Ojalá estuviera aquí

Iniciado por reporter, 18 de Septiembre de 2014, 01:25:17 AM

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reporter

Ojalá estuviera aquí


SINOPSIS: Aidan Bloom y su esposa Sarah son una pareja de Los Ángeles con lo justo para pasar el mes: ella le mantiene a él y a sus dos niños con un trabajo mal pagado, y él es un actor mediocre que pasa la mayor parte de su tiempo fantaseando con ser el guerrero espacial que soñaba que sería de niño. Cuando se enteran de que su padre está arruinado y enfermo, Aidan y su hermano Noah -cuya relación con aquél siempre fue complicada- se ven forzados a hacer cambios importantes en sus vidas. Aidan se embarca en un caótico intento de educar a sus hijos en casa mientras que Noah intenta reafirmar su creatividad zambulléndose en el mundo del cosplay y las convenciones de cómics.

CRÍTICA: Del crowdfunding al crowd-pleaser

"Es que la cosa está muy mal..." Lo que en un principio nació como la constatación de una realidad alarmante, a la larga se ha convertido en una de las mejores excusas jamás concebidas para dar largas a la gente. Es que somos muy pesados, también. Lo jodido es que, efectivamente, "la cosa está muy mal", con que al final de la historia, acostumbra a quedarse uno con la duda de si le están tomando el pelo o, si por el contrario, aquí no hay nada que hacer. En cualquier caso, la amargura y el sentimiento de impotencia es el mismo. Ante esta situación, dos posibles alternativas. Primera, aceptar la derrota con la máxima dignidad posible (dentro de la inmensa indignidad hacia la que nos vemos arrastrados cada día). Segunda, buscarse la vida.

Entonces te despiertas en el sofá más roñoso y mugriento que se pueda imaginar, y recuerdas que estás a pocos kilómetros de Park City, minúscula localidad de Utah (madre mía...) en la que se está celebrando la 30ª edición del Festival de Cine de Sundance. La Meca del indie, exacto, donde esta palabrota (la del "indie", no la otra) ha ido mutando hasta convertirse en un monstru(az)o que, en palabras del mismísimo Robert Redford, padre de la criatura, poco o nada tiene que ver con aquel experimento que echó a andar tres décadas atrás. Irreconocible o no, el certamen sigue creciendo con paso firme, y deteniéndose, de vez en cuando, a recordar (y a honrar) sus propias raíces. Quizás no en el acabado de un producto que ya suele lucir como el más sofisticado / costoso de todos, pero sí en la manera de explorar las infectas cloacas de la industria.

Hablamos, por supuesto, de los métodos de financiación de una película, es decir, de esa inclemente jungla por la que cada autor debe pasar si quiere ver sus sueños a 24 (o más) fotogramas por segundo. Volvemos a la casilla de Salida: "Es que la cosa está muy mal..." Nos han jodido. ¿Qué ha sido del glamour? ¿Y del respeto? ¿Alguna vez ha existido esto? En fin, que ni el cine se libra de terminar en este callejón sin salida. Afortunadamente, sí hay escapatorias. Alternativas, si se prefiere, a las vías tradicionales que están esperando a ser descubiertas y, consiguientemente, tomadas. Con Sundance nos topamos de nuevo. Ahí aguardaba una de las celebrities más esperadas aquel año en Park City: Mr. Zach Braff.

La antigua estrella de la legendaria "Scrubs" se lanzó, hará ya diez años, a la aventura de la dirección cinematográfica. Con 'Garden State (Algo en común)' le reímos -casi- todas las gracias, pero con su siguiente proyecto parecía que el reír se (le) iba a acabar. Cosas de la vida, que sin verse obligada a dar explicaciones, se ve con el derecho -inalienable- de mostrarse así de perra. Por suerte, y como se ha dicho, también suele ofrecer alternativas; vías de escape a sus propias putadas, solo que hay que saber verlas. Y apareció internet (¿se acuerdan de Álex de la Iglesia despidiéndose de su cargo en la Academia y hablando del futuro?), y el poder de convocatoria de Mr. Braff puso el resto.


Sin entrar todavía en la valoración de la calidad de la película de marras (ya llega, ya llega), ésta viene precedida por un rotundo éxito. De cuentas, números, balances y financiación, sí. Porque hablar de 'Ojalá estuviera aquí' es hablar del milagro (¿se acepta?) del micro-mecenazgo; de las redes sociales manifestándose, al fin, en algo tan tangible como el sucio dinero, imprescindible, esto sí, para que, por ejemplo, Zach Braff pudiera estar aquel día presentando su nuevo trabajo en Sundance. Por todo lo demás, 'Ojalá estuviera aquí', a pesar de su alargado metraje (un poco más de dos horas de duración) se resume en tan poco tiempo como el que se tarda en nombrar su único objetivo, esto es, hacer que el público salga de la sala de cine sintiéndose bien. No es ningún crimen.

El inicio de la cinta, prácticamente calcado al remake de 'La vida secreta de Walter Mitty', dirigido por Ben Stiller, no deja lugar a dudas. El espíritu "feel-good" se instaura, apoyándose una vez más en la fórmula de lo "agradablemente raro", en cada réplica pegadiza, cada recuerdo y cada giro argumental. Del primer al último fotograma. Descubrimos entonces que la famosa "película del crowdfunding" en realidad no es una película, sino el sofisticado mecanismo de una bomba lacrimógena, dirigida directamente a la audiencia que, de hecho, ha pagado la fiesta. Se ve un círculo, no hay dudas al respecto. Lo que todavía no está claro es si éste es virtuoso o vicioso.

Un padre de familia (Braff) esquiva como puede los golpes del destino (hijos difíciles de controlar, mujer insatisfecha con su relación sentimental, hermano con el que es imposible cruzar cuatro palabras sin querer partirle la cara, padre al que le acaban de diagnosticar un cáncer terminal...) y de paso hace todo lo posible para mantener con vida su insostenible sueño de convertirse en actor. "La cosa está fatal...", sí, hasta que el personaje, al igual que su alter ego en la vida real (qué lío), encuentra una fuente de ingresos con la que no contaba. En la ficción se trata del mito yankee del "tarro de las palabrotas". Adorable. Facturando con tanta cara dura como, admitámoslo, gracia, Braff se confirma como un buen conocedor (y pícaro gestor) de las necesidades del gran público. Del crowdfunnding al crowd-pleaser. Los personajes con los que trata son plantas a las que va regando con varias dosis de drama, carisma y ternura. Lo justo para que crezcan sin ahogarse y para que al final del día, la cámara lenta se regodee, cuando el rock/folk indie suena a todo volumen, con sus sonrisas, con sus abrazos en grupo, con sus últimos actos redentores en el lecho de muerte...

Sin demasiado amor propio pero innegablemente con mucho oficio, Braff se embarca en la calculadísima búsqueda de una epifanía colectiva definitiva (una lleva a la otra, y la siguiente siempre es más grande; más contundente). Por el camino, tiempo de sobra para reflexionar ligeramente (pero con posado trascendental) sobre todo lo que venga a la cabeza: la vida, la muerte, el amor, la familia y, lo más complicado de todo, las dudas existenciales (más bien pueriles) de una clase media-alta ahogada en sus tontos caprichos. El resultado es, obviamente, rotundamente tramposo, pero dotado de la suficiente fuerza de impacto (así como de algunos aciertos puntuales, tales como la tímida recuperación de aquel humor caústico-marcianito marca de la casa) como para no enfadarse -demasiado- con sus numerosos defectos. Vista fija en el horizonte, salado por el mar de lágrimas brindadas. De felicidad, de tristeza... de emoción. Tan falso y cursi como, en el fondo, simpático, tierno y, lo más importante, efectivo. "La cosa está muy mal...", vale, pero algún día, si lo deseamos con todas nuestras fuerzas, todo mejorará. Cierto, es el atajo hacia lo que parece ser una respuesta. Nada más, lo cual, en lo que ahora mismo nos concierne, no es ningún pecado capital.


Nota: 6 / 10
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Wanchope

Cita de: reporter en 18 de Septiembre de 2014, 01:25:17 AM
Tan falso y cursi como, en el fondo, simpático, tierno y, lo más importante, efectivo.

Fin. A Zach Braff se le va la mano con lo sensiblero, y es ahí por donde pierde aceite esta por otro lado simpática comedia dramática. Su amabilidad resulta molesta y contagiosa al mismo tiempo, su visionado una delicia empalagosa. Bendita lástima. Básicamente lo mismo que 'Algo en común'.

Otro 6 por aquí. Y puestos a elegir mejor una de Zach Braff que una de Josh Radnor.
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fenometrix

#2
Agradable visionado que mezcla el drama de las dificultades de la vida misma envuelta en un simpatico tono de humor. Su problema: intenta ser más dramatica y sensiblera de lo que es, empeñandose en buscar una lágrima dónde no llega a haberla.
Aún así, me he gustado mucho. Nota: 7
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lourdes lulu lou

#3
Zach Braff, escritor-director-productor-actor protagonista, después de 10 años de su triunfo "Algo en común", su paso eterno por "Scrubs" y con el apoyo incondicional de su hermano, vuelve a intentar emular lo un día realizado con arte y gloria sólo que, en esta ocasión, topa con su propio ego que anda perdido , mareando la perdiz y al personal.

Porque es lo que vas a sentir todo el rato, un personaje y argumento que juegan a moverse como bola del pin ball, sin excesivo criterio, que se mueve de lado a lado por oposición y sin llegar a sitio alguno, entre padre e hija conservadora y mujer y hermano liberal, enmedio de crisis personal de identidad donde cuestiona su propósito de alcanzar su proyecto ideal de vida y ser más práctico, empezar a ganar dinero para cubrir las deudas y dar de comer a sus hijos, todo ello envuelto en continuo chorro de chistes judíos -"Pero, ¿qué hay de mis sueños? ¿Dios no quiere mi felicidad? No, quiere que mantengas a tu familia"- y cuestionamiento sobre la finalidad de la existencia, con decoración perfeccionista basada en destacar las diferencias, escenas de contrastres rebuscados y excesivo simbolismo donde se busca la antítesis de marcar un estilo de andadura llamativa y pintoresca, como si no creyera en la fuerza interior de su mensaje y tuviera que envolver, su cifrado caminar de adorno cómico, con pinceladas trágicas que evolucionan hacia drama con tintes chistosos.

Su objetivo es la unidad familiar, el apoyo incondicional de tus seres queridos, la resistencia de ser uno mismo no importa las dificultades, perseguir tu sueño y nunca abandonar ni dejar desfallecer a tu espíritu emprendedor, optimista y voluntarioso, peonza que puede bailar porque tiene el soporte y la seguridad de quien le ama y vela por ella sólo que, tanta vuelta y vuelta, de lado a esquina como coche de choque cuyo conductor no sabe definirse y simplemente se deja llevar por inercia, pierde el respaldo del espectador y todo su amparo, tendencia e inclinación a su degustación apetitosa; porque, como ese chaval, en el patio del colegio, que no se decide a elegir bando y con quien jugar y acaba sentado en el banquillo, este inventivo que incentiva en demasía su idea, presenta una algarabía de tortilla de patatas y cebolla que ni siquiera tiene la gracia de ser sabrosa y deliciosa.

Su mayor apoyo y baza es su grupo de actores que le acompañan quienes tapan, con su cercanía, afectuosidad y calidez, muchas de las carencias del hula hoop ofrecido, un desfilar que intenta revivir, sin éxito, el porte maravilloso de su obra prima pero que, acá, sólo parece confirmar que no confía en la consistencia de su proyecto, fuerza de su contenido, en su modesta presencia y sinceridad de palabras para comunicarse como expresión suficiente que atrape y mantenga la atención del vidente.

"Tal vez seamos gente corriente, gente a la que se salva"; el conocido como Dr John "JD" Dorian, siempre será cotidiano individuo que resiste y supera, como puede, el día a día y la natural suerte caótica del destino -al tiempo que intenta ser feliz-, héroe anónimo no pretendido que encuentra razones para volver a sonreír tras mucho llorar y, aunque el susodicho director es meticuloso en las escenas, en los más pequeños detalles de presentación y el guión está lleno de perlas exquisitas al estilo Woody Allen, diálogos punzantes de doble sentido, ese doble querer decir y mostrar que se esconde trás cada cuidado fotograma no acierta plenamente con sus malabarismos, funambulista que se desvanece por pretensión no alcanzada y se queda en intento que no hechiza la curiosidad del público; Andrew Largeman -"Algo en común"- ya se ha hecho mayor, ha crecido y es padre de familia pero a perdido su toque y distinción en el proceso, evolución de una década esperada no tan lograda ni suculenta como se esperaba, el sol de sus gustosas ocurrencias, esta vez, no ha logrado brillar como solía.

"Se que no crees en Dios pero, quizás, puedas creer en la familia", el mundo es un lugar maravilloso, los malos no ganarán, los buenos triunfarán, nos rodea gente estupenda, encuentra tu alegría y no te desprendas de ella..., pero querer gustar a todos es no alcanzar a ninguno, perder a los nuevos y a los que te esperan con ilusión, ganas y esperanza que se quedan observando la pantalla, con todas sus expectativas en descenso, conforme evoluciona una historia cuya epifanía que la despertó no ha funcionado ni ha dejado contentos a nadie, sólo un pasar el rato que no alcanza para reír, tampoco para lamentar, simplemente no sabes muy bien donde estás, que te está vendiendo y, como aquel chaval en el patio del colegio que tiene dudas ante la oferta que sus ojos ven, no sabes elegir bando y acabas, nublado/espeso/perplejo, en el banquillo.

Un mirar sin sentir que apabulla, no tienta.
lou
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