El muerto y ser feliz

Iniciado por reporter, 12 de Enero de 2013, 06:31:19 PM

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El muerto y ser feliz


SINOPSIS: Un asesino a sueldo que no asesina en una película de carreteras, perros y pistolas. Buenos Aires. En la última planta de un hospital un español que ha echado media vida en Argentina se da cuenta de que se muere. Este viejo asesino a sueldo -seco y divertido, tierno- se escapa con un feliz cargamento de morfina, y emprende un viaje hacia el norte, a ninguna parte. Una chica que encuentra en la carretera será su fiel escudera a lo largo de dos mil kilómetros de comedia negra.

CRÍTICA: La felicidad del raro

Nada causa más miedo que la incertidumbre. No en vano nuestros tiempos pueden ser sintetizados con extrema precisión empleando solamente estos dos términos. Uno implica el otro. No saber qué o quién encontraremos al otro lado de la puerta; ignorar cómo reaccionarán nuestras papilas gustativas ante el tacto de un plato desconocido. El resultado final puede recompensar nuestro atrevimiento... pero, ¿y si el experimento sale mal? A esto los economistas lo llaman ''aversión al riesgo'', y es uno de sus pocos principios universales que realmente se cumplen. ¿Qué pasa si, al entrar en una sala de cine, el desprevenido se da cuenta de que el maestro de ceremonias es Javier Rebollo... y viene bajo el brazo de Luis Miñarro?

El pesimismo es mal compañero de viaje, más en estas ocasiones, de modo que debe evitarse, pero con estos factores sobre la mesa, estamos ante el clásico y siempre incómodo momento previo a abrir un melón. Imposible saber cómo va a salir, y, como se ha dicho, pocas cosas dan tan mal rollo como la incertidumbre. Ésta va en aumento cuando se nos recuerda el título de la cinta en cuestión: 'El muerto y ser feliz'. Mí no entender. Por si fuera poco, la memoria tiene la falta de decencia de recordarnos el último largometraje firmado por Rebollo, el plúmbeo galimatías 'La mujer sin piano'. Ahora sí que la deserción parece la opción más sensata. Pero las luces se apagan, y fugarse implicaría hacer levantar a demasiada gente. Algo por lo que este introvertido empedernido no está dispuesto a pasar.


De modo que, a tragar... y a sorprenderse con la nueva marcianada de este marciano autor madrileño. Nada más empezar, una narradora omnisciente y con tono naïf nos presenta al héroe de la historia: Santos, un asesino a sueldo retirado de su noble oficio por haberse convertido en una fábrica de tumores terminales, decide que no quiere pasar los últimos telediarios que le quedan en la habitación de un hospital, de modo que reúne todo el dinero -y drogas- que le queda, acepta un último trabajo y se lanza a la carretera. Las malas sensaciones de antes de la sesión dan definitivamente un giro de ciento ochenta grados cuando este personaje con gabardina y pijama descubre su cara. Entonces un suspiro de alivio generalizado se deja oír. Estamos en buenas manos.

De ojitos woodyallenescos y posado cómico cercano al de Bill Murray, el gran José Sacristán (que por fin ha conseguido su primera y merecidísima nominación al Goya) toma los controles de la nave, y nos lleva hasta el infinito y más allá. Como se ha dicho, a sabiendas que tiene las horas contadas, recupera su antiguo y elegante coche, se hace con provisiones suficientes de morfina para apaciguar el dolor que le tortura constantemente, y se embarca en un viaje de no retorno y hacia ninguna parte, a través de la inmensidad de Argentina. La presencia, el magnetismo y el savoir faire lo pone la vedette... el resto un director y guionista que, ahora sí, muestra un mínimo interés con conectar con el público. Lo hace, cómo no, a su manera, que es muy suya.

Pasado por la traductora: 'El muerto y ser feliz' es una atípica road movie con aires de western crepuscular y de ritmo irregular, cuyas principales armas, a pesar de correr el riesgo de ser incomprendidas -en parte de esto trata el juego-, no obstante funcionan de forma correcta. El absurdo y el sinsentido se imponen en una deriva con toques de las historias mínimas Carlos Sorin, el rabioso estilo del primer Godard y pinceladas del Gonzo del Dr. Hunter S. Thompson. Por mucho que el cóctel parezca intragable, lo cierto es que gracias a la batuta de Sacristán y a la creatividad de Rebollo, ahora moderadamente controlada, la combinación resultante no se harta de regalarnos personajes y situaciones hilarantes -por delirantes-, y ciertamente memorables. Esto es, una feliz y muy viva celebración de lo raro, así como una regañina más que merecida para los que teníamos poca fe... y un argumento de peso para seguir creyendo en nuestros outsiders, quienes afortunadamente se dejan oír cada vez con más fuerza.

Nota: 6 / 10
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