Último capítulo " Venganza"

Iniciado por juanluis, 09 de Septiembre de 2012, 12:16:26 AM

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juanluis



   Aquí os dejo el último capítulo con el enlace a los cuatro anteriores.  Gracias por vuestra lectura.

Capítulo1 http://www.elseptimoarte.net/foro/index.php/topic,23020.0.html

Capíyulo 2  http://www.elseptimoarte.net/foro/index.php/topic,23046.0.html

Capítulo 3  http://www.elseptimoarte.net/foro/index.php/topic,23075.0.html

Capíyulo 4  http://www.elseptimoarte.net/foro/index.php/topic,23095.0.html





                                                                                     5

Desde aquel día no lo volví a ver, y me arrepentí por completo de lo que lo dije, porque de algún modo le había desvelado esa idea terrorífica que me estaba rondando la cabeza, y por eso se convirtió en el segundo gran problema para mi plan. El otro se solucionó de la forma más trágica para mí posible, y si yo no fuera un enfermo debería de haber cortado de raíz todo lo que ideaba, pero a pesar de que así fue al principio, a los pocos meses de que sucediera volví a la carga con mi obsesión con hacer verdadero daño a Lucía. Pedro , el mejor amigo de mi padre me llamó:
-   ¿ Te has enterado?, me preguntó después de saludarme.
-   ¿ De qué?. Le dije.
-   ¡ Tus padres han tenido un accidente, César!.
-   ¿ Un accidente?, ¿ con el coche?.
-   Sí. Calló, supongo que para coger aliento, y me lo soltó. ¡ Tu padre ha muerto y tu madre está muy enferma en el hospital!. No lloré en ese instante, dije , " no puede ser", " pero como va a ser posible", y tres o cuatro frases hechas que se suelen decir en estos momentos. Me recogió, y nos fuimos al hospital. Allí pasó hasta el último amigo de mis padres, socios en los negocios de mi padre, y familiares. Mi padre era hijo único, mi madre tenía una hermana a la que estaba muy unida, y mi tía lloraba desconsoladamente la posible muerte de su hermana. Era muy parecida a mi madre, ni un átomo de rabia, todo bondad y quizás por ello sufrimiento. No paraba de abrazarme . A las dos horas vino el doctor y nos dijo que había muerto. Mi dolor fue inmenso , y como todo el que ha perdido a alguien tan cercano supongo fantaseaba continuamente con verlos al menos una vez. Es curioso como me quedaba a veces mirando a una puerta de la casa deseando que apareciera cualquiera de los dos, y las fantasías siempre eran muy cálidas. No deseaba verlos para arrepentirme de haberme portado mal con ellos, sino que aparecían en mis imágenes con una sonrisa que antecederían a un alegre abrazo. Es una pena no poder recuperar el cuerpo de los muertos, ya que con seguridad las emociones florecerían con una intensidad enorme. Durante los siguientes meses los trámites con el abogado de mi padre fueron continuos. Prácticamente iba todos los días a su despacho para hacer algo. El caso es que en ese tiempo, a pesar del dolor cobré cierta vitalidad, y cada vez que pensaba en Lucía, mis pensamientos parecían haberse transformado. Ahora quería que fuese feliz, y criase a su hija plena de felicidad.
       Me instalé en las casa de veraneo de mis padres. Me dijeron que mejor la        vendiese , ya que  que iba a hacer yo con una casa tan grande, pero no lo hice. Quería mantenerla al menos un tiempo. Había perdido todas mis amistades por culpa de la situación a la que me vi abocado después de que Lucía me dejase, y poco a poco fui recuperándolos. Los invitaba a mi casa, y como yo tenía un montón de dinero hacíamos lo que queríamos. Como estaba feliz de haber recuperado cierta cordura al principio invité a amigos de conducta poco oscura, que presumían de que una vez tomaron cocaína, y que habían probado los porros de vez en cuando, disfrutaban con la música pop, eran católicos y mantenían conversaciones sobre política. Todos tenían trabajo y habían sido buenos estudiantes en la Universidad. Lo fundamental para mí era que no tomaban drogas con continuidad. Las drogas son como pedir la nacionalidad de un exótico país, donde sólo una serie de sensaciones realmente  existen, y los jóvenes que deciden probarlas se lanzan a él con tal devoción porque la felicidad que tanto anhelan va a ser encontrada en ellas, y aunque odien la religión, resulta que el objetivo que quieren alcanzar, es la misma que otras personas alcanzan yendo a un templo, porque allí les va a esperar ese día soleado donde el pensamiento muere, que iluminó una vez una pared o llenó un cielo huérfano de nubes, y aunque se sienten orgullosos de su madurez, no alcanzan a conectar esas emociones que producen un porro, una raya de coca, o una pastilla de éxtasis; con la paz que sentían de pequeños al abrir el frigorífico de su casa, y sonreír porque su madre no se había olvidado de comprar un bote de mayonesa de su marca `preferida, y es porque la ideas actúan en un plano distinto que las emociones, menos instintivo , y como las drogas exigen una oposición a nuestros padres, los que nos lanzamos a ellas no somos capaces de conectar que la magia que en ellas encontramos nos podrían invitar a salir corriendo hacía casa, y decirles con júbilo, que hace poco en la placidez de la noche de un viernes, mientras hablábamos con una amiga de bellísimo rostro que  habíamos contemplado con quietud, y sin la exigencia que provoca querer mantener relaciones sexuales, porque en ese momento estábamos experimentando el amor, nos había recordado a la alegría que sentimos aquella vez que fuimos a visitar a algún familiar que no siguió las leyes del progreso y todavía vivía en el campo; y que esos peldaños de las escaleras donde estábamos fumando porros fueron para nosotros ,como aquellos montes verdes que nos revelaban por primera vez que se puede correr sin edificios , o que el paso de peatones que cruzamos al salir de clase, se puede sustituir por un puñado de vacas, y quizás por esto sonrían las personas ancianas, a las que despreciamos porque su vida presenta objetivos tan poco elevados como que el café del bar donde desayunan no esté caliente o que el banco del parque al que van no esté ocupado, ya que observan que sólo la vida les enseñará a los jóvenes que todo era mucha más sencillo de lo que imaginaban, y es cierto que nos advierten, pero con cierto desánimo porque nadie escarmienta por cabeza ajena, y es que quizás , hacer caso a los ancianos debería ser un puro silogismo, donde la premisa fuese, ya que sé que los niños me deberían de hacer caso porque he pasado por ello, y  la conclusión necesaria sería, yo debería hacer caso a mis mayores por la misma razón; pero esto nunca sucede y nos lanzamos como rayos hacía el dolor, y lo más espeluznante es que a veces se encuentra la tragedia.
   Pues como es común entre los humanos establecer categorías piramidales, poco a poco aquellos amigos fueron pareciéndome un grupo al que iba considerando inferior en el curso de los días, seguramente porque la muerte de mis padres encerraba sólo un alivio momentáneo , y en el fondo lo que palpitaba era la posibilidad de volver con Lucía, y como esto no sucedía, ni ella tan siquiera se acercó a darme el pésame, esperanza que albergaba desde el primer día, los oscuros pensamientos volvían a aparecer. Fui dejando de llamar a estos y me encerré en la casa. Comencé a drogarme de nuevo y a beber desmesuradamente, y la felicidad de Lucía volvió a ser protagonista en mi vida de una manera tan cotidiana e intensa, que a veces me paraba a pensar en el sofá del salón, de noche,  mirando a la pared , y me decía, " pero si llevo toda el día pensando en ella", y ese instante tenía un fuerte efecto analgésico, que me alegraba porque mi mente se detenía en la idea de pensar en ella, y creía con total veracidad que había sanado, y era porque reconocer cuanto pensaba en ella me libraba de la presión a que era sometido cuando pensaba en ella todo el tiempo, como el alivio que siente un condenado cuando reconoce su delito, ya que cuando pensaba en ella, de alguna forma el componente social que nos empuja a aceptar la felicidad de una mujer que nos ha dejado, parece un intruso que no nos deja a solas, y por eso sufrimos más; pero reconocerlo es aceptar esa exigencia, y parece en cierto sentido como si hiciéramos las paces con todo el mundo. Y así, volví a tomar la determinación de cometer mi acto atroz, pero quedaba un segundo obstáculo ya que aquella vez que le insinué algo a Esteban Mayo aquel día, hacía que me detuviese porque él podría atar cabos y sospechar de mí; pero el destino que parece que  gusta más de las desgracias que de las alegrías vino a echarme una mano de nuevo, como ya lo hizo matando a mis padres para dejarme la casa, y librándome de aquellas personas que podían tener un gran contacto conmigo, porque mi plan exigía aislamiento absoluto, y es que me enteré de que Esteban Mayo se había ido a vivir a Tailandia, y parecía que tenía intención de instalarse allí. Esto no alejaba el peligro del todo porque podía volver aunque fuera sólo por unos días y enterarse de lo que había pasado, pero puesto que no teníamos amistades comunes, si tardaba en volver quizás nadie hablaría ya de ello en los medios, porque ocurren barbaridades todos los días, y sí alguien le dijera algo sobre Lucía, puesto que él no la relacionaba conmigo igual no caía en la cuenta. En cualquier caso decidí ponerme manos a la obra.
      Sabía donde vivía Lucía, así que una mañana fui a su calle, y una de las dos esquinas era dirección prohibida ,así que me quedé allí oculto . Salió con su hija, y se subieron al coche, como la calle era corta, y la calle a la que habían accedido larga, cuando salí corriendo hasta la otra esquina todavía podía divisar el coche y vi que se desvió en la segunda calle a la derecha. Al día siguiente me oculté en esa calle, y repetí la misma operación día tras día, hasta que finalmente descubrí la guardería a la que iba su hija.  Cuando Lucía se fue, entré y con la excusa de pedir información logré saber la hora de salida. Pinché las ruedas del coche de Lucía a plena luz del día , el tiempo suficiente antes para que la pudiese cambiar, pero para que sólo llegase media hora tarde al colegio ,y puesto que la profesora esperaba hasta el último padre seguro que no sentiría gran preocupación, ni diría a nadie justo en el momento en que vio el pinchazo que fuese a por su hija. Todo esto por supuesto era un riesgo para mí, pero me salió bien, ya que la profesora de su hija a pesar de que me interrogó un poco, creyó lo que le dije; y no fue otra cosa que era un vecino y  que a Lucía se le había pinchado el coche, y me había pedido que la recogiese. Fui todo lo amable que pude para no levantar sospechas, y es que sabiendo lo que me podía suceder en el futuro aquello me parecía una tontería. Si hubiese salido mal se hubiera montado una buena, pero penalmente sabía que tampoco podía pasarme  gran cosa, aunque eso sí, todas mis amistades me tomarían por loco . Hasta tenía excusa. Pensaba decir que estaba loco de amor por Lucía, y que era una excusa para verla. En fin nada tan atroz como lo que estaba a punto de hacer. La hija de Lucía permaneció callada todo el tiempo, la cogí de la mano y la metí en el coche. A partir de ese momento todo fue pura acción. No pensé absolutamente en nada, sólo en llegar a casa, si acaso una vez que me quedé parado en un semáforo, y creí que así debían sentirse los seres humanos en algún momento de la prehistoria, en la que cada día era una batalla por cazar algo que comer. La verdad es que la vida moderna es poco intensa. Si no ha pasado nada fundamental en nuestras vidas, cuando pasa el año uno se da cuenta de que el  momento  más emocionante que ha vivido en esos doce meses ha sido que tu equipo favorito de fútbol ha ganado la liga. Sólo pensaba en llegar a casa. Y llegué. ¡ Menudo jaleo se montó!. Salió hasta en canales internacionales. La profesora al describirme decía, claro está, que yo estaba rapado , con barba, los ojos azules ( me puse lentillas de colores), y pasado de peso. Engordé 10 kilos que perdí en mi casa mientras me crecía el pelo, me afeité, y por supuesto el coche era alquilado. Había comprado comida para un mes, y allí me quedé esperando a que se enfriara un poco la cosa. Si habíamos olvidado guerras con millones de muertos, eso era una desgracia más, pero lo mejor era ver la televisión local, porque allí era el tema estrella. Lucía salía casi todos los días, pidiendo que por favor si alguien sabía algo que contactaran con la Policía , ¡me lo pasaba en grande!. Todo el día allí, borracho, drogado y viendo que era el protagonista de aquella historia.
      La hija de Lucía se llamaba Laura , y era una auténtica preciosidad. Durante todo el trayecto se quedó callada, si bien una vez en la casa, cuando la bajé al sótano empezó a llorar y  a preguntar por su madre. Le había preparado el sótano de la forma más adecuada a una niña de su edad. No le faltaba un detalle, ya que fui comprando todo en las tiendas diciendo siempre a los dependientes que me atendían ,que tenía una hija de tal edad y como podía decorar su cuarto. Lo llené de juguetes, especialmente de peluches porque de mi más tierna infancia siempre recuerdo un perro de peluche marrón que mi madre siempre ponía en mi cama cuando la hacía. Porque una cosa tenía clara, no odiaba a su hija , la odiaba a ella. Le dije que estaba muerta, que yo era Dios; y que el sótano era el cielo. Me creyó desde el primer  momento, aunque siempre me preguntaba porque no podía salir nunca de allí, ya que echaba de menos la luz del sol, le dije que en el cielo no hay sol porque está tan por encima de él que allí no llega su luz. Poco a poco se fue acostumbrando, y me decía que sí podía volver a La Tierra un ratito a darle un beso a sus padres nada más, y yo le dije que eso sólo podía ser cuando aceptara por completo que estaba muerta y dejase de pensar en ello, porque cuando alguien ve que otra persona se resigna con todo su corazón del no cumplimiento de un deseo, y acepta la realidad, si la otra persona tiene en su mano hacerla feliz lo hará , y que como yo era Dios y todo lo puedo ese día llegaría si cumplía con su parte. Y así fue creciendo feliz, aunque siempre noté en ella una tristeza tremenda que nunca me confesaba, porque no quería molestarme,  y es por ello que me pedía disculpas cuando tardaba un poco en llevarle la comida o la ropa nueva; y me sentía tan lleno al comprobar que mi obra estaba siendo tan maravillosa, tan perfectamente engranada, que a veces arriba me ponía a bailar solo sin música, levantaba mis brazos y los hacía girar junto con el cuerpo, y me movía al son de mis recuerdos. ¡ Que guapísima era!, ¡ no os lo podéis imaginar!, y lista como ella sola. Le encantó " La Metamorfosis" de Kafka, que era de lo poco que se me ocurría le podía gustar dentro de la literatura elevada, y le dije que anotará en un papel que si yo alguna vez no estaba , dentro de unos años no olvidara leer a Proust, y viera películas de Woody Allen, Billy Wilder y Orson Welles; y muy apesadumbrada empezó a llorar porque le había dicho que yo podía no estar algún día, y le dije que no se preocupara porque cuando yo no estuviera sería la persona más feliz del mundo. Cuando cumplíó 22 años, le confesé todo, y la dejé que se marchara , como era tan culta a esa edad, le dije que yo perdonaba a su madre por haberse ido con mi compañero de piso, y que por favor ella me perdonara por lo que había hecho, y que evidentemente existía una gran desproporción entre una cosa y otra, pero que si sólo perdonamos en la misma cantidad que nos perdonan eso es sólo invertir La Ley del Talión . Me senté en el sofá, y mi primer impulso fue masturbarme, pero era incapaz de conseguir una erección. Y allí me quedé esperando a la Policía.

                                                                FIN
 










   
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