Capítulo 3 " Venganza"

Iniciado por juanluis, 03 de Septiembre de 2012, 05:00:51 PM

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juanluis


        Os dejo el capítulo 3 y un enlace a cada uno de los dos anteriores.  Gracias por vuestra lectura.

  Capítulo 1    http://www.elseptimoarte.net/foro/index.php/topic,23020.0.html

  Capítulo 2      http://www.elseptimoarte.net/foro/index.php/topic,23046.0.html



                                                       3


              Entramos . Mi padre nos abrió y pasamos a la cocina donde mi madre preparaba una paella. Los presenté  y nos sentamos en la mesa. Mi padre estaba bebiendo una copa de vino. Nos ofreció. Lucía aceptó. Yo no tenía ganas, así que me levanté y cogí agua de la nevera. Mientras me servía en el vaso , mi padre empezó con su habitual verborrea.
•   ¿ Sabes?, dijo dirigiéndose a Lucía. Mi hijo bebe siempre directamente de la botella. ¡Debes gustarle mucho!.
       Hace unos años esto hubiera bastado para que me hubiese pasado todo el día con ganas de estamparle la botella en la cabeza, pero yo también iba aprendiendo esa maldita regla que nos impide usar la violencia, la cual es utilizada continuamente por los mayores, para que el cinismo pueda con la fuerza bruta, y así salir airosos de cualquier duelo; pero por mi edad estaba en el término medio entre una postura y otra, y en un momento dado podría partirle la cara a algún que otro idiota que se cree victorioso porque nos ha dejado en ridículo, proclamando su victoria con una sonora carcajada. Después de un botellazo me gustaría ver la sonrisa  de más de uno.  Pero ante todo, ¡mucha calma!.
•   ¿ Queréis jamón?, pregunté. Lucía se quedó callada. Educada muchacha.
•   ¡Pero que imbécil eres!, me dijo mi padre. Se corta , se pone en la mesa y punto.
     No tenía ganas de discutir, así que fui cortando lonchas del jamonero que se encontraba al lado de mi madre, mientras el donjuan venido a menos se puso a hablar con  Lucía.
•   ¿ Como estás mamá?.
•   ¡Bien!. Pero ella nunca estaba bien, sino perennemente preocupada. Era una mujer indefensa, volcada continuamente en los demás. Mientras su marido flirteaba a dos metros de ella, seguro que sólo pensaba en el sabor del arroz. ¿Le habría echado la sal exacta?. ¿ Y el agua?. Si salía seco o pasado sería una vergüenza. Aunque dado su carácter, más que vergüenza, que muchas veces es solo una expresión del narcisismo, sería una catástrofe para los demás ,con la consecuente culpa. Os aseguro que si mi madre hubiese cocinado mal aquella paella hubiese sufrido sinceramente por nosotros. No habría utilizado esa culpa para demostrarnos lo gran persona que era. Pero la paella no estuvo mal. Es más estaba para chuparse los dedos. La comimos en una mesa al lado de la piscina con una sombrilla que podía tapar una plaza de toros.
•   ¿ De dónde la has sacado ?. Le pregunté a mi padre.
•   Pues verás . Hay una marca de whisky carísima, a la que se lo propuse. Todo el mundo se queja de lo corta que son las sombrillas cuando hay mucha gente en la mesa, y a pesar de que al principio no querían saber nada, con el tiempo me dijeron que sí y me encargaron mil.
•   ¿ Y están contentos?.
•   Pues no tengo ni idea. Esta es la primera.
Mi padre se dedicaba a los negocios. Siempre hacía lo mismo. Se pasaba el día entero pensando en negocios sin inversión. Cuando tenía una idea buscaba a las empresas que podían hacer lo le rondaba , basando todo en que nunca se conocieran sus proveedores y compradores. No había alquilado un local en su vida y jamás empleaba a nadie. Todo el que trabajaba para él se pagaba su seguridad social, y lo consideraba su socio. Más de uno que se había deslomado trabajando para él, aunque siempre decía que no trabajaban para él ,sino con él, había aparecido por mi casa gritando  como un poseso. Hasta su secretaria le hacía facturas. Un vez estuvo un año entero dando vueltas por España , estudiando mercados mayoristas de pescados y conociendo hasta el último barco del país para eliminar intermediaros. Cuando acabo , volvió a casa y  con una agenda donde tenía mil teléfonos estuvo vendiendo pescado hasta que todos sus clientes acabaron por darle la espalda. ¿Cómo?. Averiguando quien estaba detrás de mi padre.  Un vasco , que le vendía merluza , se fue enfadando porque jamás le decía el destino. Al principio, no se lo preguntó, por supuesto, ya que en ese momento mi padre podía hacerle ganar dinero, y el vasco creía justo que mi padre se llevase su parte. Pero estos buenos deseos fueron cambiando poco a poco.  El vasco comenzó a ganar poco dinero, y mi padre era conocido en todo el país entre vendedores por su método y porque ganaba bastante . La paranoia se  fue apoderando poco  a poco del merlucero que pensaba que su mala racha se debía a que mi padre estaba aumentando sus beneficios a costa de los suyos. La primera vez que quiso traicionarle le preguntó al transportista, el cual era muy amigo de mi padre, ya que  a pesar de que era la primera vez que trabajaban juntos, mi progenitor le había conseguido muchos portes con amigos suyos. El trayecto desde el Cantábrico a Granada se hacía un par de veces por semana, y por tanto no tuvo necesidad de contratar a ningún conductor adicional. Pues bien entre los dos habían convenido que si el vasco  preguntaba alguna vez , se le diría que el pescado iba para Lisboa, y puesto que mi padre con ánimo de burla y castigo  quería enfadar a su proveedor, también se le diría la dirección exacta del portugués que aparentemente se dedicaba a repartir el pescado por el país vecino. Esa misma noche , el vasco salió en su coche hacía la desembocadura del Tajo; con la esperanza de aclarar que había pasado con los precios los últimos meses.  Cuando llegó, habló con el que debía haber recibido la merluza, que como era evidente no tenía ni idea de lo que le estaban contando . El vasco montó en cólera como después supo mi padre, ya que aun siendo mentira el destino , no lo era la identidad del luso. Pero el vasco no dijo nada a mi padre, que dudó si mandar el siguiente camión ya que veía venir el fin de esta relación comercial. Y así , finalmente hubo un último viaje , ya que después de cargado el camión, el vasco lo siguió por las carreteras de España, hasta llegar a Granada donde  conoció a la parte oculta del triángulo. A la mañana siguiente ambos llamaron a mi padre y a partir de entonces, donde dos son compañía, tres son multitud.  Esto le pasó más veces, aunque con un desenlace menos cómico.
              Sobre lo que hacía en el instante en que lo visitamos no tenía la menor idea, así que le pregunté.
-¿ Y aparte de colocar estas maravillas? , ¿qué estás haciendo?.
- Pues ahora, estoy intentando venderle cosas a los chinos, y que los chinos me vendan a mí para vender aquí. ¿ Te imaginas lo que es occidentalizar a mil millones de personas?. Hay que darle a cada uno un coche, una consola, un aire acondicionado, un televisor, una caja de condones, un reproductor de música, una plancha, un calefactor, un frigorífico, agua de manantial, un consolador....En fin, no sigo porque va a parecer que hay más productos que chinos.
- ¿ Y todos esos productos que has mencionado proceden de aquí?.Muchos vendrán de Japón, ¿ no es así?.
- ¡ Seguro!, pero no te he dicho que vaya a vender esos que te he comentado. Han sido los primeros que se me han venido  la cabeza. Lo que hay que hacer es ir allí y conocer de arriba abajo que se puede vender  y que comprar.
- ¿ Y te vas a ir a China?. Lo dije con cierto sarcasmo, ya que mi padre no pisa un país extranjero donde haya menos de un noventa por ciento de locales con aire acondicionado.
- ¿ Yo a China?, ¡ni loco!. Voy a mandar a tres jóvenes con ganas de comerse el mundo...
- ...Y que no pregunten cuanto ganas, a los que les dirás que su sueldo es envidiable y que a su edad tienen que conocer mundo.¡ Como si lo viera!.
- ¡Vas aprendiendo hijo!.
- ¿ Me puedo bañar?, interrumpió Lucía.
- ¡ Pues claro que sí!, dijo mi madre.
     Allí estaba la maldita frescura de esta niña, recordándome que esa aparente madurez con la que yo hablaba a mi padre no era nada para ella. Seguí conversando, pero ya mi atención  estaba absorbida por el chapoteo egoísta de sus brazos en el agua. Le hablé en su día de ateísmo, pero me hubiera encantado que se hubiera puesto a hablar de Dios durante la comida, y que le hubiera dicho a mis padres llorando que el despiadado de su hijo, le había obligado a realizar sexo oral, pero su mente era mil veces más libre que la mía. Es fácil hablar del lado dionisíaco de la vida cuando nos corresponde a nosotros el éxtasis del cinismo ante aquellos que pretenden obviar los instintos ; pero cuando nos corresponde observar el infantil goce de quien se entrega al placer de los sentidos, las sensaciones son completamente distintas; y si la máscara que se burla de Apolo, la porta una mujer, y esa mujer es la mujer con la que uno piensa formar una familia, tener hijos y demás convencionalismos, el resultado para el hombre es sencillamente el infierno. Puede que esto cambie algún día , y sería bueno para la salud  psíquica de futura generaciones que los orgasmos de esa estúpidamente predeterminada mujer se reciban con el mismo júbilo que los de un amigo. Pero yo no pertenezco a la primera generación que vivirá la necesaria lobotomía de estas dolorosas ideas.
     Salió de la piscina, y mi madre le acercó una toalla. Mi padre se quedó mirándola , seguramente de manera lasciva. Yo estaba de espaldas , pero habiéndola visto desnuda, tampoco era de extrañar que la  contemplara.
     Acabó la visita, y nos fuimos. Durante el trayecto, comentamos los planes empresariales de mi padre.
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juanluis

  Como ha habido respuestas en los dos primeros capítulos, escribo este post para colocar el 3 delante del 1, y el 2 , por sí alguien empieza a leer y se pregunta donde está el tres. Mañana intentaré publicar el 4.
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